Hace poco más de un mes señalé que las opiniones tan favorables que existían entonces sobre el peso mexicano se debían, en esencia, a la decisión de los principales bancos centrales de los países desarrollados de inyectar liquidez a sus economías.
Los analistas en esos días veían la cotización de la divisa estadounidense entre 11 y 12 pesos para diciembre de este año. En mi caso, acepté la posibilidad de que la "cotización del dólar disminuya y se sostenga por varios meses abajo de 12 pesos".
Esas previsiones para nuestra moneda se fincaban, en esencia, en que no se esperaba que la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) fuera a terminar este año su programa de relajamiento cuantitativo, aun cuando era factible que redujera el monto de sus compras de bonos.
Ya desde marzo había advertido que cuando nos acercáramos al final del relajamiento cuantitativo en EU veríamos repercusiones sobre "….los mercados financieros y cambiarios, que tendrán que prepararse para un entorno en el cual se interrumpa gradualmente la inyección masiva de liquidez actual y, más adelante, las tasas de interés regresen a cifras más elevadas que las actuales."
El error fue pensar que para que se trastocaran los mercados y terminara la luna de miel del peso era necesario que comenzara la disminución gradual del relajamiento cuantitativo.
La detonación de la inestabilidad sólo requirió de las declaraciones del Presidente de la Fed, que el 22 de mayo comentó que en el futuro cercano podrían empezar a reducirse las compras mensuales de bonos. Ello fue suficiente para que los inversionistas percibieran el comienzo del final de la política monetaria laxa en EU y comenzaran a vender los bonos y monedas de los países emergentes, propiciando un alza de las tasas de sus bonos y una espiral devaluatoria de sus monedas.
El comunicado de la Fed y la conferencia de prensa de Bernanke el miércoles de la semana pasada vinieron a echar más leña a la hoguera, al plantear un posible calendario de reducción de compras que, si las condiciones son propicias, comenzaría en algún momento del segundo semestre y terminaría a mediados del año próximo.
La reacción de los inversionistas, ante un comentario condicionado y que, además, no implicó un cambio inmediato de política monetaria, se antoja muy violenta y exagerada, más cuando no hizo distinción entre mercados emergentes.
En efecto, se castigó casi por igual al rand de Sudáfrica donde hay estancamiento económico y desempleo del 25 por ciento, como al peso de México donde la economía avanza con una tasa baja de desocupación. La inestabilidad actual del peso se exacerbó, además, por dos medidas de política económica interna. La primera fue la reducción de la tasa de referencia de Banco de México (Banxico) en 50 puntos bases el 8 de marzo, y la segunda la decisión de la Comisión de Cambios (CC) de suspender la subasta de venta de dólares el 9 de abril.
Me parece que, una vez que se despeje la polvareda, este episodio de inestabilidad terminará por ser una sobrerreacción a los comunicados de la Fed y el precio del dólar pudiera bajar otra vez de 13 pesos, pero salvo una reforma energética espectacular, que veo muy remota, ya no hay razones para prever que una vez que comience el retiro gradual del programa de liquidez en EU pueda acercarse a los 12 pesos. Los acontecimientos recientes en los mercados financieros y en la cotización del dólar, así como la trayectoria esperada para la política monetaria en EU, no sólo hacen remota la posibilidad de un fortalecimiento sostenido del peso, sino también hacen improbable y suicida que Banxico redujera nuevamente su tasa de interés de referencia como anticipaban, por lo menos hasta hace unas semanas, la mayoría de los analistas financieros.
Hoy somos testigos de lo que una simple previsión de plazos para la atenuación del relajamiento cuantitativo hizo con los mercados bursátiles y de divisas, más adelante veremos lo que su instrumentación hará con ellos.
Lo que parece claro a estas alturas es que el reto de Banxico será aplicar con mucho tino y especial cuidado su política monetaria, no solo en la coyuntura actual sino más importante aún, en los meses y años siguientes.
Eso será crucial para que nuestra economía sortee con éxito las repercusiones que tendrá sobre nuestras variables financieras la reducción en el ritmo de inyección de liquidez en EU y, más adelante, un proceso lento y prolongado de alza de tasas de interés externas, que bien pudiera comenzar hacia fines del año próximo.