Debo confesar que quería dedicarle la columna de hoy a las piernas de Enrique Peña Nieto. ¿Lo vieron en la carrera de Molino del Rey?
Era imposible no verle las extremidades, derecha e izquierda, con esos "minishorts de pierna alta", que en un momento dado parecían "hot pants". Eso es lo que más me gusta del verano, que todo el mundo empieza a quitarse la ropa. Yo digo que si nuestro señor Presidente ya le dio luz verde a la moda veraniega para ir a trabajar, mostrando parte de su humanidad, los demás ya podemos usar bermudas y chanclas.
Lo que sí quisiera recomendarle a los encargados del atuendo presidencial es que le pongan unos pantaloncitos cortos más largos, porque los "shorts" son una prenda muy peligrosa de doble filo: si no trabajas en Baywatch, te restan credibilidad. Y bueno, ya entrados en las compras de moda vacacional, venden unos complejos vitamínicos maravillosos (con betacaroteno) que le pueden dar a la piel del Mandatario un color mediterráneo increíble. Fuera de eso, todo muy bien. ¡Feliz verano, señor Presidente!
Mientras todo el mundo huía rumbo a las vacaciones, esta columnista se quedó en la Ciudad para asistir a la fiesta de 40 años de trayectoria de Lucía Méndez. No podía faltar porque, de esos 40, yo he participado como en 25. Además, por acudir recibí un paquete de productos LM que incluye tres discos, 21 videos, dos perfumes de feromonas y un rímel que "levanta, separa y da volumen" a las pestañas.
En general, mi relación con Lucía ha sido cordial, amistosa y divertida. Yo diría que lo nuestro ha tenido mucha soltura, sin contar un momento súper tenso, cuando la Méndez me quería demandar ante los tribunales de Florida por "allanamiento de morada". Esa vez, yo alegué que "no irrumpí violentamente en la casa de Key Biscayne, sólo la grabé por fuera para checar en qué condiciones quedó después del huracán". Además, la idea no fue totalmente mía, sino de un grupo de personas curiosas, entre ellas Raúl "El Gordo" de Molina.
A lo que iba es que soy una gran admiradora de la carrera de Lucía Méndez desde siempre. Yo fui esa adolescente que veía a Lucía en televisión y le copiaba todo. Me peinaba con una súper melena y cantaba a todo pulmón "si tú te vas, no pasarán las horas, ya no saldrá la luna, si tú me dejas solaaa". Sí, lectores queridos, soy esa mujer que se paraba desnuda frente al espejo, con una camisa encima, y recitaba "hasta que usé una Manchester me sentí a gusto".
Cuando eres periodista siempre quieres buscar tu lugar en el mundo. Si no lo encuentras pronto, llega tu jefe y te lo asigna. Y con eso de que yo soñaba ser corresponsal de guerra, una de mis primeras misiones fue igual de arriesgada que pisar Iraq. Fui enviada 15 días a Zacatecas a cubrir todos los movimientos de Lucía mientras grababa El Extraño Retorno de Diana Salazar. Para no perder detalle, me paraba tan cerca de la actriz que estuve a punto de ser utilizada como doble en una escena donde la queman por bruja en el año 1627, como lo indica la canción Un Alma en Pena (que va arrastrando cadenas, ¡qué condena!). Al grito de "¿dónde está Martha?", de Pedro Torres, entonces marido de Lucía, acabé probando la hoguera con los efectos cinematográficos de los hermanos Farfán. Vicisitudes de reportera novata.
Y aunque sonaba surrealista, ese encargo fue uno de los más interesantes: conocer a fondo a una verdadera e irrepetible diva, la Méndez. Desde entonces me parece una mujer fantástica, aventurera, un poco loca, llena de talentos y secretos. Ojalá algún día los cuente.