Un grito desgarrador se escuchó en el aire, en cuanto apareció el vehículo que la transportaba: "¡Asesina. Maldita!".
Florence Cassez acababa de abandonar la cárcel, tras el fallo de la Suprema Corte que concedió el amparo, liso y llano, por graves violaciones a sus derechos humanos.
Afuera del penal, los familiares de las víctimas alegaban: ¿Y nuestros derechos? ¿Dónde quedan? ¿Quién los protege?
Cómo explicarles a ellos y al pueblo en general, que todo procesado tiene derecho a un debido y justo proceso. Que si no es así se violan derechos fundamentales del hombre.
Cómo explicarles que los ministros tienen que velar por que esos principios fundamentales se cumplan y que, desde luego, sí hay responsables de que se haya decretado esa libertad y son las autoridades policiacas y del Ministerio Público que hicieron las cosas mal.
Que si no se vela por que esos principios se cumplan, las autoridades pueden condenar a muchos inocentes a pasar muchos años en la cárcel sin haber cometido delitos, sólo porque esas autoridades los fabricaron.
Puede no haber sido este el caso, pues la Corte no dijo que la francesa fuera inocente, sólo que existieron violaciones graves a derechos fundamentales y si antes eso era grave, ahora más después de la reforma al artículo primero constitucional, que obliga a las autoridades a cumplir con las disposiciones de los tratados internacionales que consagren este tipo de derechos.
Es sin duda un problema cultural. No nos acostumbramos a respetar íntegramente ese tipo de derechos. Si alguien es culpable queremos que lo cuelguen en la plaza pública, pero si nos pasa a nosotros queremos que se respeten nuestros derechos; y una cosa lleva a la otra.
Las autoridades policiacas e investigadoras, deben aprender a hacer las cosas bien, a cumplir con la ley; a no inventar ni alterar para fortalecer una causa y que sepan que si lo hacen van a ser responsables por ello.
¿Quiénes son pues los responsables?: Las autoridades que hicieron las cosas mal, los que en su ánimo de lograr notoriedad, alteraron los hechos y violaron derechos.
La opinión de los ministros se dividió, pero a ninguno le tembló la voz para externar su criterio y su voto. Ellos están obligados a velar por que prevalezcan los principios de derecho y, en este caso, el de debido proceso y legalidad.
Es muy fácil viajar en el sentido de lo que quiere la opinión pública, pero estarían faltando a su función.
Culpar a la Corte, es como culpar a un mensajero por el sentido del mensaje. Ellos revisan folios y vigilan que los autos estén de acuerdo a la ley. Sí no es así, aunque no se los aleguen, deben velar por el cumplimiento de los principios a que nos hemos referido.
Pero, ¿cómo explicarle esto y que se comprenda bien a quien perdió a un esposo o a un hermano a manos de unos secuestradores? Es difícil, porque el sentimiento nubla la razón y nos impide ver con claridad.
Tenemos que recorrer un largo camino en el conocimiento y comprensión de los derechos humanos, antes de que podamos corregir los graves errores que traemos arrastrando desde tiempo inmemorial. Pero en algún momento tenemos que empezar al costo que sea.
Sí hay responsables y ellos y el Estado deben responder por las fallas.
Florence, será recibida en Francia con fanfarrias al son de la Marsellesa y caminará sobre un tapete de flores por los Campos Elíseos, aunque para muchos en México sea una "Maldita criminal".
Aprendamos a hacer las cosas bien y no tendremos que pasar por estos tragos tan amargos y vergonzosos. Porque lo vergonzoso no es la resolución de la Corte, sino la forma en que actuaron la Policía y la Procuraduría, ahora Fiscalía.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".