Reconozcámoslo: el progreso de la ciencia no depende sólo de nuevas tecnologías, sino de lo rápido que se adapten las políticas de investigación, las prácticas, los formatos y hasta los valores culturales de los países que deseen sumarse a la cooperación científica global. Existe una tendencia mundial entre investigadores, instituciones y gobiernos para compartir el conocimiento científico utilizando las ventajas tecnológicas que ofrecen Internet y la digitalización de la información. Ahí está, por ejemplo, la construcción del mapa del genoma humano, con un menor costo y en un menor tiempo, gracias al acceso e interoperabilidad de la información.
En 2004 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, a la que pertenece el Estado mexicano, emitió los lineamientos y principios para el acceso abierto para datos e investigaciones financiadas con recursos públicos: la accesibilidad, flexibilidad, transparencia, legalidad, protección intelectual, sustentabilidad, calidad e interoperabilidad deben ser los principios rectores de las políticas de acceso abierto de los países miembros. Además, el pasado 22 de febrero la oficina de políticas para la ciencia y la tecnología de Estados Unidos emitió los lineamientos para la publicación en formato de acceso abierto de todas las investigaciones financiadas con recursos federales.
¿Qué pasa en México? En 2011, de acuerdo con un estudio realizado por la UNAM y el Centro de Estudios Imanol Ordorika, por cada 10 investigaciones producidas por instituciones públicas de educación superior, las privadas desarrollan sólo una. Sin contar con una legislación y ejecución de políticas públicas en materia de acceso abierto, la UNAM y la UAEM son pioneras en América Latina de esta política de difusión científica. La Universidad Autónoma del Estado de México, a través de Redalyc, agrupa a más de 800 revistas científicas de distintas universidades y pone a disposición de investigadores y estudiantes más de 260 mil artículos científicos.
El conocimiento se potencializa cuando se comparte y accede con libertad a la información y el acceso abierto ofrece la posibilidad de hallar puntos de encuentro donde la investigación realizada no sea un acervo perdido, sino un cúmulo de información accesible y actualizada.
El reto sería que cualquier persona en el mundo con una conexión a Internet pueda acceder libremente -sin ninguna restricción de tipo económico, técnico o legal- a la información científica, académica y cultural, poniendo en salvo la protección de los derechos de sus autores.
Hoy en México, con la participación de todas las fuerzas políticas, estamos avanzando hacia una reforma educativa de fondo; el Congreso analiza y discute una reforma en materia de telecomunicaciones pospuesta por décadas para, entre otros aspectos, lograr que todos los mexicanos accedan a las nuevas tecnologías de la información. A los mexicanos nos urge insertarnos en la sociedad del conocimiento y ser más competitivos. Democratizar el acceso al conocimiento científico y tecnológico es un paso más en ese sentido.
El único límite a la reproducción y distribución de los artículos publicados no puede ser otro que garantizar a los autores el control sobre la integridad de su trabajo y el derecho a ser acreditados y citados. En opinión de los investigadores, "lo más que pueden perder es el anonimato".
Por todas estas razones, impulso en el Senado una iniciativa para regular el acceso abierto en México mediante reformas a las leyes General de Educación y de Ciencia y Tecnología. Es hora de potenciar el presupuesto público que se destina a esos trabajos y democratizar el acceso al conocimiento: que cada mexicano que desee obtener conocimiento de calidad no encuentre en su condición económica una limitación para alcanzarlo.
