Mayúsculo problema enfrenta hoy La Laguna, parece el problema de siempre: la inseguridad. La Comarca que vio descomponerse su situación social desde hace seis años, hasta convertirse en una de las más peligrosas del país y del mundo, ha retomado la extrema escalada de violencia, esa que llegó hace más de un lustro, pero que tiene épocas que recrudece, como que la que ahora justo estamos viviendo.
Mucho se justificaban las autoridades locales cuando la salida más sencilla era atribuirle toda la responsabilidad al gobierno federal, que entonces estaba en manos de los panistas. Con ese simple pretexto, navegaron las autoridades de Durango y de Coahuila evadiendo lo que también era su responsabilidad: dar seguridad física y patrimonial de sus gobernados. Nada hay de eso.
Ahora en cambio, en esta región donde lo que impera es la zozobra consuetudinaria, y particularmente, cuando ya no hay más esa excusa de la guerra a que Felipe Calderón nos había llevado, porque hoy en los tres órdenes de gobierno los ocupa el PRI, los gobernadores de Coahuila y de Durango tienen que reaccionar de distinta manera a lo que antes lo hacían con facilidad culpando a la federación.
El recrudecimiento de las acciones criminales, los cambios en los mandos militares, la decisión de nuevamente dividir el mando de las fuerzas castrenses por estado, el incremento de las ejecuciones, pero sobre todo, la atención que medios internacionales y nacionales, han hecho que Rubén Moreira y Jorge Herrera tengan que al menos, dar la cara al problema que viven sus provincias más importantes.
Cada uno de los mandatarios ha reaccionado de distinta manera: el coahuilense se apersonó en la región y se expuso a eventos públicos. Además, le dio por hacer declaraciones donde culpaba a factores externos la causa de la violencia en Torreón. Explicaciones donde arguye fundamentalmente que la violencia viene de fuera, que tanto las armas y municiones asesinas, así como los narcóticos que por aquí circulan, no se producen en la zona. Que él ha transitado por Torreón sin ningún problema, y que se está ocupando de ello (cosa es que realidad, por primera vez en años el gobierno de Coahuila trata de hacer algo por contener la ola de violencia que estamos padeciendo).
El gobernador Herrera en cambio, sencillamente hace mutis. Evade en lo posible hacer declaraciones al respecto, pasan semanas sin visitar los municipios de Gómez Palacio y Lerdo. El silencio ha sido su opción para enfrentar públicamente el problema que vive la segunda zona poblacional de su estado, que hoy está convertido en sitio sin ley. Herrera Caldera no tiene garantías ni él mismo para circular por La Laguna de Durango, donde él es la máxima autoridad.
Para terminar de destrozar el escenario, los gobiernos de Coahuila y de Durango tienen una pésima relación, que inició entre el roce de Humberto Moreira e Ismael Hernández Deras, predecesores de los actuales gobernadores, y rivales en su tiempo en la búsqueda por posiciones políticas, como lo fue en su tiempo la presidencia nacional del PRI. De ahí surge esa antipatía.
Hermanos carnales unos, y padre e hijo políticos los otros, es natural que la falta de empatía subsista, máxime cuando el tamaño de problema que se tiene es provocado en parte por la relación obvia y natural que los fuerza tener por la composición de la Comarca Lagunera.
Cada quien con su estilo, el abogado Rubén Moreira, político de cepa, fundamentalista, testarudo y reactivo a la crítica, ha tenido que capotear el asunto con antecedentes que de suyo lo convierten un problema que lo puede rebasar. Desde declarar que "de la seguridad me encargo yo" hasta tener que soportar en el centro y norte de Coahuila hechos como los de Progreso, Coahuila, o el asesinato de su sobrino mismo, José Eduardo, hasta la banca rota en que se encuentra la tesorería estatal por los manejos irresponsables y oscuros del sexenio anterior.
Jorge Herrera, un empresario, que hace 8 años ocupaba su tiempo mayormente en impulsar su exitosa empresa familiar y que desde hace más de dos años el destino y Hernández Deras lo convirtieron en la primera autoridad de su estado y con perfil mucho más conservador, tampoco ha podido afrontar con eficacia una de sus principales responsabilidades como gobernador.
Ayer, el secretario de Seguridad Pública de Coahuila, Gerardo Villarreal, urgió a sus pares de Durango para que se unifiquen los criterios en el combate a la inseguridad. Una prueba inequívoca de la mala relación entre ambos.
Muy distintos son los gobernadores Herrera y Moreira, así como su forma de afrontar la situación, el problema es que los dos estilos son insuficientes e incapaces de resolver la inseguridad. De maneras distintas reaccionan a los acontecimientos, pero el nefasto resultado es el mismo.