La presencia del Papa Francisco en Brasil en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud a celebrarse en dicho país, implica un primer viaje pastoral del Pontífice que ofrece la oportunidad de conocer en pleno ejercicio del cargo, cuál será el estilo personal que imprimirá Jorge Mario Bergoglio a la Cátedra de San Pedro.
La Jornada Mundial de la Juventud es un evento multitudinario al que convoca la Iglesia Católica desde tiempos del Papa Juan Pablo II, que en esta ocasión implica su vigésima octava celebración. La ubicación específica en Río de Janeiro y otras sedes alternas, fue determinada por Benedicto XVI en su visita a Brasil en 2007, con motivo de la celebración de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, que tuvo verificativo en la ciudad de Aparecida.
El Papa Francisco llega a tierras americanas precedido de la reciente encíclica sobre la Fe, que siendo de la autoría y línea teológica de su predecesor, la suscribe en un acto cargado de simbolismo que quiere expresar la continuidad de la Cátedra de Pedro, dejando atrás expectativas de ruptura alentadas por exigencias mundanas y agoreros apocalípticos. En esa misma línea de continuidad, Francisco parte a su encuentro con la juventud católica, después de orar al lado del Papa Emérito.
Ya en suelo carioca, se espera que al Papa llegue a la par de otros quinientos mil peregrinos que se sumarán a las multitudes brasileñas que lleguen a reunirse con el Pontífice.
La llegada de Francisco es precedida por el arribo de la Cruz de la Juventud que en a estas jornadas encabeza la celebración, como signo inequívoco de que el Papa lleva consigo el anuncio de la persona de Cristo, como buena nueva de salvación de la humanidad. A la Cruz que de modo indisoluble está ligada a la redención del género humano, se asocia la imagen de la Santísima Virgen María representada en un ícono grecobizantino del Siglo IV conocido como la Ogriditia o sea la que muestra el camino, que la tradición asegura que fue encontrada por Santa Elena madre del Emperador Constantino, quien la llevó a la ciudad de Roma para salud del pueblo de la ciudad: Salus Populi Romani.
Al reiterar en el símbolo, en el concepto y en los hechos la preeminencia del factor espiritual y la adhesión al plan de Dios como misión de la Iglesia y remedio para los males que vive la humanidad, es posible que Francisco decepcione a quienes en forma insistente exigen a la Iglesia que convierta las piedras en panes, del mismo modo en que fue tentado su Divino Fundador.
Lo anterior con mayor razón, en virtud de las protestas masivas que han sacudido a Brasil en el último mes en forma continua y que tienen su raíz en regímenes políticos que en el marco del estado de bienestar en Europa o el populismo en América, se han erigido en grandes creadores de pobreza, endeudamiento y dependencia, que es utilizada por los gobiernos como instrumento de control en el que cimientan su poder.
En el debate entre imperialismo y populismo al que es previsible sea llevado el Pontífice por los medios de comunicación y otros poderes fácticos durante su estancia en Brasil, lo seguro es que Francisco asuma una tercera posición acorde con la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene su fundamento en la dignidad de la persona humana como creatura hecha a imagen y semejanza de Dios. En esa tesitura, el Papa como pregonero de Cristo postulará la instauración del Reino de Dios, en la responsabilidad individual y colectiva de las personas y los pueblos, basada en la educación y el conocimiento de la verdad, que constituye el fundamento de la libertad.
Las jornadas seguirán hasta el martes de la semana entrante, por lo que entonces estaremos en ocasión de un balance de los acontecimientos, entre tanto, vale recordar el mensaje que en forma reiterada repitieron Juan Pablo II y Benedicto XVI a la juventud del mundo: No tengáis miedo de seguir a Cristo.