Dicen los cínicos del futbol que para qué comprar un árbitro si puedes comprar, por la mitad del precio, a un abanderado.
En la política las cosas funcionan más o menos igual. Los cínicos, que abundan en este campo, siempre están buscando la mejor oferta o, como dicen ellos, el mejor costo-beneficio. En el caso del gobernador de Tabasco todo parece indicar que la lógica que imperará será la de entregar al extesorero, José Sáiz Pineda, a los leones (vulgo medios) y salvar el pellejo del borracho confeso, Andrés Granier.
A estas alturas del partido la opinión pública ya procesó mediáticamente al exgobernador de Tabasco; no hay nadie en este país que crea en su inocencia. Suponiendo sin conceder, como dicen los abogados cuando ya no tienen salida, que el gobernador de Tabasco sea una especie de santo, pero con un otro yo borracho y mentiroso que lo traiciona (Jekyll y Hyde sería una caricatura al lado de esta esquizofrenia) nadie compraría a estas alturas que el señor no se robó un montón de dinero. En ese contexto pareciera que lo más lógico que el gobierno y el PRI lo entregaran a la justicia como para satisfacer a los leones y al mismo tiempo mandar un mensaje que no habrá impunidad. Pero esto no funciona así.
El problema de procesar a Granier son las consecuencias internas para el sistema. Es decir, casi todos los gobernadores y exgobernadores, panistas, priistas y perredistas son políticos en activo y, unos más que otros, unos por errores administrativos otros por atascados; unos por ayudar ilegalmente a su partido, otros por beneficiar a sus cuates y familiares, por lo que sea, todos tienen cola.
No hay nada nuevo en la forma en que el sistema, da igual de qué partido sea el presidente, está procesando este asunto: es idéntico al caso de Humberto Moreira. Moreira ha sido exhibido en los medios a más no poder. Él mismo ha dicho que 20 años de funcionario público le dan para vivir como empresario rico en Barcelona, lo cual es un contrasentido en sí mismo. Se ha publicado cuánto gasta, dónde vive y cómo vive, pero las denuncias caen el el vacío porque nadie lo persigue. Sin embargo, a Moreira nunca se le ha tocado ni perseguido, el que ha llevado toda la carga judicial ha sido su tesorero, Héctor Javier Villareal, que fue detenido acusado de lavado de dinero.
Andrés Granier, podemos apostar, terminará vejado, apestado y viviendo fuera del país, pero sin que nadie lo toque a él ni a su fortuna porque el sistema no sabe cómo procesar políticamente un escándalo como éste sin que dañe sus entrañas, comenzando por el hecho de que el presidente es un exgobernador. Su tesorero pisará el bote y pagará por sus pecados y por los de su jefe que, eso sí, será quemado en una hoguera mediática.
El mensaje del sistema a los gobernadores es muy parecido al de aquel padre superior de los años setenta que, ante lo descarriado de sus curas que estaban convencidos de que el celibato estaba condenado a muerte y que por lo tanto había que practicar para que la buena nueva no los agarrara en forma, les insistía en los sermones: "ya no les pido hermanos que sean castos, me doy con que sean cautos".