Quien piense que la visita del Papa Francisco poco o nada tiene que ver con México se equivoca.
El viaje que hace el pontífice como primero de seguramente muchos a sus tierras americanas, precisamente al continente más joven, viene a subrayar la importancia y trascendencia que la juventud tiene para un mundo de acelerados cambios en todos los órdenes y de incesante crecimiento demográfico.
El tema central es el del cambio que impide la búsqueda de certezas y de seguridad que pueda hallarse en ellas. La ola cruel de violencias que se expande en todos los países es su manifestación más extrema.
Pero el cambio es el estandarte de los jóvenes. "La juventud es el ventanal por el que entra el futuro". Es ésta la frase que marcará esta visita del Papa a Brasil. Y es a la juventud que hay que cuidar dándole afecto, comprensión y guía. Los jóvenes reclaman espiritualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia, fraternidad y alegría de vivir. La proyección que la juventud lanzará será alegre si se funda en los valores mencionados que dice el Papa Francisco tienen sus raíces más profundas en el cristianismo. Son esos valores puntos de referencia y de apoyo en la lucha que hoy hay que librar contra los egoísmos personales y sociales que son los "ídolos pasajeros" del éxito, el dinero, el poder y el placer.
En México sobran pruebas de lo anterior. Es la corrupción que imbrica poder económico y político en solapadas asociaciones criminales que impide un combate honesto y confiable para acabar con el narcotráfico, secuestros, trata de personas, extorsiones, pornografía infantil y tráfico de personas con los abusos criminales hacia los migrantes indefensos.
El tema es de imponente actualidad en nuestro país, arrasado, precisamente, por la acción desencadenada por dichos ídolos. A su vez, la posición sobre las drogas del Papa Francisco es oportuna en estos momentos de propuestas de foros y debates sobre la liberación de su comercio.
El tema no es tanto materia de debate, mucho menos asunto de decisión pública y mucho menos gancho electoral. Si la Primera Encuesta Iberoamericana de Juventudes, organizada hace pocos meses por el BID, el CAF, el PNUD y la CEPAL, entre 20 mil jóvenes entre 15 y veinte años de edad en veinte países del Continente, revela que en promedio el 80% de los encuestados estima malo el consumo de drogas, ello no es más que el reflejo de su apreciación.
La bondad o maldad del tráfico de drogas no se define ciertamente por este resultado estadístico. La inclinación hacia la adicción no se elimina ni por acción oficial, ni se autoriza o condena por virtud de consultas, encuestas, plebiscitos o asambleas.
El hecho es el expresado por el papa Francisco: "no es la liberación del consumo de drogas como se está discutiendo actualmente en América Latina lo que va a disminuir la propagación y la dependencia química". Tal liberación simplemente hará más fácil su adquisición. El remedio está más en las medidas que el propio Papa describe como es la prevención y tratar los casos de adicción con los medios clínicos y psicológicos que disponen los gobiernos.
La posición de la Iglesia es importante ya que trata de individuos y de su bienestar personal, sin que ello constituya una repugnante intervención en asuntos políticos. La actitud que tenemos hoy en día hacia los jóvenes es menos doctrinal que antes. Tenemos más elementos que se presentan como instrumentos de realización de individuos y hay más opciones para alcanzarla. Por lo mismo, hay que prevenir de ello a la juventud.
La lucha que hoy enarbolamos contra la corrupción, el crimen organizado, el tráfico de personas y demás atropellos contra la dignidad humana, la enderezamos sin duda para extirparlos de la sociedad, pero más que nada para darle a la juventud una forma de vida sana y digna e inspirarlos a su vez con nuestro ejemplo, a continuar sortear los peligros y continuar esta lucha. Los valores inmateriales de los que habla el Papa Francisco son los únicos que pueden inspirarla.