La Copa Confederaciones sigue en marcha y cuatro selecciones nacionales son las que aún sobreviven. El pentacampeón del mundo, Brasil, se enfrentará a la primera selección en levantar el trofeo de una Copa mundial, Uruguay. En la otra llave de las semifinales, el último conjunto nacional en coronarse como campeón mundial, España, tendrá como rival al tetracampeón del mundo, Italia.
Todavía no termina el torneo y ya podría declarar por mi parte al mejor equipo que compitió en éste. Sí, usted leyó bien; compitió. Ese representativo nacional ya está eliminado, fuera de competición. Parece un tanto ilógico, ¿no?
Entonces, ¿por qué un equipo que ya no está en lucha por el trofeo ha de ser catalogado como el mejor de la Confederaciones? Pues bien, la respuesta no es tan corta como parece, pero trataré de explicarla.
¿Qué beneficio trajo Tahití al espectáculo que hemos podido percibir en los anteriores partidos de esta copa? Quizá para muchos muy poco, o hasta nulo. Inclusive, las críticas o cuestionamientos referentes a su participación en el torneo no han parado de llover.
Apreciable lector, gracias a esta selección, usted ha podido percatarse del verdadero futbol, ese con el que todos soñábamos cuando éramos infantes y que ahora es casi imposible presenciar. Aquel en el que nos idealizábamos en un campo profesional sin pensar tanto en marcadores. Ese que con el simple hecho de ir tras el balón y patearlo por diversión se volvía parte de la lista más importante en nuestra vida cotidiana.
No es por nada que, a pesar de perder por diez goles ante España, el conjunto de Oceanía se fuera ovacionado en el histórico Estadio Maracaná.
Un cuadro amateur en el que participan ocho desempleados, dos estudiantes, dos profesores, guías turísticos y solamente un jugador profesional, es el que llegó con esa ilusión intacta de compartir cancha con las mejores selecciones del mundo.
A pesar de los factores en contra para la selección Oceánica, como lo son la cultura, los sueldos, la infraestructura y la formación, podría asegurar que ellos, dentro de todas sus aptitudes, hicieron todo lo posible por ganar. Incluso se pudieron observar con menos miedo ante España que México ante Italia.
Todos aquellos que se consideran amantes al balompié y han puesto mano dura a Tahití 'quesque' por no brindar espectáculo, deberían de avisarles que en sí, el futbol no es ni será jamás perfecto como en un juego de video. El futbol es y deberá ser siempre para todos. Hay que preferir y valorar mil veces más los partidos diferentes, heterogéneos, aquellos en los que valga más el esfuerzo por competir a meternos a un sistema con ligas sin competición, en donde siempre hay sólo dos candidatos a ser campeones entre muchos otros equipos.
México tiene agrandados a sus futbolistas y en vez de poner en práctica aquello del "perdimos pero nos esforzamos", aplica el "no ganamos, pero cómo nos divertimos".
Así pues, considero que la selección tahitiana disfruta en grande el futbol tanto en el Maracaná lleno en su totalidad como en su estadio vacío completamente. A esto se le podría llamar: "amor al futbol".
Gran respeto a este grupo de amateurs que nos dieron una gran lección en este deporte.
Twitter: @paqotorres
