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Del liderazgo transaccional al transformador

Leonardo Curzio

Termina el año con una coloración francamente contrastante. Por un lado tenemos una impresionante secuencia de reformas que han tocado un montón de "elementos intocables" de la vida económica y política del país. No cabe duda de que cuando pone uno en el tablero de los cambios figuras tan controvertidas como la apertura del sector energético o la reelección inmediata de los presidentes municipales, el balance es impresionante. El presidente Peña ha demostrado tener un potente liderazgo transaccional, empezando por disciplinar a su propio partido. No es inútil recordar, cuando se goza del éxito, que durante años el PRI fue el partido que obstruyó las reformas que ahora ufano presume. No se le puede negar, en cualquier caso al Presidente, su habilidad para lograrlo.

Conviviendo con esta oleada reformista (que debería en teoría generar optimismo), constato un severo deterioro del aprecio de la opinión pública por el gobierno. El barómetro de la opinión pública indica desencanto. Los temas económicos y el incremento de precios e impuestos han irritado a la gente hasta extremos nunca vistos en los últimos años. Veremos si el año 2014 trae mejores indicadores, la opinión pública se serena. Por otra parte, la tregua que el gobierno consiguió en los temas de seguridad parece haber llegado a su fin. Lo que antes era un problema de la estrategia de la administración anterior, hoy repercute con insistencia en el Gobierno federal. Además, ha subido la percepción de que la lucha contra la corrupción no es una prioridad.

La pregunta del 2014 es: ¿El liderazgo transaccional que ha podido sacar las reformas adelante podrá transmutarse en un liderazgo transformador? No me cabe la menor duda de que para conseguir este objetivo hacen falta dos grandes componentes que hoy están todavía ausentes. El primero es una reforma administrativa que permita transformar la realidad. En este país sabemos muy bien la distancia que hay entre el país legal y el país real. La presunción de inocencia, por ejemplo, es una cosa que contemplan las leyes, pero es muy diferente encontrarte a un policía judicial a las 11 de la noche y decirle que conoces tus derechos. En el país de las reformas la realidad puede desmontar todo el entusiasmo inicial.

El segundo es transformar la infraestructura del país para hacerlo más competitivo. La España de Felipe González no se transformó solamente por cambios legales, sino por la modernización del aparato administrativo y también por autovías, autopistas, aeropuertos de clase mundial y trenes de alta velocidad. Es más fácil creer que estás en un país moderno cuando en un par de horas puedes trasladarte de Madrid a Barcelona en tren, que un país en el cual los trenes no existen entre sus dos principales ciudades, las autopistas son insuficientes y el puente aéreo te puede suponer cinco horas.

Esos son -en mi opinión- los grandes desafíos del año. Felicidades a ti, amable lector.

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