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De vuelta al ruedo

Respeto y recato

Martha Figueroa

El segundo trasero más famoso del mundo ha sido golpeado. El primero, que le pertenece a Jennifer López, está a salvo, pero el número dos, el de Beyoncé, fue víctima de un ataque. Estaba leyendo que en pleno concierto en Copenhague un fan le dio tremenda nalgada y se quedó tan orondo.

Lo anterior deja muy claro que ya no hay respeto. Ni aquí ni en China. O sea, hay quien cree que puede toquetear, encimarse o insinuarse a los desconocidos sin recato. ¿Por?

Ya sé que Dinamarca y las pompas de Beyoncé están muy lejos, así que pondré otro ejemplo. Local. Muy cercano. Tiene que ver con mariscos.

Oigan, ¡qué complicado se ha vuelto disfrutar unas manitas de cangrejo! Hace unos días lo intenté y estuve a punto de salir violada. No crean que me atacó el crustáceo, sino los otros comensales de un caro y elegante de día, truculento y ruidoso de noche.

Lo que empezó como una bonita comida de viernes en la tarde con un grupo de amigas terminó en una cosa casi bíblica: eso parecía Sodoma y Gomorra. Todos contra todos. Daba igual si te tocaba un ángel (como en el Génesis), un cuate o una señora. ¡Recato! Aunque usted no lo crea, hay personas a las que todavía les gusta ir a los restaurantes a hacer algo "rarísimo" llamado comer. Y digo rarísimo porque, entre los aguafiestas que se la pasan contando calorías todo el día y los que en lugar de comida quieren sexo, salir a comer se ha convertido en un deporte extremo.

El lugar, que podría ser rebautizado como "El Oasis de los Desesperados", estaba lleno de hombres y mujeres hambrientos de pelea. Es en serio. Le dabas una mordida o una succión a la tenaza del cangrejo y los (y las) de la mesa vecina te veían con cara de "cómeme, ¡mejor chúpame a mí!". Ya sé, a veces la vida no es elegante.

Es el gran mal (o lo máximo, según cómo se mire) de los restaurantes de moda en la Ciudad de México. Empiezan muy bien, luego los infieles, las "cougars" y los "agarra parejo" se apoderan del lugar y viene el desastre. Calma, muchachos, estamos comiendo tranquilos. Ni tiempo dan a que las susodichas se laven el diente. Quieren caerle encima con todo y el perejil, del esquite o de la tostada de atún, según sea el caso.

Y no es que una le cuente las copas a los seres humanos, pero conforme avanza la tarde y corre el alcohol, los rostros se deforman, las personas decentes se convierten en borrachas y les entra el gen del ligorio. Sobre todo, los viernes. Los casados se portan como solteros, los solteros quieren aventuras, los cincuentones enloquecen por las jovencitas y las señoras de más de 40 quieren parecer de 20 y besar a los que podrían ser amigos de sus hijos.

Según una encuesta realizada a adultos de 20 a 59 años, las mujeres tienen un promedio de cuatro parejas sexuales durante su vida, mientras que los hombres tienen un promedio de siete. Definitivamente, el encuestador no ha ido a un restaurante de moda. ¡Recato!

Con lo bonito que era decirle al mesero "¡hay una mosca en mi plato!". Ahora, como están las cosas, tienes que gritar "¡auxilio, hay un lagarto (o lagarta) encima de mí!". Con tanto depredador entre las mesas, ya lo de menos es encontrar un pelo en la sopa. Por favor, que no se pierda la bonita costumbre de que pertenezca al cocinero.

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