Existe la leyenda urbana de que en esta capital los jueves son sexuales, los viernes sociales, los sábados deportivos y los domingos familiares.
Eso es lo que dicen aunque para mí las cosas funcionan de otra manera. Por ejemplo, me entusiasma más aquello de salir uno con su "domingo siete". Lástima que la vida no me ha dado la oportunidad. Hasta ahora he tenido que conformarme con un desayuno tardío que acompaño con el suplemento dominical de los periódicos que recibo y leo para imprimirle algún brillo a la mañana. Por la tarde no hay nada más melancólico y vacío que los domingos en que me siento como aquel vagabundo que alguna vez en el atardecer nublado de una calle solitaria de Nueva Orleans, hacía llorar su saxofón. Melancólico y por lo mismo favorito de los suicidas porque ellos saben que si no aprovechan la magnífica oportunidad que ofrece la tarde del domingo, tendrán que esperar otra semana, ya que nadie puede por ejemplo, suicidarse un martes, a menos que caiga en 13. En ese caso uno puede estar seguro de que no habrá otro momento más propicio porque como todo el mundo sabe, el martes 13 no llega con frecuencia, pero cuando llega trae mal fario.
Ya el refrán advierte que en martes "ni te cases, ni te embarques, ni de tu casa te apartes" -¿Ya te diste cuenta de que es martes 13? Preguntó mi primer Querubín cuando apenas despegaba el avión para iniciar el que sería nuestro último viaje juntos. En fin, que de martes 13 es preferible no hablar. Y sin embargo, el segundo día de la semana (o el tercero según desde qué religión y cultura se cuente) ofrece algunas posibilidades. Después del antipático san lunes en que ni las gallinas ponen ni los albañiles construyen, el martes la vida comienza a levantar el vuelo.
El trabajo y la calle me requieren y cualquier pretexto es bueno para quedar con las amigas y volver a la casa lo más tarde posible. Como los dedos de una misma mano o los hijos de los mismos padres, cada día de la semana tiene una personalidad diferente y bien definida. Cualquiera que llegue a una oficina en viernes, percibirá de inmediato la atmósfera festiva. Todos los pendientes se difieren para el próximo lunes porque los viernes son amistosos y sociales. Calles y restaurantes están pletóricos y por la noche los jóvenes llenan los antros al fin que al día siguiente no hay que madrugar. "Hoy toca", recordaba Germán Dehesa todos los viernes y pues sí… a veces. Sexo doméstico y dos Alka-seltzers para dormir hasta tarde y despertar de buen humor el sábado en que la ciudad amanece deportiva. Tempranito comparecen en las canchas públicas y hasta en cualquier terreno baldío, viejos jóvenes y niños que se sueñan Chicharitos mientras patean un balón. Manadas de deportistas de fin de semana exhiben sus muslos, pantorrillas, glúteos y panzas temblorosas en los parques. "¡Uta! ¡No ma.. güey", escucho al rebasar a tres barrigones que caminan lento y ocupan casi todo el ancho de la pista.
Lo que procede los sábados es compartir el espíritu deportivo pedaleando una bici o trotando en cualquier parque mientras el Querubín se pone el delantal para esperarme con un suntuoso almuerzo a base de huevos. Frescos jugos, quesos, cuernitos de mantequilla y la música de Andre Rieu que me recetó el doctor. Claro que eso de que el señor se pone un delantal es un sueño guajiro. Y ¡lástima!, la música de Rieu también ya que de los cinco reproductores de CD que hay en la casa, ninguno funciona. La cruda realidad es que al volver sudorosa y cansada de la caminata, de acuerdo a la idea de equidad que compartimos, yo cocino y el Querubín desayuna. ¡Faltaba más! para eso trabaja toda la semana. Lo mío es pura diversión.
Lo que nunca me falla es el acopio de cientos de libros accesibles en cualquier momento y en cualquier lugar de la casa sin necesitad de Wifi ni enchufes ni pilas. Para cambiar la página me basta la leve presión de un dedo y como la caminata sabatina me deja tan agotada, con frecuencia recurro a ese artilugio llamado atril que me permite leer con manos libres. Justo a la mitad de la semana, uno ha levantado el vuelo y bien concentrado puede hacer del miércoles un día altamente productivo y eficiente; aunque debo reconocer que la producción y la eficiencia no son lo mío.
Siento en cambio una especial predilección por mis jueves que no son sexuales como afirma la leyenda urbana, pero son entrañables e inspiradores. "Cada mañana arréglate como si fueras a conocer el amor de tu vida" aconseja una amiga. Yo sigo su consejo los jueves en que me pongo bonita para honrar la amistad de tantos escritores que aparecen en mi salón para intercambiar libros y letras. Ni duda cabe que cada día tiene su afán.
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