Miguel Ángel Mancera lo tomó como un triunfo. Este 24 de agosto declaró: "Cuando tienes aquí a 20 mil personas que están en una posición donde se puede dar un enfrentamiento, la consecuencia de la contención de esas personas puede ser lo que nadie desea, que yo reitero es el derramamiento de sangre." Y añadió: "Sí se puede arreglar como se arregló ayer… Buscamos las mejores opciones para todo mundo, pero lo que debemos evitar es una confrontación mayor."
Con este argumento se justificaría también que la autoridad dejara de intervenir en secuestros, extorsiones o robos. Toda acción de gobierno para hacer cumplir la ley o defender a los ciudadanos de robos y agresiones puede llevar a derramamiento de sangre. Mancera está preconizando un gobierno que deje de gobernar.
Claro que el gobernante capitalino logró su prioridad: la realización del Maratón de la Ciudad de México. La CNTE se lo permitió, aunque no desde el lugar previsto originalmente, en agradecimiento al apoyo recibido de él.
De hecho, Mancera ha corrido con mejor suerte que los residentes o dueños y trabajadores de los comercios, hoteles y restaurantes del centro histórico, que han sufrido el desplome de sus ingresos y deben vivir y trabajar en un lugar inaccesible y abrumado por la pestilencia de la orina y las heces de los maestros. También le fue mejor que a quienes no alcanzaron sus vuelos el viernes 23 de agosto o a los que han perdido ingresos o incluso el empleo por los bloqueos. Los altos funcionarios, como Mancera, tienen oficinas alternas y helicópteros para trasladarse. Cobran además sus sueldos aunque no se atrevan a cumplir con su deber.
Cuando Mancera, un gobernante hasta ahora bastante popular, dio el banderazo de salida del maratón este domingo, hubo rechiflas entre los participantes. Uno protestó porque una grúa se había llevado su automóvil y señaló que no es justo que la autoridad sancione a los ciudadanos por estacionarse mal, pero no a los maestros cuando bloquean las calles. Su automóvil le fue devuelto. El mensaje es que todas las leyes y los reglamentos están dejando de aplicarse en la ciudad.
Decir, como afirmó Mancera, que "sí se puede arreglar" el problema "como se arregló ayer" es no entender lo que está pasando. La tregua que la CNTE le concedió para su maratón no va a durar. Los activistas (en realidad no son maestros) siguen en plantón en el Zócalo y continuarán con sus acciones, quizá no en contra de su amigo Mancera, pero sí de los ciudadanos.
Los activistas pueden aguantar indefinidamente. El gobierno oaxaqueño de Gabino Cué les paga su sueldo aunque no se presenten a trabajar. El federal, aterrado, retiró cuando menos temporalmente el dictamen de la iniciativa de la Ley Profesional del Servicio Docente, aunque dice que no se echará para atrás en la reforma educativa. Los activistas advierten que el maltrato sufrido hasta ahora por los capitalinos es apenas una probada y Mancera confirma que no hará nada por ayudar a los ciudadanos.
Es falso, por supuesto, que para proteger a los capitalinos haya que derramar sangre. En ninguna ciudad democrática del mundo se permiten los bloqueos, pero tampoco hay sangre. El gobierno cumple con su responsabilidad y los grupos de poder limitan sus protestas. En la ciudad de México, sin embargo, la falta de autoridad nos hará recaer en la ley de la selva, con toda su violencia, como lo señalaba John Locke.
VIOLAR REGLAMENTOS
A las cinco de la mañana del domingo empezaron las pruebas de sonido de un templete en el Paseo de la Reforma para el Maratón de la Ciudad de México. El ruido era cuando menos del doble de los 62 decibeles que permite el reglamento de contaminación acústica. Durante horas la calle retumbó con música y aullidos de un locutor. Lo bonito de ser gobierno es que puedes violar los reglamentos que estableces para los demás.
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