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El miedo y el cierre de colonias

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

PELIGROSOS SÍNTOMAS de descomposición social son los que estamos viviendo en este país. Después del caótico estado de cosas que dejaron las dos pasadas administraciones panistas a nivel nacional, el sentimiento generalizado de los mexicanos sigue apuntando al desconsuelo y la desesperanza.

LA PERCEPCIÓN que el ciudadano tiene de su propia seguridad y de los peligros que amenazan a su familia y patrimonio, sigue aumentado entre nuestra población cada día que pasa. De ahí que los colonos busquen en su desesperación algún sistema, modo o forma, según ellos, para atenuar los riesgos e inseguridad que actualmente sufren.

ANTE LA IMPOTENCIA de las autoridades del estado a sus tres niveles, para abatir la inseguridad, aunque sea de manera mínima, los colonos resolvieron organizarse para cerrar pasos y accesos a sus colonias. Para ello han recurrido al presidente Eduardo Olmos con los proyectos de vialidades que ellos estiman ayudarían a disminuir el delito y la delincuencia.

POR LO PRONTO en las colonias Campestre la Rosita, los Ángeles, Torreón Jardín, Ampliación los Ángeles y en otras, sus habitantes ya procedieron, algunos con permisos y autorización del municipio y otras sin él, a cerrar vialidades y accesos. Este ejemplo cundirá sin lugar a dudas en el futuro en otros desarrollos urbanos en donde se practicará el mismo sistema.

AL MARGEN de cualquier consideración de tipo urbanístico o de planeación, las acciones de los colonos obedecen al factor miedo, y tienen toda la razón del mundo. Si el municipio no puede proporcionar a los colonos la más elemental seguridad a que tiene derecho cualquier ciudadano que se jacte de vivir en un estado civilizado y de derecho, como lo es su seguridad física y la protección de sus bienes materiales en su propio domicilio, pues algo deberá de hacer y lo está haciendo.

AL RESPECTO, las autoridades del Ayuntamiento podrán esgrimir los más fundados argumentos con relación al mejor y más correcto funcionamiento de las vialidades etc., etc., pero como dice el refrán: "el miedo no anda en burro" y los habitantes de ésta, otrora ciudad de los esfuerzos, sufren miedo y el miedo ha sido siempre muy mal consejero.

LA ZOZOBRA ha materializado su presencia en nuestra comarca. Salir a la calle después de las nueve de la noche se ha convertido en un peligro para todos, especialmente para los jóvenes que no conocieron aquel viejo encanto de que disfrutamos sus viejos habitantes: la plena libertad y la seguridad a placer.

EL MIEDO lo podemos ver en cualquier crucero cuando topamos con las patrullas de militares y policías federales encapuchados, apuntando con sus armas de alto poder a cualquier punto del horizonte. Parándonos en los retenes que encontramos de improviso por calle, bulevar o avenida a cualquier hora del día o de la noche.

LA APRENSIÓN de los padres de familia cuando su hijo o hija no se ha reportado cada hora por su celular o cuando no contestan y los manda al buzón. Zozobra cuando el esposo o la esposa no han llegado a la casa y son las nueve de la noche. Un viaje por las carreteras nacionales se ha convertido en un deporte extremo.

LOS TIEMPOS han cambiado y para mal. Vivimos tiempos difíciles e inéditos que nos obligan a modificar nuestros patrones de vida y comportamiento. Nos hemos tornado desconfiados, intolerantes, individualistas, poco o nada solidarios con nuestros vecinos y lo más delicado: inseguros.

UNA VEZ que ha sido destruida la seguridad en una comunidad, su proceso de recomposición es largo, difícil y penoso. El restablecimiento de este valor social no depende única y exclusivamente de las autoridades, aunque éstas sean las más obligadas por la propia ley de salvaguardarlo. A los ciudadanos les corresponde también una parte y por ello están trabajando los colonos.

A UN PUEBLO DESARMADO le quedan pocas opciones de dónde escoger. Unos se han visto en la necesidad de abandonar la tierra en donde nacieron; otros contratan guardias para su protección personal y de la familia; otros aceptan el estado de cosas como inevitable y lo afrontan impotentes con todos sus riesgos; los demás optan por encerrarse en sus propias colonias.

ANTE ESA IMPOTENCIA e impunidad los colonos deciden encerrarse, cuando los que deberían estar encerrados serían los delincuentes. Paradojas de estos tiempos que vivimos.

Como diría Cristina Pacheco: "Aquí nos tocó vivir".

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