Una serie de entierros prehispánicos, con más de mil años de antigüedad, fueron descubiertos cerca de la zona arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán. (EFE)
Una serie de entierros prehispánicos, con más de mil años de antigüedad, fueron descubiertos cerca de la zona arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán, como parte de un salvamento iniciado a partir de la ampliación de una carretera.
De estos vestigios, se destaca que la mayoría de los esqueletos se halló dentro de cistas, junto con casi 30 piezas de cerámica, dos de las cuales tienen jeroglíficos, algo poco reportado en el área, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se estima que los entierros, ubicados en el sitio maya de Xtojil, datan de entre los años 600 y 800 d.C., cuando la antigua civilización Maya aún no se convertía en el centro rector del norte de la península.
Hallazgos de este tipo han permitido a los especialistas determinar que hace más de mil 200 años, la densidad de la población era considerable, aunque dispersa en asentamientos cercanos a cenotes, para luego conformarse en una unidad y desarrollar la capital que dominó el área, Chichen Itzá.
Durante la realización de las obras para ampliar la carretera que conecta a las poblaciones de Libre Unión y Yaxcabá, se llevó a cabo el salvamento arqueológico, coordinado por los investigadores José Osorio León y Francisco Pérez Ruiz, así como con las colaboraciones de los arqueólogos Mariza Carillo y Cristian Hernández.
A fin de localizar vestigios prehispánicos para evitar afectaciones al patrimonio que pudiera hallarse en el trazo carretero, se realizó previo a las obras de infraestructura, una prospección arqueológica.
En este tramo, se detectaron 28 estructuras arqueológicas de distintas dimensiones, la mayoría colapsadas y que van desde cimientos simples sobre nivelaciones naturales del terreno y basamentos habitacionales más elaborados, hasta estructuras piramidales de entre seis y 12 metros de altura.
Más de la mitad de las estructuras se concentran en Xtojil, próximo a la comunidad de Libre Unión. El asentamiento prehispánico alcanzó un importante desarrollo gracias a las fuentes de agua cercanas como el cenote que le da nombre y una gran laguna llamada Sayausil.
El arqueólogo José Osorio informó que la denominada Estructura 22, donde se descubrieron los 10 entierros, se afectó parcialmente en década de 1950, cuando se construyó la carretera, sin embargo aún se encontraron definidos sus muros norte y sur, así como el cimiento de una edificación de planta absidal, en su lado poniente.
Detalló que de los 10 entierros, siete corresponden a individuos depositados extendidos dentro de cistas, con medidas de 1.80 metros de largo por 60 centímetros de ancho, en promedio.
Además, dos de estos individuos inhumados fueron dispuestos directamente en posición sedente, dentro del relleno constructivo de la Estructura 22, y uno más se halló al interior de una vasija, por lo que se dedujo que corresponde a un entierro secundario.
Como parte de los materiales ofrendados a los individuos que fueron colocados en las cistas, se encontraron casi 30 piezas de cerámica, entre platos, cajetes, cuencos, ollas y vasos, también se detectaron navajillas de obsidiana, cuentas de jade y pendientes de concha, indicadores de que existía comercio con otras regiones de Mesoamérica.
De las antiguas piezas de alfarería sobresalen un vaso y una olla pequeña que poseen inscripciones jeroglíficas, algo poco reportado en el área. Los estudios epigráficos de estos objetos serán fundamentales para comprender a mayor profundidad la historia de Xtojil y su relación con otros asentamientos de la región.
A excepción de los entierros sedentes , que aún se estudian, el resto de los esqueletos mostraron mala preservación y hasta el momento no se ha podido determinar el sexo de los individuos depositados en las cistas, de lo que hasta ahora se ha observado, la mayoría corresponden a adultos y aparentemente no presentan deformaciones.
Subrayó que el contexto funerario de Xtojil no puede ser comparado con un cementerio, al menos en la acepción occidental del término, sino el basamento fue de carácter habitacional, el cual tuvo una ocupación muy prolongada, al menos del 600 al 800 d.C., de manera que la familia y sus descendientes fueron enterrándose en el mismo espacio.
Los antiguos sitios como Xtojil, aunque estuvieron habitados en el auge de Chichén Itzá, entre 900 y 1200 d.C., fueron ocupados desde siglos antes, entre los años 600 a 800 d.C., ya que muestran características, tanto cerámicas como arquitectónicas, de esa época.
Osorio indicó que de los basamentos localizados a lo largo de lo que es la ampliación de la carretera Libre Unión-Yaxcabá, solo han sido intervenidos las secciones que dan hacia la autovía, de modo que algunos podrán ser observados por automovilistas y transeúntes, entre ellos la gente de las comunidades.
Añadió que las estructuras mejor conservadas quedarán intactas, mientras que las más afectadas se excavarán y existe la propuesta de conservarlas al lado de la vía carretera, con la finalidad de que las poblaciones cercanas vean que esos montículos son en realidad vestigios arqueológicos y crear conciencia de que no todos tienen la monumentalidad de la pirámide El Castillo, en Chichén Itzá.
El salvamento en Xtojil concluirá este mes y ha permitido tener un panorama más completo sobre las características de los asentamientos cercanos a Chichén Itzá, una línea de investigación que han seguido los arqueólogos José Osorio León y Francisco Pérez Ruiz en los últimos años.