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Drogas... ¿legalizarlas?

Julio Faesler

Las Naciones Unidas nos informa que ha aumentado el consumo de drogas en nuestro país. El dato es un poderoso argumento para desestimar los que promueven la legalización de las drogas.

El alza en el consumo se da en una variedad cada vez más variada de narcóticos, empezando por la humilde y universal marihuana hasta las presentaciones más sofisticadas de drogas de "diseñador" que también ya proliferan en todos los ambientes. Si el argumento de la legalización del consumo de la droga pretende simplemente abaratar su precio para el último consumidor, las estadísticas nos llevan inevitablemente a un aumento en el consumo.

El razonamiento más frecuente es que la legalización del consumo de las drogas eliminará de un solo tajo las astronómicas ganancias que se obtienen cuando se trafica con cualquier artículo prohibido. El corolario del argumento es que quitando la prohibición, elemento encarecedor, el tráfico y distribución de las drogas dejan de ser ilegales y, con ello, acaban las rivalidades entre las mafias, la violencia callejera desaparece y los crímenes relacionados con el tráfico de droga.

El razonamiento es imperfecto. Las grandes mafias no proliferan porque el consumo de drogas esté prohibido. Su multiplicación se debe precisamente porque prolifera el consumo, la creciente demanda requerirá siempre al proveedor. La lucha por los mercados seguirá por los más jugosos, mientras haya quien compre sin distinción de raza, color, sexo, nivel económico, opción de vida, religión o convicción religiosa.

El tema de la legalización de la droga requiere distinguir con cuidado lo que realmente se busca, a saber: 1) reducir el consumo, lo que no se está logrando con las estrategias en uso, sino que implica fuertes gastos oficiales que van en aumento para curar las adicciones que algunos especialistas nos presentan a una enfermedad, o bien, 2) reducir la violencia en las calles que se atribuye a las mafias que se atacan entre sí o bien a las campañas que las fuerzas armadas libran contra ellos y que no habría necesidad de eliminar si es la la criminalidad crece.

Una vez que aclarada, nítidamente, la razón de la persecución contra las mafias en México, se puede tomar la decisión correspondiente: 1) enfocar la acción a reducir el consumo por las graves consecuencias sociales y económicas que de él se desprenden, o bien, 2) dirigir la acción a eliminar a los criminales organizados sin indagar si están o no motivados sólo por el negocio de las drogas.

El crímen organizado opera en muchas especializaciones que incluyen robos a industriales y comerciantes, tráfico de personas, casinos y otros de oscura ralea.

El combate efectivo al crimen organizado, que no tiene que relacionarse siempre con drogas, depende de una policía moral y confiable, de primer orden, respaldada en ministerios públicos y jueces serios.

El mal hay que definirlo antes de seguir adelante con el gigantesco reto. Si lo que queremos es evitar que las drogas penetren aún más en nuestras comunidades y muy particularmente salvar a nuestros niños, adolescentes de entramparse en la adicción, el legalizar las drogas de cualquier tipo, para abaratarlas haciéndolas más asequibles que hoy es una receta absurda.

Si, por otra parte, lo que se quiere es acabar con la criminalidad, la legalización de la droga se dirigirá a sólo una parte del problema que tiene que ser combatido integralmente, no sólo el aspecto de drogas, por la fuerza pública sin distinguir la motivación del crimen. Tan dramático el asesinato por razones de lucha de territorios de mafiosos o cobro de deudas entre ellos como es el asesinato en secuestros, o a empresarios renuentes a pagar "protección". El crimen es el mismo y el Estado tiene que suprimirlo.

La lucha contra la droga debe centrarse en evitar que crezca la adicción, lo que no parece estar sucediendo. Esto indica que hay que aumentar el gasto público en esta campaña de salud. El gasto público también se requiere para combatir al crimen en cualquiera forma o motivo en que se presente. Se requieren inversiones importantes.

En lo que se refiere al primer aspecto, el de salud pública, hay afortunadamente muchas organizaciones privadas de caridad, de beneficencia, servicios sociales y de tipo religioso que ya contribuyen al esfuerzo dirigido por el gobierno. No así tratándose de la responsabilidad y del gasto en materia de seguridad, aquí que tiene que ser siempre oficial.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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