Estamos en entretiempo. Es cuando el otoño quedó atrás pero el invierno que se anuncia aún no se instala.
Legislativamente también los tiempos son inciertos. Hay amplios márgenes para llenar los noticiarios y ruedas de prensa con declaraciones intencionadamente confusas que cumplen la función de prolongar la espera hasta que las fichas caigan en su lugar. También hay oportunidad para oportunidad para lucimientos inocuos como cuando los secretarios de Estado invaden los espacios de sus colegas informando y evaluando sobre temas que no les atañen como Gobernación hablando de Relaciones Exteriores, o Gobernación hablando de Educación y el Presidente lo tolera.
Las reformas más importantes, la energética y la política, pendientes de discutirse, definirse y aprobarse, están expuestas en vitrina a las más dispares especulaciones y previsiones. Pero hay que hacer tiempo para desviar la atención y enfocarla en el avión mexicano inhabilitado en Venezuela, los apresamientos de operadores del crimen organizado, el inevitable espionaje político-militar, y desde luego, aventuras seriadas sobre el rey de los mares, el tiburón blanco. Y todos son asuntos marginales que entretienen.
En lo económico, el tiempo también se mantiene incierto. Los índices macro que a diario fluctúan no solo son mexicanos. Los Estados Unidos, Europa, Japón y hasta la misma China, sueltan al mundo noticias confusas sobre sus futuros. Las previsiones del gran cambio climático global son un elemento más de inseguridad. El año catorce que pronto se iniciará guarda, pues, muchas incógnitas. Para financieros, políticos y empresarios de todo el mundo. La planeación se torna imposible. Lo único rescatable es mantener segura y confiable es la capacidad de decisión propia.
En este escenario confuso, los ciudadanos no debemos de aceptar que las decisiones que afectan nuestra vida y familia queden fuera de nuestro alcance. Por el contrario, es exactamente al revés ya que ahora es el preciso momento en que los factores que determinan el futuro son más influenciables. Habrá que atravesar el desorden general para hacernos oír con energía y presionar haciendo valer con todos los instrumentos que la democracia pone a nuestra disposición, nuestros legítimos intereses que sentimos peligrar.
Lo que no hay que aceptar es que los que están en el poder, determinando la suerte de las reformas más centrales para la vida nacional, lo hagan actuando como si el mandato que les hemos otorgado en las urnas tiene que amoldarse a sus imprevisibles y personales conveniencias y no a las nuestras.
El entretiempo va a durar poco. Una vez aprobadas las reformas y con suerte las leyes reglamentarias que éstas implican, la vida nacional reemprenderá su paso a nuevos niveles. Será entonces cuando veamos si el pueblo elector aprendió a controlar aprovechando el entretiempo, a los que lo representan obligándolos a actuar conforme a sus responsabilidades. En todos los países los tiempos políticos pasan rápido, pero las oportunidades para orientar los rumbos del desarrollo hacia el progreso y la equidad, se presentan constantemente.
El Siglo XXI con el inmenso instrumental tecnológico de comunicación del que disponen individuos y grupos de vocación social, ya se perfila por esta misma razón, como la época en la historia en que más se podrá avanzar hacia la democracia plena. Es vital, sin embargo, que se haga uso de este instrumental con propósitos constructivos y solidarios y evitar que algunos los utilicen con fines de destrucción social.
juliofelipefaesler@yahoo.com
14 de noviembre de 2013