¡Qué estrés, qué estrés, qué estrés! Obama se levanta de malas y organiza un bombardeo; los maestros se enojan y paralizan el aeropuerto.
Por cierto, hoy quiero agradecer a los maestros agresores porque si no fuera por ellos, sus bloqueos, afectaciones e intimidaciones, no me hubiera quedado encerrada en el cine por cuatro horas. ¿Ya ven? Uno nunca sabe de dónde va a surgir una enseñanza.
Con eso de que soy una mujer súper afortunada porque, en lugar de perder un vuelo o llegar tarde al trabajo, los profesores sólo me aventaron a los brazos del arte. Pude ver El Conjuro y No sé si Cortarme las Venas o Dejármelas Largas, en doble función.
Me armé de paciencia y de todas las variedades de fast food que venden en el cine, y me acomodé para disfrutar en medio del caos. Por fortuna, las dos son maravillosas.
La de "Las Venas" me gustó mucho porque es divertidísima y me recordó las comedias que me encantan de Almodóvar. Entonces, mientras los capitalinos se retorcían de coraje porque no podían llegar a su destino, yo me partía de risa con el personaje de Ludwika Paleta. Ya lo dice mi madre: "Ay mijita, siempre hay que sacar algo bueno de cada tragedia". Alguien me preguntó si era mejor que Nosotros los Nobles, y yo contesté feliz que sí... o no. Bueno, son diferentes.
Hay algunos lectores que me odian por ser "la peor crítica cinematográfica", según las cartas que envían al periódico, pero yo en mi defensa puedo alegar que soy una mujer de gustos especiales (si les cuento qué es lo que más me gusta en la vida, sería un verdadero escándalo). Pero créanme que todo cae bien en la película de Manolo Caro: la actuación de los protagonistas y de los invitados, la dirección, el guión, la ambientación, el vestuario y la música.
Ahora que si mejor tienen ganas de gritar como poseídos o aprender técnicas de cómo lidiar con los maestros, corran a ver El Conjuro, que es una película de miedo y cuyo momento clave es un exorcismo. Desde el inicio vas de susto en susto, así que cuando llegas al minuto cumbre, ya estás agotado.
Esa también me encantó. Es más, desde aquí quiero recomendarle a Miguel Ángel Mancera que la vea y agarre ideas, porque cuando a una persona se le mete el diablo es imposible dialogar con ella. Y hay momentos en la vida de todo regente en los que debe recurrir a otros métodos. ¿Se imaginan al jefe capitalino en plan padrecito con los del CNTE? A él que le encanta hablar, podría soltarles un sentido "Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congregatio et secta diabólica". Estas palabras son infalibles, sirven para cualquier ser maligno y fueron aprobadas por Juan Pablo II ("te quiere todo el mundo").
Eso y más aprendí viendo la película que salió de los archivos reales de los Warren, que eran unos cazafantasmas súper famosos. No saben cómo amo que en las cintas de terror pongan "basada en hechos reales", porque así me siento espantada, sobrecogida, estremecida y aterrada desde el primer minuto.
Mi escena favorita es cuando la fantasma salta del ropero. ¡Una joya! (hasta salí del cine con ganas de volar como los espíritus diabólicos). O cuando el muerto se aparece en el espejito. Grité tanto que mi hijo se avergonzó un poco, la verdad.
Aunque yo digo que, ver a los encargados de la educación manifestarse así, asusta más que cualquier fenómeno paranormal o cualquier madre "intensa".