Uno de los mensajes surgidos ayer desde el patio de los murales de la Secretaría de Educación Pública fue que, una vez cumplidos por el Poder Legislativo los acuerdos del Pacto por México en materia de Reforma Educativa: la reforma constitucional y las leyes secundarias, llegó la hora de su instrumentación, de la operación del cambio. Y esta es la hora del Ejecutivo Federal y de los poderes ejecutivos de los estados, coordinados a través de los convenios suscritos por el presidente Peña Nieto y el secretario Chuayfett con los gobernadores de las entidades.
Otro mensaje de esta hora de ejecución de la reforma radica en la aparente extensión del ánimo pactista del actual gobierno a los acuerdos en el marco del pacto federal para convenir con los gobiernos estatales las nuevas reglas de corresponsabilidad en la función educativa. Y un mensaje más pareció orientado a incluir la participación de los educandos y de los padres de familia en el funcionamiento, la supervisión y la evaluación del desempeño de las escuelas públicas.
La resistencia extraparlamentaria de la disidencia sindical de los maestros aparece en retirada, al menos desde el mirador de esta FIL de Guadalajara, desde donde escribo. Pero en esta hora del Ejecutivo Federal y de los Ejecutivos estatales, la preocupación mayor pareció desplazarse, en el encuentro de ayer en la SEP, a otras resistencias: las surgidas de la incapacidad, la impotencia o la complicidad de algunos gobiernos estatales, que les impiden llevar a la práctica el punto central de la reforma en esta materia: educación de calidad a través de la recuperación, por el poder del Estado, de la función educativa, que había pasado al control de los poderes fácticos de las camarillas sindicales.
QUÉ FALTA
Por lo demás, a diez días de la conclusión del actual período de sesiones del Congreso, no ha terminado aún la hora del Legislativo, con una nueva Reforma Política a debate en las cámaras y una Reforma Energética aparentemente acordada y asegurada ya con los votos del PRI y el PAN, igual que antes se aseguró la Reforma Hacendaria con los votos del PRI y el PRD. Y aquí, la movilización extraparlamentaria de una fracción de la izquierda no tendría que ser, en principio, un obstáculo para sacar adelante la última y acaso más trascendental reforma no sólo del actual período de sesiones del Congreso, sino de la actual legislatura y quizá del actual gobierno.
Y en este punto, mucho arriesgan quienes anticipan una vez más la muerte del Pacto por México por el aparatoso, aunque incierto, en sus alcances, anuncio del abandono del PRD de la mesa de discusiones, a causa de sus desencuentros con el gobierno en materia energética. Fue éste un desplante público, un recurso escénico, no en el sentido de falso, sino en el del lenguaje teatral de la política en busca de efectos comunicativos múltiples, el más importante, al parecer, el de evitar que AMLO se vaya solo con la bandera conservadora del estatus de la industria.
Habrá que esperar al balance final. Pero sea que el PRD se reincorpore o no al Pacto, lo cierto es que la Rreforma Energética será, en su caso, producto legítimo del Pacto como mecanismo de negociación, que ya arroja rendimientos contrastantes con los anteriores tres lustros de estancamiento.
SIN LUGAR PARA PROFETAS
Pero concluyo estas notas rumbo a la presentación con Ilán Semo del segundo tomo de las Obras de Norman Lechner, del que destaco el ensayo aplicable, desde el título, al actual proceso reformista mexicano: "La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado", que registra las mutaciones que en todo tiempo y en todos los órdenes alteran todo proyecto relacionado con el fenómeno político. No hay lugar para profetas, como aquel presidente mexicano que llamó Reforma Política definitiva a la que negoció en 1996, hace ya tres reformas políticas más.
(Director general del Fondo de Cultura Económica)