La comida anual de Los 300 Líderes más Influyentes de México se ha convertido en un acontecimiento de interés nacional. Y ahí estaba yo, en el centro de la noticia, compartiendo sonrisas y saludos con los hombres y mujeres que mueven al País.
Políticos, empresarios, artistas, deportistas, productores de televisión, cazamaridos, comunicadores, científicos, pintores, diplomáticos y personas muy cultas. ¡Ay, si nos hubieran visto!, todos juntos, tan en armonía, tan en paz. Hasta que empezó a llover y se armó la corredera.
El escenario fue el Museo Nacional de Antropología e Historia, que es una belleza, aunque tiene problemas de clima. Visité la exposición Visiones de la India y la sala estaba a -18 °C, parecía "visiones de la Antártida".
Yo no soy exactamente parte de los 300. Digamos que soy una especie de recomendadora de líderes. Porque un día me llamaron los señores Ferráez y yo me emocioné muchísimo porque pensé que formaría parte del selecto grupo, pero no, sólo me llamaron para que soltara nombres de candidatos.
Lo bueno es que el día de la comida todo el mundo se va con la finta porque cree que eres un líder y te saludan de igual a igual. Y ahí, en medio de una bendita confusión, convives con personajes increíbles, como Ana María Olabuenaga, Claudio X. González, Rafael Herrerías, Jacobo Zabludovsky, Miguel Alemán, Alejandro Soberón, Horacio Franco (el amo de la flauta de pico) o el senador Beltrones, a quien estuve a punto de abordar para que me pasara la dieta de los carbohidratos que está haciendo. ¿Han visto qué flaco?
Por cierto, este año había que calcular la información nutricional de muchos platos: wonton de atún con cebolla, espárragos con higos caramelizados y foie en reducción de balsámico, filete de pescado en salsa de cilantro con arroz azafranado y cassata de guanábana con frambuesa y maracuyá, que es una fruta con muchas vitaminas, minerales, potasio, fósforo y fibra, elementos que cualquier gran líder necesita para crecer fuerte y sano (a eso le llamo "cuidar cada detalle").
Mientras la famosa fuente invertida del patio se convertía en la cascada del Apocalipsis, aproveché para estrechar lazos con el Embajador de Japón, Shuichiro Megata, que en el fondo es un romántico. Lo sé porque entre su español y mi japonés escogimos un tema de conversación fácil (ya saben, sin muchos verbos ni conjugaciones), y así terminamos hablando ¡del color de los árboles en el otoño! (ja ja ja). Fue una charla bilateral preciosa, llena de matices.
Después de la comida "subacuática" empezó la ceremonia con la intervención del Secretario Luis Videgaray, Guillermo Ortiz y Daniel Servitje sobre "Los retos económicos de México en el mundo". Por si faltara ambiente, también participó todo un ramillete de ex secretarios de Hacienda y Crédito Público (Pedro Aspe, Jaime Serra Puche, Ernesto Cordero, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens y José Antonio Meade) y los mensajes fueron interesantes, pero, francamente, hizo falta alegría. No sé, alguna broma, un chascarrillo, un "romper el turrón" para relajar los ánimos.
Por ejemplo, en mi mesa nos quedamos con ganas de tomar el micrófono y pedir: "Queridos líderes, vamos a darle un fuerte aplauso al Hijo del Santo, que salió muy bien de la operación de cuatro hernias". O de que Emmanuel nos cantara algo ahora que está tan de moda. O mejor aún, que Manuel Velasco confesara los detalles de su próxima boda. Sé que estarán pensando que soy una columnista frívola, pero deben saber que mientras el Gobernador de Chiapas se acercaba con guaruras en formación "diamante" a abrazar a Pepillo Origel, se oía el cuchicheo de algunos "líderes", que decían "mira, es el novio de Anahí".