Hoy celebramos, una vez más, el comienzo de la lucha que resultó en la proclamación de independencia de nuestro país. Vemos, por todas partes, el perfil del llamado Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo. Pero hay ciertos rasgos de su personalidad que no son tan difundidos. Por ejemplo: cada vez son más los historiadores que incluyen en el perfil de Hidalgo su apego al teatro. Tan aficionado a este arte era el líder insurgente que tradujo el Tartufo al castellano e incluso fundó un grupo de teatro que representaba la pieza. No es casualidad que la obra de Molière haya sido su preferida.
Pero esta comedia es apenas el más evidente entre los lazos que unen a Molière, dramaturgo francés, y al llamado Padre de la Patria: marcados por una compleja relación con los poderes secular y clerical, ambos fueron sometidos a proceso por la Inquisición. Los dos fueron excomulgados y como consecuencia sus cadáveres fueron condenados a permanecer sin sepultura, aunque en el caso de Molière la intervención del rey hizo posible el entierro. Para Hidalgo la sentencia se cumplió: su cabeza fue exhibida (para escarmiento de los insurgentes) en la Alhóndiga de Granaditas junto a las de Allende, Aldama y Jiménez. Pero hay mucho más que coincidencias detrás de estos paralelismos.
Impostor es aquel que se hace pasar por quien no es. Ya en su definición de comedia, Aristóteles incluía al impostor entre los personajes posibles del género, entendido éste como "una imitación de gente ruin, pero no centrada en lo malo sino en lo ridículo, que constituye una modalidad de lo feo". A su vez, Molière aborda en el prefacio al Tartufo que lo cómico es "todo embuste, disfraz, engaño y disimulo, toda contradicción entre acciones que proceden de una sola fuente".
Precisamente Molière y su obra son pieza clave en la vida de Hidalgo: en el momento en que el sacerdote y padre de la patria la tradujo del francés, la obra había sido condenada por la Iglesia. Eso tiene explicación: Escrita en un momento en que sin religión no había Estado, Tartufo o el impostor significó un inusual ejercicio que cimbró a la sociedad francesa. Basta recordar que en 1664 a Molière se le prohibió estrenarla porque además de criticar la influencia del clero en la vida política de la época, exhibía a una serie de convenciones sociales que hacían de la hipocresía (en palabras del dramaturgo francés) "una práctica muy dada entre la gente principal".
Así, el cura no fue el viejecito bondadoso, sino un hombre aguerrido y crítico que se atrevió a transformar a su país. Y no era ningún santo. En contraste con el "anciano venerable", el "genio de libertad" y la "sombra augusta y generosa" que perfilan algunos biógrafos, existen documentos que retratan a Miguel Hidalgo como un hombre interesado en la libertad y el conocimiento pero a la vez jugador, mujeriego e incluso promotor de cruentas ceremonias en donde se degolló a cientos de españoles, según señalan expertos en el personaje. Además, destacan que las diferencias y enfrentamientos que tuvo Hidalgo con otros protagonistas de la lucha de Independencia fueron tales que hubo serios intentos de asesinarlo promovidos por sus compañeros insurgentes, sobre todo Ignacio Allende.
De él, Allende, podemos decir algo similar: se le recuerda como un hombre que imponía a sus subordinados una férrea disciplina (al grado de emprenderla a cañonazos contra quienes desobedecían sus instrucciones), pero testimonios de la época lo describen como un hombre "resuelto, precipitado, de valor, muy inclinado al juego y a las mujeres y a toda clase de disipaciones". Protagonista de una brillante carrera militar en el Regimiento de la Reina y miembro de una familia de abolengo, es reconocido como el estratega militar de la lucha de Independencia. Sin embargo, ha sido señalado por algunos historiadores no sólo como el culpable de varios fracasos del ejército insurgente -como los de la batalla de Aculco y del Puente de Calderón- también como "el autor de declaraciones y confesiones indignas que ameritarían el calificativo de traidor".
Twitter: @vicente_alfonso