Hacia el siglo XVII los Países Bajos sufrieron una transformación ideológica, ya que la parte sur permaneció católica, mientras que la parte norte, Holanda, se levantó contra el dominio español y retornaron hacia el protestantismo.
La historia que narra esta tierra, que se encuentra sobre y por debajo del nivel del mar es larga, lo que implica una serie de adaptaciones tanto de forma de vida como sociales, económicas e ideológicas de quienes hayan habitado el lugar. Un acontecimiento importante como la división de Europa en un campo católico y en uno protestante en el siglo XVII afectó los ámbitos no sólo sociales, sino que dio pie a la apertura de importantes corrientes dentro de la pintura, que serían reconocidas de manera sobresaliente como el siglo de oro de la pintura neerlandesa (holandesa), en el cual autores de renombre se distinguen en un estilo poco experimentado hasta ese entonces, así como evoluciones tanto de color y técnica.
El arte en Holanda tenía un estilo sobrio, parecido al punto de vista puritano inglés, poco aficionado a la ostentosidad meridional. Por lo cual tanto la pintura como su arquitectura denotan la forma de ser de la población, la fachada del Palacio Real (antiguo ayuntamiento de Amsterdam) refleja con la magnificencia lineal y la sobriedad en la decoración, el carácter devoto y trabajador de la localidad.
Dentro de la pintura flamenca abundan los retratos de burgueses que querían postergar su imagen en sus despachos o quienes tenían alguna insignia de su cargo era motivo de poner un retrato en la sala de juntas. Por lo cual, esta costumbre se vuelve una práctica común, de ahí que autores como Frans Hals plasman en sus obras a las personas con gran detalle tanto de sus vestiduras como de su expresión. De esta manera Hals encontró la manera de inspirar alegría en situaciones ceremoniosas como en "banquete de los oficiales de la compañía de milicianos de San Jorge", donde cada uno de los doce hombres aparece mirando con gran porte al espectador. Sin embargo los paisajes de holandeses como Vlieger, Goyen o Ruisdael explican por sí mismos el cuidado que tiene la pintura de paisajes como en campos con molinos, en altamar o bosques pintorescos. En especial los nubarrones de Ruisdael que estudió los efectos de la luz y la sombra, en las obscuras nubes y aborrascadas luces del atardecer, llegando a ser considerado un maestro de la poesía de los paisajes nórdicos.
Rembrandt, uno de los pintores más destacados de este periodo, hizo una pronta carrera como pintor de retratos, incluyendo unos autorretratos rebosantes de destreza al solo trazarse con finas líneas que expresan la emoción dentro del lienzo. Además de tener una gran habilidad para el claro-obscuro, que refracta la intensidad de su obra como "El sacrifico de Isaac" o la más conocida "Lección de anatomía". También dotó a su obra de una sensibilidad íntima no teatral como lo presenta el barroco. Con lo que consiguió el vigor de las tonalidades obscuras en ocasiones con luces cegadoras con el objetivo de aumentar la intensidad de la escena, por tanto su figura es tan significativa en la pintura holandesa.
Las diferencias, la historia personal y el contexto histórico son factores que hacen de las obras de los autores piezas únicas, además del aporte que cada pintor da a su obra, la escuela holandesa contribuye con una interesante y bella forma de pintura que integra la riqueza de su pensamiento con la técnica, dando como resultado más que un lienzo un capítulo en pintura de la historia de esa nación.
