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De vuelta al ruedo

Hare Krishna

Martha Figueroa

El otro día fui a la India. Es que quería darle luz a esta columna y me acordé de lo creativos que se pusieron Los Beatles cuando fueron, de lo sensible que estaba Ricky Martin en Calcuta y lo felices que se veían Brad y Angelina en Bombay.

Además, tengo un par de amigos que estuvieron un ratito en Delhi y regresaron súper "iluminados", así que me dije: "Mi Martha, lánzate". Todo sea por el bienestar espiritual de tus lectores. ¡Y allá voy!

Oigan, qué bonita es la India. Nunca había visto un país como ése, es impactante. El paisaje es, hagan de cuenta, como la salida a Pachuca, pero sin hoteles de paso. Muy pintoresco.

Cuando le conté los planes de viaje a mis amigas, gritaron: "¡Uy, qué maravilla, como Julia Roberts en Comer, Rezar, Amar". Son muy románticas y leen poco.

Pero yo suspiraba por la tierra de Gandhi, del Taj Mahal y de Deepak Chopra. A punta de ignorancia, soñaba con caminar por las calles tropezando a cada paso con todos "flotando" vestidos de blanco y destilando paz interior.

Lo primero que hice al aterrizar en Nueva Delhi fue correr a comprar mucha ropa típica local para no sentirme como una extranjera sino como una más. Me emocioné y llené la maleta para estrenar todos los días y salir plena de folclor en las fotos. Ay, si me hubieran visto.

Durante mis días en la India parecía una Angélica Aragón, pero más colorida (ja ja) o, mejor dicho, era entre la Aragón y Rigoberta Menchú, porque lo combiné con algunas blusas guatemaltecas que llevé para el calor oriental.

Los contrastes en la India son tremendos. Hay un abismo entre la pobreza y la riqueza sin término medio. Pero la gente es encantadora y, como dice mi madre: "Todas las mujeres andan muy bien arregladas, hasta entre la basura". En lo que se fijan las madres, ¿no?

Bueno, también es que la basura tiene mucho protagonismo y algunas ciudades hindúes te recuerdan al bordo de Xochiaca pero con muchas mezquitas, palacios donde vivían los maharajas y templos dedicados, sobre todo, a Krishna que es una deidad increíble. La de "hare Krishna, hare Krishna, Krishna Krishna, hare hare".

Por supuesto me urgía ver el Taj Mahal y debo decir que es pre-cio-so. Sobre todo de lejos. Que luego te vas acercando y pierde un poco de gracia, como muchas cosas en la vida.

Por cierto, justo enfrentito está el Instituto del Leproso. Yo digo que lo pusieron ahí para que no pierdas el piso después de ver una maravilla como ésa.

Pero hay lugares espectaculares como KHAJURAHO, donde están los templos eróticos con esculturas de 84 posturas del Kamasutra (todo mundo se deprime al ver tantas opciones).

Varanasi, una de las ciudades sagradas a orillas del río Ganges y Bombay, que pudiera ser entre Londres y Veracruz. Me encantó. Ver cine en Bollywood es divertidísimo y, si te sientas adelante, ¡es más barato! (y la ves primero, digo yo).

Dicen que lo mejor de la India está en el sur, aunque lo que te enseñan es el norte. Seguro para que no se queden los visitantes porque ya hay sobrepoblación, sobre todo de buscadores y "echadores" de luz.

Yo debo confesar que no encontré la luz ni vi gente haciendo yoga, ni meditando suelta por doquier. Le tenía que haber pedido contactos y tips a Ricky.

Lo que sí me topé en el camino fueron muchas vacas y un DATO hermoso: de las parejas que se casan, menos del 1% se divorcia. ¿No es alucinante? Se lo toman muy pero muy en serio.

Es más, tengo que regresar por eso, porque INDIA es como sus matrimonios arreglados: al principio la odias, pero luego le tomas cariño.

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