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El mensaje de Chipre

Por Salvador Kalifa

El seguro de los depósitos bancarios salió nuevamente a relucir en el caso de los bancos de Chipre, donde la propuesta inicial para enfrentar la crisis financiera de ese país consideraba imponer pérdidas a todos los acreedores y depositantes, garantizados o no, de sus instituciones bancarias.

Un amigo, al comentar la noticia, me dijo que eso era una gran injusticia, puesto que se afectarían los ahorros de aquellas personas cuyos depósitos tenían la garantía del gobierno. Esta opinión es muy común entre las personas que apoyan la defensa del patrimonio de los ahorradores, a quienes ven como víctimas inocentes de las crisis bancarias.

Sin embargo, el seguro de los depósitos bancarios, contrario a lo que se ha convertido en dogma popular, no tiene que ver con la idea generalizada de que los ahorradores, particularmente los pequeños, son merecedores de un trato especial.

En todas las actividades económicas hay grandes y pequeños participantes y, salvo la actividad bancaria, en ninguna otra tiene sentido económico comprometer recursos públicos en beneficio privado, independientemente del tamaño de los actores. ¿Por qué existe, entonces, el seguro de depósitos?

Este seguro es una novedad del siglo pasado. La práctica universal hasta los años 30's era que cuando un banco tenía problemas en recuperar su cartera, respondía a los acreedores y depositantes con el capital de sus accionistas. Cuando éste se agotaba, aquéllos también perdían su dinero. La gran diferencia en relación con otras actividades económicas, es que la bancaria consiste esencialmente en administrar recursos ajenos. Cuando un banco no cumplía con sus depositantes, la gente temía que lo mismo sucediera en otras instituciones. Estos temores llevaban a una corrida bancaria, esto es, un retiro masivo de depósitos en los demás bancos.

Los pánicos bancarios fueron comunes al final del siglo diecinueve y al inicio del veinte. En Estados Unidos (EU), por ejemplo, hubo crisis bancarias importantes en los años de 1873, 1893, 1907 y 1931, que trastocaron el sistema de pagos con graves consecuencias económicas.

Los estragos económicos que ocasionan los pánicos bancarios hicieron que muchos países, especialmente EU, buscaran medidas para que los depositantes no temieran por la seguridad de sus ahorros. El seguro de depósitos cumplió ese propósito.

Esto es, las autoridades (con recursos de los contribuyentes) garantizan explícita o implícitamente los depósitos bancarios para que las personas no teman por sus ahorros, no porque sean particularmente merecedoras de ese trato, sino para evitar el colapso del sistema de pagos de su economía.

Las autoridades de todos los países han fijado un límite al monto asegurado de los depósitos. La idea es proteger a los pequeños ahorradores, mientras que los grandes, en principio, quedan desprotegidos.

La experiencia de muchos países durante los últimos veinte años del siglo pasado muestra, sin embargo, que el seguro limitado funciona sólo en las quiebras de bancos muy pequeños. Cuando el tamaño de las instituciones es grande, las autoridades siempre han extendido la protección gubernamental a todos los depósitos, por el temor de poner en peligro su sistema de pagos.

Si Chipre hubiera sido parte de una nación, digamos Alemania, el rescate habría sido universal. El problema para Chipre es que no es parte de Alemania sino sólo de la eurozona, lo que no le trae el beneficio de una unión bancaria, pero sí los costos de un crecimiento desmesurado de su sistema bancario que registró severas pérdidas con el incumplimiento de Grecia.

En ese contexto, no es políticamente viable que los contribuyentes alemanes y de las demás naciones de la eurozona garanticen los bonos bancarios y los depósitos de los ciudadanos chipriotas y rusos que pusieron su dinero en Chipre.

Sin ese respaldo no extraña que la primera propuesta contemplara imponer pérdidas a todos los acreedores y los depositantes de los bancos chipriotas. El escándalo fue tal que obligó a una segunda propuesta, actualmente en vigor, donde se respetan los depósitos con seguro bancario, pero se imponen pérdidas del 40 al 100 por ciento a los tenedores de bonos y a los depósitos superiores a los 100 mil euros.

Este castigo ahorra dinero a los contribuyentes de los países del norte de la eurozona, pero envía un mensaje preocupante a los inversionistas.

Éstos muy probablemente se mantendrán alejados de los bancos débiles de países como Grecia y España, lo que, en un extremo, pudiera orillarlos a una situación similar a la de los bancos chipriotas, pero sin la opción de un rescate equivalente.

Las naciones de la eurozona deben estar muy pendientes de esta eventualidad, porque de suceder, provocaría problemas financieros mucho más graves que darían el puntillazo a la eurozona.

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