En estas noches de frío, de duro cierzo invernal, me arrebujo en las cobijas, llegando hasta mis oídos, las descargas del arrabal. No necesariamente agregaría lo de arráncame la vida, de eso se encargan otros, lo que no deja de ser un remedo de la inspirada melodía del flaco de oro, Agustín Lara.
Es un frío que cala hasta los huesos, como si no trajéramos nada encima. Siento que este invierno es más crudo que los anteriores, estoy aterido. Pero no, lo que pasa es que los años cada día pesan más. Al cuerpo, mientras más días transcurren, le cuesta un mayor trabajo producir calorías. Ni arrimándonos a una estufa antigua logramos recuperar el poco calor que huye de los viejos, como si ya no les fuera necesario. ¿Para qué gastar en leña? Esas y otras disquisiciones del mismo jaez pasaban por mi mente, lo mejor decidí es permanecer en casa. Miré distraído el libro de Maurice Joly que en ese instante me impresionó, pues como si tuviera vida propia me habló en español con evidente acento francés.
En el año de 1864, publiqué anónimamente en Bruselas el libro que titulé Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, satirizando y denunciando el régimen de Napoleón III cuyo costó fue ah! mon ami el ir a parar a la cárcel. Hay hombres en esta vida en el que se ceban la discordia y la cizaña. En efecto, el libro fue incautado, por la Policía francesa, cuando se pretendió introducir de contrabando en varias partidas, pues fue incautado de inmediato, conociéndose que yo era el autor, arrestándome ipso facto. Los defensores del Imperio me atacaban y para los republicanos, lejos de ser considerado un mártir, vine a constituir un estorbo. Son las injusticias de la vida, qué le vamos a hacer.
Obtuve el título de abogado y cuentan que fui un joven rebelde que se escabulló de varios colegios. Al salir de prisión fundé un periódico, fracasé. Habiendo enfermado, en la miseria y lleno de amargura, en 1878 abandoné este mundo por la puerta falsa. Al descubrirse por casualidad que la obra de los Protocolos de los Sabios de Sión fue un plagio, teniendo como modelo Diálogo en el infierno, obra de Maurice Joly. Fue como esta última adquirió relevancia, considerándose que merecía ocupar un lugar de privilegio en la literatura universal. Mientras, había sido relegada a los estantes del olvido.
Ya entrando en el diálogo, obra de la imaginación de Maurice Joly, Maquiavelo contesta: Os engañáis, Montesquieu, siguiendo el ejemplo de otros que me han juzgado como vos. Mi único crimen fue decir la verdad al pueblo; no la verdad moral, sino como es, como será siempre. No soy yo el fundador de la doctrina cuya paternidad me atribuyen, es el corazón del hombre. El maquiavelismo es anterior a Maquiavelo. ¿Quién en vuestro tiempo, me rindió un homenaje más clamoroso que Federico II? Pluma en la mano, me refutaba en interés de su popularidad, pero en política aplicaba rigurosamente mis doctrinas. ¿por qué inexplicable extravío del espíritu humano se me reprocha lo escrito en esta obra? Tanto valdría censurar al historiador por escribir la historia o a la abeja por hacer la miel en los panales o al ave que moviendo las alas remonta los espacios.
Los personajes que con gran ingenio literario utiliza el autor, son: Charles Louis de Secondat, Señor de la Bréde y Barón de Montesquieu, que recrea en El espíritu de la leyes el modelo político inglés de la separación de los poderes y monarquía constitucional, al cual considera Montesquieu como el mejor en su tipo como garantía contra el despotismo, que es la autoridad absoluta no limitada por las leyes ni por ningún control constitucional. El otro, Nicolás de Maquiavello, es famoso por sus frases sobre política. Historiador, filósofo y político, es sinónimo de astucia y duplicidad, cuyos escritos sobre habilidad política es proverbial e insolente.En fin, lea usted a Maurice Joly no se arrepentirá.
A los lectores de El Siglo de Torreón les deseamos Feliz Año de 2013, que sea de dicha y prosperidad.