El demonio dentro de Jack
Con una sólida discografía que recoge desde el más sucio garage rock hasta el más suave country, Jack White ha construido una rica y sui géneris carrera musical como solista, productor y artífice de bandas referenciales.
Donde hay buen rock... está el diablo detrás. Y el corazón de Jack White ha sido poseído por un demonio que lo ha acompañado durante toda su prolífica carrera. Así, nos ha brindado uno de los repertorios más intensos y cargados de adrenalina de los últimos tiempos en la escena del rock. Más allá de la precisión, en él confluyen la pasión del blues, el country, el punk, el garage y el hard rock más alternativo.
La decadente Detroit lo vio nacer el 9 de julio de 1975 con el nombre de John Anthony Gillis en el seno de una familia católica de origen inmigrante. Intentó ser cura y desistió porque no le dejarían llevar su amplificador al seminario. Su infancia la pasó escuchando música clásica. A los seis años ya le pegaba a la batería. En la adolescencia empezó a rasgar la guitarra y conoció el blues de leyendas como Son House y Blind Willie McTell.
Fue tapicero, uno peculiar, que escribía poemas ocultos en los muebles que reparaba. Antes de adentrarse en el sendero sonoro montó un taller por su propia cuenta y lo llamó Third Man Upholstery; años más tarde (2001) crearía el sello independiente, Third Man Records, bajo el cual ha publicado casi todos los discos de su carrera.
SIGUE EL CAMINO BLANCO
A mediados de los noventa era asiduo parroquiano del Memphis Smoke, un antro de Detroit; ahí conoció a Meg White, una mesera con quien se casó en el 96. Desde entonces el hiperactivo y excéntrico Jack adoptó el apellido de su mujer. Con la gana (¿necesidad?) de hacer música, la enseñó a tocar batería y formaron un dueto de garage, The White Stripes, que pronto llamó la atención en la escena subterránea de Michigan por su música ruda y potente, al principio hecha sólo con batería y guitarra. La esencia era simple: tocar el rock más crudo.
En 1999 Jack y su big sister (como la presentaba) grabaron su primer álbum de larga duración, The White Stripes. El sonido es brutal, áspero, visceral y con la peculiaridad de prescindir del bajo, sólo tamborazos y guitarras como marco de una poderosa lírica en 17 tracks que no duran más de tres minutos y medio. “Jimmy, bueno, ¿quieres una explosión ahora?”, es la frase con la que abre el corte Jimmy The Exploder y suena a profecía. Los ritmos van del blues rock al punk, con una fuerza impresionante y una voz por momentos estridente. Era imposible que la pareja no se abriera camino en la saturada y convencional escena americana del cambio de siglo.
El matrimonio se divorció en 2000, pero el dueto continuó. Ese mismo año salió De Stijl, material mucho más melódico y acabado que el anterior pese a haber sido grabado en la sala de Jack. Se acerca al blues rock y la instrumentación es más variada. Los guitarrazos pierden protagonismo frente a los recurrentes slides de la mano de mister White, notorio en las excelentes Little Bird y Death Letter. Armónicas, teclados y guitarras acústicas redondean varias de las canciones de esta producción gratamente recibida por el público norteamericano.
Pero fue con White Blood Cells (2001) que las rayas lograron romper las barreras del underground para convertirse en una banda referencial de su generación. Aunque retoma el espíritu del disco debut, patente en el sencillo Fell in Love With a Girl, se percibe una evolución en Little Room, The Union Forever y Aluminium, contrastado con las melodiosas Hotel Yorba y We’re Going to Be Friends. La relativa sencillez de las composiciones no fue obstáculo para que los White recibieran premios y nominaciones. Jack comenzó a adquirir una confianza que lo llevaría a explorar nuevos derroteros.
La salida de Elephant (2003) marcó el mejor momento del grupo y de ahí surgieron éxitos como la hipnótica Seven Nation Army o la desquiciante The Hardest Button to Button. Lo que más llama la atención es la forma endemoniada con la que White rasca las cuerdas. Ball and Biscuit y Black Math muestran las dotes de un guitarrista fuera de serie. Con el éxito como respaldo, inició la construcción de un personaje. El tradicional y sencillo atuendo rojo, blanco y negro fue sustituido por uno más elaborado, inspirado en la Norteamérica decimonónica... pero con un toque siniestro.
En ese impulso llegó Get Behind Me Satan (2005). En plena madurez, White recorrió nuevos caminos un poco alejado de las guitarras estridentes para incorporar más pianos y bajos (My Doorbell y The Denial Twist), guitarras acústicas (Little Ghost) y hasta instrumentos poco usuales en el rock como la marimba (The Nurse). A estas alturas ya nadie dudaba de su talento. El Grammy al mejor álbum alternativo fue la confirmación de una aclamación casi unánime en torno al dúo.
En 2007 vino la que sería su última grabación de estudio, Icky Thump, una especie de catálogo involuntario de la evolución diabólica del genio de Jack. Por momentos parece regresar a sus raíces con Bone Broke y Rag and Bone, mas luego se adentra en territorios experimentales como en Prickly Thorn, but Sweetly Worn o la irreverente Conquest. Además de confirmar sus dotes musicales, White se afianzó como histrión órfico de capacidades sorprendentes.
LUEGO DE LAS BARRAS
Los Stripes anunciaron su disolución en 2011; para entonces era claro que Jack continuaría sobre el escenario. Ya en 2005 se había reunido con dos integrantes de The Greenhornes, Jack Lawrence y Patrick Keeler, y el también multiinstrumentista Brendan Benson para formar The Raconteurs, una agrupación de rock más tradicional en su alineación. Con un aire retro setentero y lejos de las creaciones caseras y ruidosas a las que White estaba acostumbrado, trabajaron en dos discos de buena factura pero poco impacto comercial: Broken Boy Soldiers (2005) y Consolers of the Lonely (2008), ambos nominados al Grammy. En este proyecto actualmente en reposo White comparte las vocales y la composición con Benson y no logra explotar todas sus capacidades, en parte por el papel menos protagónico que asume.
También paralela ha sido la historia de otra banda, The Dead Weather, donde el residente de Nashville da un giro para concentrarse en la batería. Con Alison Mosshart (The Kills) en la voz principal, Dean Fertita (Queens of the Stone Age) en la guitarra y los teclados, y el raconteur Jack Lawrence en el bajo, han lanzado dos álbumes referenciales del nuevo rock americano.
Horehound (2009) recupera parte de la fuerza vital de los Stripes pero con mayor depuración técnica y canciones más logradas. Los sencillos I Cut Like a Buffalo y Treat Me Like Your Mother treparon vertiginosamente las listas de popularidad.
La libertad creativa, potencia, experimentación y variedad rítmica los llevó a alcanzar rápidamente la categoría de superbanda, la cual se confirma con su segundo material, Sea of Cowards (2010). Los escenarios se multiplicaron, las puertas se abrieron y Jack se ganó las etiquetas de imparable, incansable.
EN EL CAMINO AZUL
Aunque había compuesto varias canciones en solitario, ya sea para películas como Regreso a Cold Mountain (donde tiene un pequeño papel) y 007: Quantum, y colaborado con voces o como guitarrista en proyectos de otros artistas, White no había producido una obra firmada sólo con su nombre.
Pero en 2012 llegó Blunderbuss, un álbum de difícil categorización. El viaje va desde el country rock hasta el rock duro, pasando por el blues rock. Sobresalen por sus arreglos los cortes Love Interruption y Blunderbuss, y por su ritmo y melodía pegadizos I’m Skakin (único cover incluido) y Freedom at 21.
Con una nueva imagen basada en tonos azul celeste y negro, incorpora un concepto nuevo: dos talentosas bandas de acompañamiento armadas por él mismo, The Peacocks, sólo con mujeres y The Buzzards, alineación masculina, a quienes alterna en las presentaciones donde recorre cada etapa de su carrera. Se rumora que este mismo año vendrá otro álbum en solitario y probablemente uno más con otro de sus proyectos.
En entrevista con un medio argentino Jack White declaró que en algún momento de su vida se consideró un perdedor. Luego de ver su rica trayectoria es difícil no pensar que tal vez hizo un pacto con algún oscuro ser para convertirse en una auténtica e incansable estrella de rock... la primera del siglo XXI.
Twitter: @Artgonzaga
LA TERCERA CARA DE JACK
Además de ser compositor e intérprete, con Third Man Records Jack White ha demostrado tener astucia para los negocios. Ferviente embajador de la música, en 2001 fundó esta especie de monstruo discográfico, al principio sólo a manera de estudio de grabación (de ahí salió parte del material de los White Stripes). El debut como sello vino con el primer sencillo de The Dead Weather, lanzado en siete pulgadas. De hecho una de las principales características de TMR es que refleja la pasión de Jack por los discos de acetato: todo lo que produce sale primero en ese formato.
En el ecléctico catálogo de TMR figuran leyendas, por ejemplo la estrella de country Loretta Lynn o Wanda Jackson, pionera del rockabilly (ambas mayores de 70 años); también gente como Beck, Alabama Shakes o el trío japonés de garage punk-surf The 5.6.7.8’s.
Desde 2009 la base de operaciones de TMR se encuentra en Nashville, donde White transformó una vieja bodega en un complejo que alberga las oficinas de la disquera, el estudio de grabación, uno fotográfico, un foro para conciertos y una espectacular tienda con discos y lo más exclusivo en merchandising de todos los proyectos involucrados, así como artículos que promueven el rescate del vinilo: modernas tornamesas, audífonos especiales y más. El eslogan de la firma lo dice todo: “Tu tocadiscos no está muerto”. Y al ser un punto comercial cualquiera puede visitarlo, grabar una canción en vinilo, en su estudio-cabina y quizá cruzarse con el imponente propietario.