Sin decir "agua va", en México despertamos con una noticia que no acontece todos los días, de ahí la enorme sorpresa que a ocho columnas consignaron los medios de comunicación a nivel mundial. Sinceramente, jamás imaginé verme obligado a informar tal cosa en televisión y, por supuesto, a escribir por aquí lo que hoy nos ocupa.
De hecho, querido lector, la última vez que sucedió algo similar fue hace casi seiscientos años, y los registros indican que ésta será la quinta en toda la historia de la Silla de San Pedro en la que ocurra tal cosa . Aunque se afirme que "el club de los expresidentes de Estados Unidos" es la organización más exclusiva sobre la faz de la Tierra, existe otra que pronto estará integrada por un solo hombre, y que no observa rival cuando a exclusividad se refiere: el club de los expontífices.
Desde la Santa Sede y en voz de Benedicto XVI, vino el mensaje que nadie esperó escuchar: "Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma". Así lo dijo, directo y sin preámbulos, como buen alemán. Quizá no supimos o no quisimos, leer entre líneas lo poco que le entusiasmaba suplir a un hombre con los alcances y carisma de su antecesor, Juan Pablo II, el Papa viajero, quien ejerció el encargo hasta la muerte si bien sus facultades físicas y mentales tiempo atrás lo habían abandonado.
"Nos estamos moviendo hacia una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como permanente", asentó Benedicto XVI al asumir como Papa. Recordando su juventud, Ratzinger dijo que en aquellos días aprendió dónde había que interrumpir la discusión para que no se transformara en embuste, y dónde se debía comenzar la resistencia para salvaguardar la libertad. Cuentan los especialistas y estudiosos que Joseph Aloisus Ratzinger -conocido como el "rottweiler de Dios" por su aparente dureza- nunca se sintió cómodo en la piel de sucesor de San Pedro. Ello jamás lo sabremos a ciencia cierta, sin embargo quizá más que por haber fungido como Sumo Pontífice, Benedicto XVI será recordado como un filósofo y teólogo excepcional.
De entre su obra y frases, rescato aquella que para este columnista tiene un significado especial : "libertad es responsabilidad". "Habiendo ostentado el poder tan agresivamente en la esfera intelectual, cuando se convirtió en papa, se vio disminuido por la magnitud del cargo, negándose a perseguir a cardenales culpables y a obispos que reciclarán a depredadores", consideró Jason Berry, especialista de la Iglesia Católica, y agregó que Ratzinger no logró enfrentar un sistema de tribunales anticuado, que le da a los hombres en los puestos más altos una inmunidad de facto ante la justicia.
Y algo hay de cierto en las palabras de Berry. Joseph Ratzinger se encontró con una institución conservadora y reacia a adaptarse a las demandas y necesidades del nuevo milenio, a la que muchísimos fieles abandonaban decepcionados, así como con una auténtica bomba de tiempo que le explotó de inmediato: el abuso sexual a niños por parte de curas pederastas en todas partes del mundo y, en especial, lo acontecido dentro de la Legión de Cristo con varios de sus miembros, comenzando por el fundador de dicha congregación, Marcial Maciel, encubierto y protegido por Juan Pablo II dado el poder económico y la enorme cantidad de recursos que ingresaban a las arcas de la iglesia.
Pero eso, en palabras de la Nana Goya, "es otra historia". Siempre he admirado el buen juicio y sensatez de Benedicto XVI, y aunque como católico practicante me considero crítico de mi iglesia y no concuerdo con algunos de sus postulados a partir del hecho de que es una institución regida por hombres que se equivocan, no puedo sino aplaudir la valentía del Santo Padre al tomar la que estoy cierto ha sido una de las decisiones más difíciles de su vida, sino es que la más.
Sentir apego por las cosas es parte de nuestra condición humana. Sentimos apego hacia nuestra vida, intereses, amigos, posesiones, familia, poder, dinero, hacia nuestra circunstancia, hacia nuestro pasado, presente y lo que el futuro nos depare. Soltar no es fácil, pues nos aferramos a las cosas bajo el supuesto de que ahí estarán por siempre, porque tenerlas nos hace sentir seguros. Abandonarlo todo en busca de nuevos horizontes y a partir de un imperativo moral superior es algo que muy pocos hombres han sido capaces de hacer, mucho menos alguien tan poderoso como el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Eso hizo Su Santidad Benedicto VXI, y con ello nos deja una de las lecciones más grandes de humildad y desapego por las cosas: desprenderse del oropel e ir en busca de Dios para ponerse a su servicio y emularlo.
Que Dios bendiga a Joseph Ratzinger, nuevo obispo emérito de Roma.
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