Desde el 1 de diciembre, día en que tomó protesta como presidente de México, Enrique Peña Nieto, el tema de la violencia ha sido prácticamente eliminado del discurso del ejecutivo como una estrategia de comunicación que abone a mejorar la imagen del país.
La estrategia ha dado resultado en la agenda mediática, pero no en materia de seguridad donde los homicidios en todo el país continúan al alza y La Laguna en particular se ha erigido como la zona más violenta de México en este inicio de sexenio.
Apenas el pasado miércoles de gira por Durango, Enrique Peña Nieto se refirió a la violencia que azota a la Comarca. Escuetamente dijo que las fuerzas federales mantendrán el apoyo en tareas de seguridad en La Laguna y proyectó resultados en el “mediano plazo” sin especificar cuánto tiempo significa su afirmación.
Pero si Peña Nieto ha adoptado como estrategia no hablar mucho sobre el tema de la violencia en los medios, el gobernador de Durango, Jorge Herrera Caldera, ha apostado por el silencio para evadir su responsabilidad sobre la falta de policías en Gómez Palacio y Lerdo.
En más de mes y medio Herrera Caldera no se ha pronunciado sobre el cierre del Cereso de Gómez Palacio y la reubicación de los internos, tampoco sobre las investigaciones que se realizan a las corporaciones policiacas de Gómez Palacio y Lerdo. Tal pareciera que estos acontecimientos no se hubieran registrado en la entidad que él gobierna.
La violencia que se vive en La Laguna, tanto de Coahuila y Durango, volvió a llamar la atención de medios nacionales e internacionales que incluso la semana pasada visitaron la región para reportar el miedo que se vive todos los días en la región.
En un escenario donde los índices delictivos no bajan, los ciudadanos esperan respuestas concretas de sus autoridades y no un prolongado silencio como si aquí no pasara nada.