Dominando las olas
A simple vista el surf es una práctica simple, pues basta con ‘montar’ las olas sosteniéndose de pie sobre una tabla. Sin embargo no cualquiera consigue mantener ese equilibrio. Y más aún, para la mayoría de los surfistas, más que un deporte se trata de una filosofía.
Cerca de la costa, sobre su tabla, un joven rema fuertemente con los brazos para igualar la velocidad de la masa acuática que se aproxima; ha estado esperando y no piensa dejar ir la oportunidad. Justo en el momento en que la ola empieza a formarse, en un rápido movimiento se pone de pie y gana una velocidad impresionante, mientras una pared de agua de más de cinco metros de altura le pasa por encima formando un tubo perfecto de líquido y espuma. En su mente el tiempo se detiene por unos segundos mientras experimenta la comunión con el océano. Continúa avanzando una distancia considerable hasta que la ola rompe por completo y vuelve a ser una con el mar.
Así es el surf. Y seguramente la escena le resulta familiar, pues ya sea en cine o televisión, o tal vez en alguna visita a la playa, le ha tocado presenciar esta fascinante actividad.
MI ALMA DE SURFISTA
El surf es un deporte de riesgo, pero no tan peligroso como se piensa, la posibilidad de lesionarse es menor que tratándose del fútbol americano o el soccer.
Para practicarlo se requiere lo siguiente:
-Saber nadar a la perfección. Es imprescindible. De hecho no existe una edad mínima ni máxima para surfear, siempre y cuando se tengan las facultades necesarias para permanecer en el agua durante largos periodos.
-Una tabla. Su elección es fundamental. Las características del surfista definen el tamaño y la forma de este artefacto, si bien a los novatos se les recomienda una tabla evolutiva, que es de tamaño grande y con punta redondeada, para mayor estabilidad y flotabilidad. Hay además diversas opciones como gun, fish o shortboard; lo aconsejable es asesorarse con un experto antes de adquirir cualquiera. Y recordar que la tabla no hace al surfer.
-Mucha paciencia. La mayor parte del tiempo que permanece en el mar, el surfista está remando en busca de olas. Una vez que consigue abordar una, lo que dura en ella es sólo un instante. Después debe remar otra vez océano adentro y esperar una nueva ola.
Para alguien que apenas está iniciándose en el mundo del surf, un consejo elemental es no ingresar solo al agua. Los novatos son más propensos a sufrir accidentes y puede ser necesario el auxilio de algún compañero.
Igualmente se sugiere realizar calentamiento para evitar calambres. Resulta básico no tomar crestas grandes en el primer acercamiento, sino empezar por olas chicas o espuma, e ir avanzando en el tamaño sólo hasta que se domine cierta técnica.
Los riesgos:
-Ser atrapado por una ola puede traer consecuencias serias, desde recibir golpes en el lecho marino (rocas, arena o arrecife) hasta provocar el ahogamiento.
-Golpes contra la tabla.
-Ataques de la fauna: tiburones, cocodrilos, medusas, rayas, erizos, entre otros.
-Infecciones. El agua que entra por la nariz o los oídos suele provocar enfermedades como sinusitis. También los ojos y los genitales están expuestos.
-Sobreexposición al sol. Es importante usar bloqueadores solares así como ropa adecuada para no exponerse a quemaduras.
UN ÉXITO A FUEGO LENTO
Pero ¿de dónde salió el surf? Su historia es por sí misma apasionante y con altas y bajas. La acción de subirse a las olas en una tabla surgió en el oeste de Polinesia hace 3,000 años y los primeros en realizarla fueron los pescadores, quienes encontraron en este método una manera fácil y rápida de llegar a la costa con su carga. De ser parte del trabajo, la práctica se convirtió en un pasatiempo y posteriormente en deporte.
Los colonos polinesios que se asentaron en Hawái ya eran buenos surfers y tras algunos siglos surcando en las olas de las islas, lo convirtieron en parte de su estilo de vida. En un viaje a Tahití, el británico James Cook observó que los aborígenes tomaban las olas en unas pequeñas canoas. Después, en 1778, una expedición de Tahití a Norteamérica capitaneada por él mismo llegó a unas islas desconocidas. Ahí un teniente, James King, escribió en sus diarios acerca del sorprendente ejercicio del he’e nalu, vocablo hawaiano que significa deslizamiento sobre las olas. Sería mucho después que comenzó a emplearse el término anglosajón surf, navegar.
Cuando fue descubierto por los europeos, el surf ya era un elemento integral de la cultura hawaiana; estaba al alcance de todos los niveles sociales (aunque con ventajas para las clases privilegiadas, como tablas de mejor madera) e incluso algunas disputas se resolvían surfeando.
A inicios del siglo XIX, con la llegada de los misioneros a Hawái, el surf fue considerado inapropiado. Para finales de siglo estaba casi extinto. Sin embargo, empezó a resurgir a principios de 1900 gracias a cuatro personas, un hawaiano y tres haloes (no nativos). Estos últimos: Jack London, George Freeth y Alexander Hume. London era escritor y surfista. Freeth fue el pionero en llevarlo fuera de las fronteras de Hawái y enseñarlo en California. Hume fundó clubes alrededor del planeta para la práctica del surf y realizó conferencias para darlo a conocer.
Pero el hombre clave fue Duke Kahanamoku, un campeón olímpico en natación, originario de Honolulu, quien viajó por todo el planeta realizando demostraciones de surf. Además en 1925 rescató a ocho pescadores de un naufragio en California, empleando su tabla para los salvamentos. Desde entonces los salvavidas de mar abierto usan una tabla en sus rescates. Kahanamoku tuvo apariciones en una veintena de películas y su amistad con infinidad de personalidades de la farándula contribuyó a que el surf se difundiera rápidamente en la costa oeste de los Estados Unidos. De ahí, se expandió a otros países.
El boom estaba por venir. Tras de la Segunda Guerra Mundial, nuevas tecnologías fueron aplicadas al surf. Se fabricaron tablas más ligeras y resistentes que permitían tomar olas más grandes y durante mayor tiempo. A la par, el desarrollo del automóvil y la apertura de numerosas carreteras posibilitaron a los surfers realizar surfaris, viajes cuya finalidad es descubrir playas con olas grandes.
Para los sesenta documentales como The Endless Summer (Bruce Brown, 1966) y la música de los Beach Boys, masificaron la cultura del surf y éste se convirtió en un fenómeno global. Desde entonces su popularidad se ha extendido prácticamente a todo el orbe.
VIVIR EL SURF
Para la mayoría de sus adeptos, el surf representa un estilo de vida más que un deporte o una moda. El surfer tiene que estar imbuido de un sentimiento de libertad y de respeto por las fuerzas de la Naturaleza.
El compañerismo es otro de los factores cruciales dentro de la cultura del surf, para ayudar y enseñar a los demás. Una regla no escrita es la austeridad: al surfista no le importan la moda o las marcas de las tablas, lo más importante son las olas y el océano.
Su filosofía es ver al surf como una analogía de la vida, en la que es decisión individual tomar las olas importantes y cada cresta se convierte en una oportunidad. La tabla es la base, los ideales la integridad. Desde esta perspectiva, existen tres tipos de personas: las que se quedan mirando el océano desde la playa, las que se meten al mar sin nada en las manos, y aquellas que se adentran con su tabla, esperando pacientemente el instante oportuno y la ola indicada.
Correo-e: cpacheco@elsiglodetorreon.com.mx