Un tiempo fui cristiana. Sí, como Yuri, Juan Luis Guerra y Lupita D'Alessio. Bueno, en realidad sólo profesé esa religión unas vacaciones porque mis papás no sabían cómo entretenerme y me mandaron a un curso de verano en una congregación cristiana protestante. ¿Qué les costaba mandarme a clases de teatro, macramé o velero, como los niños normales?
Por eso me entra la risa tonta ahora que veo en las noticias a los hijos de los famosos disfrutando por todo el mundo. Por ejemplo, los nietos de los Reyes de España están en un curso de vela en Palma de Mallorca, los hijos de Brad Pitt y Angelina hacen travesuras en Tokio, el hijo de Paulina Rubio retoza feliz en el mar de Miami (mientras su madre hace pipí casi en aguas internacionales), la hija de Salma Hayek anda de compras en Los Ángeles y el hijo de Shakira y Piqué acompaña a su mamá al estudio de grabación.
Yo no me puedo quejar porque mis padres eran más creativos que nadie. Cuando tenía aproximadamente 9 años, mi padre dijo "¿Qué haremos con Martha?". Y mi madre contestó "Dicen que el doctor Óscar y su esposa dan unos cursos muy bonitos, ¡qué se vaya con ellos!". Y allá voy. Mientras los otros niños hacían manualidades diversas, corrían o bailaban en las vacaciones, yo aprendía a proclamar las buenas nuevas del Nuevo Testamento. Mi aprendizaje musical veraniego se reducía a cantar cosas increíbles como "alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi señor".
El doctor Óscar era gordo y tenía una esposa un poco más gorda que él y tres hijos regordetes. La hija más pequeña era mi gran amiga, se llamaba Paloma y se teñía el pelo de anaranjado, cosa que me parecía 'súper vanguardista' a esa edad.
El doctor pertenecía a la policía (o eso ponía en un letrero para que nadie se estacionara en su banqueta), y siempre que enfermaba alguien en la calle, él lo atendía. Por ejemplo, fui su paciente un día que me caí de cabeza de la azotea y mis hermanos me llevaron cargando hasta su portal. Con esto dejo claro que si me notan rara a veces, se debe a alguna secuela del golpazo.
Pero lo que más nos impresionaba del médico no era su peso, ni su amenaza policiaca, sino que tenía muchas jaulas de conejos en su casa y cuando a su familia obesa le entraban ganas de comer carne magra con ventajas nutricionales, ¡zas!, le daba con un palo en la nuca al conejito elegido y lo cocinaban. De ahí surgió el grandioso apodo del doctor 'T Mata' sometido a votación en una junta de niños vecinos.
A lo que iba es que don Óscar también era pastor, no del que cuida ovejas, sino líder de una iglesia. O sea que pasé un verano aprendiendo la Biblia bajo el cobijo del doctor muerte. Según mi brújula infantil, los cursos eran cerca del aeropuerto y de refrigerio nos daban una ensaladilla de atún con galletas saladas. Y yo que soñaba con que me enviaran a Canadá porque quería ser una niña exploradora ¡casi acabo en una secta!
Cuando le conté a mi madre sobre el templo evangélico respondió "Dios es el mismo y algo aprenderás". Creo que ella confiaba ciegamente en mi capacidad para tomar lo mejor de cada doctrina porque, por las tardes, me mandaba a nuestra iglesia católica a ofrecer flores a la virgen, una ceremonia a la que asistíamos todas las niñas buenas en una época.
Eso sí, el cielo que me ganaba en los cursos de verano benditos, lo perdía jugando a las escondidas con los vecinos. Menos mal que no terminé como Amanda Bynes.