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De vuelta al ruedo

Jackson, ¿estás aquí?

Martha Figueroa

Cuántas malas noticias, ¿no? Y, curiosamente, las únicas buenas nuevas tienen que ver con el reino animal: Ludwika Paleta trepada en un elefante en su luna de miel y Miguel Ángel Mancera sonriendo feliz y misterioso en el estreno de CATS. Mientras ellos se codean con la fauna el mundo se derrumba.

Por ejemplo, estaba leyendo que el mejor amigo de Michael Jackson declaró en Los Ángeles, ante los tribunales californianos, que el cantante bebía 6 botellas de vino diarias para dormir porque sufría de insomnio.

¡Alabado sea BACO! Además, que a veces también tomaba media de whisky (para quitarse el sabor dulzón) y luego remataba con inyecciones del famoso propofol. Oigan, eso en lugar de juicio civil parece la lista del súper para una despedida de soltero. ¡Sólo faltan la cabra y los condones!

Deberían ver la cara que pone el juez cada vez que un testigo sube al estrado, porque vamos de sorpresa en sorpresa. Ahora, una maquillista dijo que el director de vestuario le contó que a Michael se le podían ver los latidos del corazón así, a simple vista, de tan flaco que estaba.

Claro, lo que el juez no se explica es cómo nadie se dio cuenta del mal estado del rey del pop durante los ensayos de su gira This is It.

Pues, miren, no es que uno quiera hablar mal de los muertos, pero supongo que cuando lo tenías enfrente no sabías qué ver: la peluca, el maquillaje, las cirugías, la flacura, el vestuario sin combinación o la nariz. Entre tanta cosa, cuando le brincaba el pecho tú pensabas: "Uy, ya le dio hipo a Michael". Es lo malo de ser tan extravagante.

Personalmente, me quedé con las ganas de verlo en los conciertos de despedida en Londres. Obvio, que porque se murió. Pero también porque los boletos para la O2 Arena eran carísimos. Parecía que en lugar de público... ¡necesitaban accionistas!

Lo que Jackson necesitaba era amor del bueno o por lo menos una novia con alma de madre que le recomendara bañarse en lechuga y medio vaso de lechita caliente para irse a la cama.

Yo digo que si Michael se hubiera mudado a mi casa los últimos días, seguiría vivo. Pero no lo culpo ¿eh? A veces uno encuentra en la medicación nocturna las llaves del paraíso. Es increíble cómo cuatro gotas de Rivotril pueden ser un caudal de dicha.

No sé qué es lo que me altera, los tres capítulos de Mentes Criminales que veo religiosamente antes de irme a la cama, las noticias que da el teacher López-Dóriga o la vida misma.

Lo bueno es que yo encontré en la creatividad el remedio para el insomnio, no saben cuántas cosas hago en la cama ¡soy todo un espectáculo!

Me encantaría decir que practico el Kamasutra al derecho y al revés, pero no. La última vez que me contorsioné y quedé en una posición invertida fue porque me dio un calambre.

Lo que hago, básicamente, es una suma de técnicas: baño de agua caliente, té de azahar, leche caliente, ejercicios de respiración, antifaz, conteo de borregos o recuento de daños y prendo mi nueva aplicación de sonidos relajantes (¡una maravilla!).

Por fortuna ya descubrí que las "Campanillas de Viento" me hacen bien, porque el sonido de 'cascadas' o 'mariposas en vuelo' le sientan mal a mi subconsciente.

Estoy pensando que si esta noche no funcionan los remedios anteriores, haré una sesión espiritista para preguntarle de viva voz a Michael qué le pasó.

Al fin, comunicarse con los difuntos es facilísimo. No necesitas Bluetooth, wi-fi, 4G, satélites ni nada.

Basta con una vela, incienso y alguien que diga: "Jackson, ¿estás aquí?".

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