El Arco de Labná, destacada expresión de la cultura maya y cuya copia exacta acabamos de dejar en uno de los parques de la ciudad capital de la India, viene a simbolizar que por encima de todas las intemperancias y decepciones políticas y económicas, de los retrasos, caídas y recesiones internas de cualquier país. La cultura es el elemento constante en todos los pueblos, reflejo del espíritu indómito de éstos y que no se deja vencer, prevaleciendo más allá de los episodios negativos pasajeros. Es el aporte con que a México le tocó, en este caso, enriquecer el acervo cultural de la India.
Acabamos de estar en la India y al regreso nos detuvimos en Italia y España. En cada país encontramos desazón.
La India, país que durante años ha sido líder en cifras de crecimiento y progreso está en plena psicología electoral que busca un cambio. Los aires de descontento, por cualquiera razón que sea, y desde luego hay muchas, pues la gente está inconforme con la debilidad del partido en el poder, con la corrupción y los bajos índices de actividad comparados con años anteriores.
El hecho es que es que los comicios del año entrante podrían traer cambios del partido rival por los brotes de terribles y frecuentes violencias callejeras originados por seculares revanchas de origen religioso o tribal, hacen que la India sea uno de los tantos países que actualmente viven un período de zozobra.
La confianza en su milenaria historia y su propio destino, renueva a diario su fe en un futuro prometedor dentro de un escenario geopolítico con difíciles vecinos.
Nuestro paso por Italia dio ocasión como había sido en la India, de conversar con diversos estratos de la población. También ahí encontramos descontentos y opiniones muy críticas y adversas sobre la economía, en agudo descenso, y en la clase política que para nada convence. El país de las glorias romanas cuyos vestigios adornan a cada paso la ciudad eterna, no ve claro por dónde podrían salir adelante con todos los indicadores económicos en su contra. No hay muchas luces en ese horizonte y quizá haya que confirmar que hace tiempo los italianos aprendieron a vivir arreglándose en sus actividades sin depender de gobiernos que pueden cambiar en cualquier momento. Lo que al final importa es el tesón de cada ciudadano.
El caso de España también nos reveló una profunda discrepancia entre su necesidad de crecimiento y de remediar su intenso desempleo y las sombrías perspectivas reales que desalientan y frustran las aspiraciones de los ciudadanos. El tiempo perdido en las acusaciones y escaramuzas de los políticos debilitan la energía nacional.
Nuestro país nos recibe a nuestro regreso con el drama de las inundaciones y los cruentos enfrentamientos entre la fuerza pública y las turbas infiltradas de anarquistas en las protestas magisteriales. Los choques provocados a toda conciencia por la CNTE son análogos en intensidad a los que se sufren en otros países. Lo que la gente quiere es paz y progreso. Prevalece el escenario de contrastes entre visiones opuestas sobre el uso del petróleo o el cauce de la educación. Estos temas parecen sintetizar todo el mal nacional.
No hay en México, pues, nada que lo distinga de las realidades que se viven en los tres países que visitamos este pasado septiembre. El pueblo aquí, al igual que los de allá, está decepcionado de su clase política, hondamente preocupado por la corrupción sin freno y la reducción imparable del poder de compra de su salario que aprieta su presupuesto familiar. En cuanto a la inseguridad, nuestro país desgraciadamente lleva la delantera sin que se vislumbre la valentía necesaria para ponerle fin.
Aunque por el momento México puede estar proyectando en estos tiempos una imagen de violencias e inseguridad, desorden y caos, en el campo de la cultura y del arte, el Arco de Labná que hemos inaugurado en Nueva Delhi, contiene el mensaje de solidaridad y paz que los mexicanos anhelamos tener y compartir.
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