Se le quemaban las habas a César Camacho. Apenas unos minutos después de que cerraron las urnas este domingo 7, el presidente nacional del PRI ya declaraba vencedor a su candidato, Fernando Castro Trenti, en la contienda por el gobierno de Baja California. Llegó incluso a exigir que así como Luis Donaldo Colosio reconoció el triunfo panista de julio de 1989, el PAN debía reconocer ahora la victoria del tricolor.
La prisa, sin embargo, es mala consejera. El Programa de Resultados Electorales Preliminares (con todos sus problemas) empezó a darle una ventaja persistente al candidato del PAN-PRD Francisco Vega desde un principio. Al final Kiko obtuvo la victoria con más del 47 por ciento del voto, tres puntos porcentuales arriba de Castro Trenti.
La lección es clara. Los políticos deben esperar a tener información sólida antes de declararse triunfadores. Pero en México siguen viviendo del madruguete.
A pesar de que el presidente del PRI nos salió con su domingo 7, la verdad es que no le fue mal al partido en las elecciones. El partido no pudo ganar el gobierno de Baja California, que se había convertido en la meta emblemática, pero conquistó tres de los cinco municipios del estado, incluyendo el mayor de todos, Tijuana, dejándole a la alianza PAN-PRD solamente Mexicali y Rosarito. En contraste, el PAN y el PRD están en camino de arrancarle al PRI la mayoría en el congreso local.
La participación ciudadana fue apenas superior al 39 por ciento. Los electores en el estado simplemente no se interesaron por el proceso a pesar de que se elegía gobernador. En el resto del país hubo también altas tasas de abstención, más explicables por ser elecciones de medio sexenio. Pero esto significa que una minoría está tomando cada vez más las decisiones por el resto de los ciudadanos.
El voto diferenciado en Baja California fue notable. Los electores repartieron su sufragio sin seguir una línea partidaria. Todo lo contrario ocurrió en Hidalgo, la tierra del secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, donde el PRI obtuvo "carro completo" en la votación para el congreso local. En casi todo el país, de hecho, el tricolor demostró su control electoral, quizá porque en un escenario de poca participación es el partido que tiene mayor capacidad de llevar gente a las urnas.
En Puebla, sin embargo, el gobernador Rafael Moreno Valle del PAN-PRD refrendó su influencia y logró triunfos importantes, entre ellos el de la capital. En Aguascalientes el resultado fue muy cerrado, pero la coalición PAN-PRD derrotó al PRI del gobernador, Carlos Lozano, en la capital. En Tlaxcala el PRI salió adelante, pero por escaso margen. Importantes son, en cambio, los triunfos del PRI en la ciudad de Oaxaca y Benito Juárez (Cancún).
No hay duda de que el PRI se consolida como el partido más importante del país. Quizá nunca dejó de serlo. Es muy raro, de hecho, que el PAN o el PRD en solitario derroten a los priistas. Sin embargo, las alianzas entre estos dos partidos, aunque parezcan contra natura, están propinando algunas derrotas importantes al PRI. Por eso las seguiremos viendo. El poder es más importante para muchos que los principios.
El proceso recalca que seguimos teniendo una democracia sin demócratas, con políticos que proclaman triunfos inexistentes o que protestan toda derrota como fraude. También vemos innegables prácticas ilegales. A pesar de que tenemos un sistema electoral de admirable arquitectura, vivimos todavía en una democracia inmadura.
PACTO POR MÉXICO
Dice Gustavo Madero que los supuestos abusos del PRI en las elecciones pueden llevar al retiro del PAN del Pacto por México. ¿Será cierto? Lo dudo. Pero las amenazas son ya un cansado sonsonete. Si el pacto es bueno, hay que apoyarlo; si no lo es, hay que descartarlo. Lo que es una tontería es amenazar con salirse por razones que no tienen nada que ver con las reformas que impulsa.
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