Lo primero que escuché fue: "¡Va a entrar un Norte!". Oyes eso y no sabes si buscar refugio, correr por provisiones o quedarte sentada.
Bueno, pues ésta soy yo. Sentada bajo una palapa increíble, con un vestido azul perfecto para la ocasión. Porque, por un lado, te disimula la panza, pero, por el otro, te destapa los hombros y hace que se te vea la clavícula como la de Isabel Preysler (si no saben quién es, usen el Google, por favor. ¡Me falta espacio!).
A lo que iba es que estaba sentada ahí, frente a un platón que incluía frijoles negros, tacos de camarón, machaca de marlín, pipián, carne chinameca (¡una joya!), tacos tripartitos de chicharrón-chorizo-cecina, camarones capeados, pellizcadas diversas, quesadillas de masa azul, longaniza (amo la palabra 'longaniza') en salsa verde, pozole y habanero, ríos de habanero. Todo lo anterior se deslizaba gracias a cantidades generosas de horchata, cerveza y mezcal.
Sí, como verán, tuve un momento estomacalmente agitado. Es que por alguna razón, y en un momento dado, fui a parar a Coatzacoalcos. A lo tonto, a lo tonto, esta columnista estaba en un bautizo (pre-cio-so) del hijo del hermano de la amiga de mi comadre.
Pero como me integro fácil, me sentía cercanísima al festejado, al padrino, a la mamá, a la tía y a un par de políticos con los que departí ocho minutos, pero hagan de cuenta que éramos íntimos de toda la vida.
Joaquín Caballero, quien es candidato a la Alcaldía, causó gran revuelo cuando llegó, así que por si 'las moscas', yo le solté un sentidísimo: "Mucho gusto, yo siempre te he apoyado, ¿eh?". Una nunca sabe.
¡Fue una gran fiesta! Pero lo que más disfruté de Coatza fue hacer la ruta Salma Hayek. Ya sé ¡el morbo y la comida me pierden!
Le dije a los lugareños: "Yo quiero andar los caminos andados por Salma. Comer lo comido y ver lo visto". Sé que me domina la ociosidad, pero, la verdad, moría por conocer el lugar donde creció madame Pinault.
Aunque hice el recorrido en pleno temporal, las imágenes me devolvieron a su antiguo mundo. Además, como medimos casi lo mismo (de alto, no de ancho) pude observarlo todo desde la misma perspectiva.
Visité su escuela, el parque donde patinaba, el malecón donde paseaba, comí sus tacos favoritos de cochinita pibil, pasé por la esquina donde una vez iba a chocar (ja,ja,ja, es en serio), comí la minilla (pescado desmenuzado con un condimento amarillo) que alguna vez comió, corrí por las dunas donde jugó y conocí el edificio más alto de la ciudad que construyó su padre.
También me enseñaron el caserón donde vivió la pequeña Salmita en la Calle 18 de Marzo, a una calle del mar y que ahora está en ruinas. Dicen que el actual propietario es ¡Joan Sebastian! Oye, Joan, puedes hacer un museo o un lugar de peregrinaje y te forras. Te falta imaginación, de veras.
Debo aclarar que la rSM (ruta Salma Hayek) fue una iniciativa propia, se me ocurrió.
Dicho trayecto oficial no existe. Perdón, pero debo decir que le falta voluntad creativa a los habitantes. Yo subiría a todos los turistas a un camión y ¡vámonos a seguir los pasos de la actriz! Aunque el malecón y los puntos petroquímicos sean los que impresionen a los viajeros, la "rHS" puede ser muy divertida.
Es una cosa facilísima de lograr. Vas poniendo en cada punto una plaquita con la historia ocurrida ahí y la guía del tour hace la narración con un micrófono: "Aquí es donde Salma, que es una mujer super elástica, se convirtió en una gran gimnasta olímpica...". Por poner un ejemplo.
Hay gente que no tiene visión para las minas de oro.