Estaba leyendo cómo han criticado a Paulina Rubio por su sobrepeso veraniego.
¿Qué pasa?, ¿ya nadie quiere a los gordos o qué? Los ataques a la exChica Dorada han sido tan despiadados, que su madre, Susana Dosamantes, ha tenido que defenderla vía Twitter.
Así que yo, como buena madre que soy y como columnista sumada a cualquier causa (es que a veces me aburro), quiero decir: ¡Basta, dejen a Paulina en paz! Cada uno con su colesterol y Dios en la casa de todos.
Los peor intencionados dicen que no es gordura, sino embarazo. Yo digo que lo de Pau es una simple obesidad repentina que puede ser causada por varios factores; por ejemplo, un cambio en el metabolismo.
Al parecer, según estudios profundos, el metabolismo es "eso" que "te cambia" cuando no paras de comer (ja ja). Pero tú puedes decirles a todos que te cambió de la nada, que no entiendes cómo, que fue cosa de la genética, de la química o de la física.
Yo entiendo a Paulina por dos razones: Primero, porque cuando te enamoras te dan ataques descontrolados de hambre y, luego, porque cada día es más difícil comer.
Todo hace daño, todo engorda. Unos expertos te recomiendan una cosa y otros te recomiendan otra. Que el huevo sí, que el huevo no. Que sólo debes ingerir alimentos orgánicos, que mejor no porque algunos son transgénicos. Que comas ensaladas, pero de vegetales no porque tienen pesticidas. ¡No es fácil!
Por eso estoy preparando una lista de remedios para que Pau vuelva al camino del bien y pierda kilos. Además, Miami es un lugar bastante inhóspito para los gordos. Tengo una amiga que engordó tanto en las vacaciones (vecina de Shakira, Alejandro Sanz y los Estefan), que tuvo que reforzar con andamios acuáticos su muelle porque cada vez que lo pisaba pensaban que venía un tsunami.
Por lo pronto, me acaban de avisar que ya regresó a México el Hipnotista de la Báscula, que es un doctor que reúne a los pacientes en un salón de Polanco y, como su nombre lo indica, practica la hipnosis colectiva.
Te duerme al estilo Taurus Do Brasil, y cuando despiertas; ¡Milagro!, se te ha quitado el hambre. Por favor, queridos lectores, no se rían. Es que la mente es muy poderosa.
Acabo de leer que un gran líder de autoayuda, el Dr. Wayne Dyer, asegura que la mejor manera de bajar de peso es con las afirmaciones o decretos. O sea que tú repites cada mañana tu objetivo, como si ya fuera verdad ¡y se convierte en realidad!
Por ejemplo, sueltas, tipo mantra: "Todos los días, de todas maneras, mi trasero enflaca. Todos los días, de todas maneras, mi abdomen es súper plano...".
Eso y más he aprendido con el libro Skinny Bitch, de Rory Freedman y Kim Barnouin, que pienso darle de regalo a la Rubio para que, igual que esta columnista, descubra cosas increíbles sobre la obesidad y los animales.
Sepan que ahora lo nuevo en materia de dietas es convertirse en vegano: una persona que no come ningún producto animal (y entonces te pones flaco envidiable). Yo, francamente, no estoy tan segura de poder abrazar el veganismo, aunque digan que si lo hago tendré una recompensa kármica y le salvaré la vida, por lo menos, a 90 animalitos al año.
Las autoras de Skinny Bitch creen que, si conozco los talentos de cada animal, dejaré de llevármelos a la boca con tanta alegría. Por ejemplo, aseguran que los pollos han demostrado, en investigaciones recientes, amor por la música y la televisión (me estoy comiendo a mi público potencial), que los cerdos pueden jugar videojuegos, que las vacas son criaturas muy sociables y que los peces tienen sentimientos.
Ay Paulina, ¿y ahora qué hacemos?