De vuelta al ruedo
Esta ha sido la semana del Presidente. Yo, particularmente, estoy muy contenta porque ¡salimos en la Vanity Fair! Bueno, salimos huele a manada. Salió Peña Nieto en mi revista favorita, en la versión que se imprime en España.
Todos pensarían que se trata de otro artículo internacional criticando el Informe, pero no. Esto es otra cosa.
Aparecimos en la página 30, abajito del ex padrastro de Enrique Iglesias que es Carlos Falcó, el Marqués de Griñón, y compartiendo página con el marido de Salma Hayek, también conocido como Francois Henri-Pinault que, según la nota: "adora los fulares y los combina con gabardinas".
Sí, lectores, lectoras y fervientes admiradores de esta columna, el reportaje no habla de política sino de moda, y se titula: "Poderosos mejor vestidos 2013". No importa, pero ¡salimos en la Vanity Fair!, que además de publicar magníficas fotografías, tiene artículos de fondo estupendos y entrevistas súper sinceras con todo tipo de celebridades.
Me hubiera encantado que el Presidente Peña saliera en la portada, pero no fue posible, hay asuntos más importantes. La tapa de la revista se la llevó, ganada a ley, el ícono mundial del amasiato con final feliz, "la otra", la casi reina de Inglaterra, la que fuera una "bruja" y ahora es una venerable mujer casada, la famosa "Rottweiler": Camilla Parker Bowles.
La revista no se desvía para hablar de la delincuencia desmedida, las corrupciones millonarias o las penurias educativas en México, pero coloca a nuestro Presidente en la cumbre del estilo. Y miren, como dice mi tía "Tú siempre agradece que te tomen en cuenta".
La página 30 cuenta que Enrique Peña Nieto maneja el estilo "galán político" y que, para él, son "Imprescindibles los trajes de la Casa Bijan, en Los Ángeles, una de las boutiques más caras del mundo, donde también compra el Príncipe Carlos. Si la ocasión requiere corbata, opta por las de rayas. Cuanto más coloridas, mejor".
Por favor, no me tachen de frívola, pero la verdad me gusta que los periodistas españoles crean que tenemos un mandatario de excelente gusto, cartera desbordada y mucho mundo. Aunque no todo sea cierto, no tienen por qué saberlo.
Por todo lo anterior, me sentí decepcionada cuando llegó la Primera Dama, Angélica Rivera, al mensaje del Informe con un vestido rosita que se podría haber puesto para ir a misa de Pascua. Ya sé, ya sé que la estrella era Don Enrique, pero ésta columnista le hubiera "prendido" fuego al evento.
Si yo estuviera sentada en primera fila en el mensaje debut de mi marido en el mundo de los Informes, aparte de lanzarle besos, ¡me pondría un vestido rojo impresionante que combinara con la banda presidencial! (lo que los expertos llaman la "compenetración conyugal"). Y les juro que no es una crítica basada en la envidia, es más bien una reflexión que sale de lo profundo: creo que Angélica se vería más guapa de rojo en las monografías.
En todo eso pensaba, frente al televisor. La verdad estaba a punto de aburrirme cuando un periodista que narraba los pormenores de la ceremonia en Los Pinos soltó un emocionado: "Al Presidente lo acompaña su mujer, Angélica María, ¡perdón!, Angélica Rivera...", y yo no pude parar de reír. Ya no me enteré si hablaron del crecimiento del País o de la Reforma Energética porque me entraron las carcajadas estrepitosas con la confusión.
Soy una mujer de alegrías sencillas.