Las declaraciones del gobernador Rubén Moreira, según las cuales a partir de esta semana cambiará su residencia a la ciudad de Torreón, para emprender diversos programas en virtud de los cuales estará cada día en una colonia para llevar beneficios a las familias, implica una descarada manipulación del proceso electoral para renovar el gobierno de nuestra ciudad.
Después de un abandono brutal, el Gobierno del Estado anuncia la rehabilitación del pavimento y del alumbrado público de la ciudad, lo que hace previsible que tales ofrecimientos, así como las brigadas médicas y el reparto de despensas y material de construcción, servirán para explotar la poca memoria y las muchas necesidades materiales, de un segmento de la sociedad que es visto como carne de cañón electoral.
Moreira se mantiene en el poder sobre una población atenazada por el hambre, que manipula con programas dizque de desarrollo social como instrumento de opresión, mediante la atención de las necesidades básicas, condicionada al sentido del voto.
Los Moreira no han gobernado. Por turno han transitado en el ejercicio del poder en campaña permanente de publicidad personal, haciendo politiquería del peor nivel. Primero para impulsar a Humberto a la presidencia del PRI nacional con resultados que son de sobra conocidos y después para asegurar la sucesión entre hermanos consanguíneos como patente de impunidad.
Durante el sexenio pasado y lo que va del presente, dispusieron de los recursos ordinarios para mantener un tren de gasto político insostenible, arrasaron con los fondos de pensiones y endeudaron al erario con treinta y seis mil millones de pesos, hipotecando las finanzas de Coahuila por los próximos veinte años o más. Acabaron con el sistema de procuración de justicia y con las policías de la entidad y sumieron en la mediocridad a la administración y los servicios que prestan estado y municipios, desde la Educación Pública hasta el control de los parquímetros.
En el sistema Moreira la transparencia y la rendición de cuentas no existen; en su mayoría las dependencias no tienen buen rendimiento, porque están plagadas de aviadores dedicados al control político, al pillaje y al espionaje. En aras de una supuesta coordinación entre Estado y Municipios, Moreira controla las participaciones federales que corresponden a los Ayuntamientos, y ha usurpado diversas facultades en materia económica y administrativa, en forma contraria a la Autonomía Municipal reconocida por artículo 115 de la Constitución de la República.
Hoy día Moreira ha impuesto a todos los candidatos del PRI a las alcaldías de Coahuila y actúa como dueño de las conciencias y los destinos de subalternos y gobernados. Tiene sometido al Congreso, y salvo funcionarios excepcionales que iniciaron su carrera en épocas anteriores y que bajo las actuales circunstancias nadan de muertito, su equipo de colaboradores se compone de individuos incapaces de generar sus propias alas para volar por su cuenta.
En tal escenario, los aspirantes de los partidos de oposición a las presidencias municipales de Coahuila, que luchan por abanderar la regeneración institucional y social que requiere nuestra entidad, merecen todo nuestro reconocimiento y respeto, porque jugándose el pellejo encabezan la tarea colectiva de tumbar al ídolo de metal con pies de barro, al que se refiere la Escritura en el capítulo segundo del Libro de Daniel.
El sistema Moreira no es sustentable, porque se basa en un caudillaje que manda al diablo no sólo a las instituciones sino también a los seres humanos y por eso resulta necesario que el propio Rubén, a despecho de su costosa maquinaria, venga en persona como gran y único elector a repartir lonches, cachuchas, latas de pintura y tinacos, ante el temor fundado de que la corrupta estructura que él mismo creó, no le funcione.
