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Días desorbitados de patriotismo…

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Pronto vendrán los días hermosos de un patriotismo desorbitado cuando le llegue a cada mexicano la oportunidad de gritar en la medianoche del 15 al 16 de septiembre ¡Viva México! Y, después…, ¡mueran los gachupines!; las dos parlantes imágenes tricolores de escasa o mediana caricatura debido a un borroso y desdibujado nacionalismo.

El inocente extranjero que presencie nuestras ceremonias patrias no verá razón, causa o motivo para explotar con este júbilo hechizo en una generalizada exaltación popular para la noche del 15 y menos que justifique el patriótico desfile del día 16.

Concluida la tarea de exaltar la celebración tricolor con mucha fibra patriótica, dado el reconocido entusiasmo de nuestra fiesta anual, quienes asistamos a "la noche del grito" podremos desternillarnos una y muchas veces más con varios "¡Viva México!" o ¡Viva la Independencia! y ¡mueran los gritones!, que solamente echan de su ronco pecho algún gargajeante y sofocado grito como una expresión solamente apta para algún animoso borrachín o alguno que otro contentillo de ocasión. Y va a pasar, como siempre pasa, el desfile tradicional del 16 de septiembre. Quienes mantengan sus colmillos avezados a estas expresiones fonéticas, habrán de prepararse para enfrentar tanto la ronquera como la difícil deshidratación alcohólica que pudieran haber contraído durante la noche anterior, siempre que el espíritu precavido les haya hecho correr a surtir las recetas que ayudarán a atenuar las muy probables molestias de su reseca garganta y resaca total.

Sin embargo, ahora hay otras circunstancias no precisamente históricas, sino histéricas; (¡ay!) en que los hijos volverán a la escuela, lo que requiere el cumplimiento con una larga lista de compromisos económicos; desde los uniformes escolares, (formales, oficiales, deportivos…), además de libros de texto, lápices, plumas, colores, plastilinas y cartulinas de varios tamaños, así como las aportaciones para las cuotas escolares, fortalecer las sociedades de padres de familia y un sinfín de exigencias que agotarán, en pocos minutos, las dos semanas del último salario.

Mas no hay nada qué hacer, sino deglutir el lonche que nos ponen los gobiernos sobre la mesa; ya después pagaremos el impuesto gastronómico y la acidez estomacal…

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