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El petróleo, su verdadera importancia

JULIO FAESLER

La Reforma Energética ha venido ocupado una creciente ola de atención nacional hasta llegar a los paroxismos de las izquierdas en las calles y adentro del Congreso.

Al lado de los horrores de la criminalidad organizada, el tema del petróleo elemento principal de la Reforma Energética ha dominado la atención. Ahora, es urgente hacer que el inmenso recurso petrolero de México signifique beneficios tangibles para el pueblo, su propietario real.

Son las leyes secundarias que implementen la Reforma Energética, las que la ciudadanía, tan preocupada por la suerte del petróleo, tiene que cuidar. Es demasiado temprano, estamos apenas a unas cuantas horas de las aprobaciones legislativas, para poder medir sus alcances reales.

El pueblo de México paga un muy alto precio por haber dejado en el abandono el recurso natural más importante con que ha contado desde que la minería dejo de ocupar el primer lugar.

En 1938 la estatización del negocio petrolero hasta ese momento en manos de empresas privadas extranjeras fue universalmente aplaudida. La convicción de que la salida de los extranjeros significaba automáticamente la prosperidad para todos era, sin embargo, ilusa. El trabajo duro, organizado, disciplinado y entregado era indispensable.

Contrario a lo que se requería, el negocio petrolero fue entregado a un sindicato ambicioso, liderado por operadores del gobierno, que significó el mayor factor de desastre en que habría de caer la industria petrolera.

En el ambiente prevaleciente del ensayo socialista que se impulsó en la presidencia de Lázaro Cárdenas era de esperarse que el sindicato petrolero jugara un papel prominente. La misma expropiación se originó en un conflicto entre el sindicato y la empresa. Podía esperarse que ello favoreciera que el sindicato petrolero se arrogara la prioridad para todos los negocios alegando su derecho de primogenitura.

Lo que las mayorías no esperaban ni querían, salvo el gobierno que encontraba en el Sindicato de los Trabajadores uno de los poderosos pilares del control electoral, era que tal preeminencia le costara al país tanto en términos de llevar a la ineficiencia a la empresa nacional recién creada.

Así fue empero. Desde el primer momento el sindicato esquilmaría, drenando sistemáticamente los recursos, a Pemex sin dejarle oportunidad para consolidarse ni financiera ni técnicamente. Los efectos fueron exhibiéndose progresivamente. El cuadro negativo se completó a medida que aumentaba la dependencia que el gobierno llegó a tener de los ingresos que crecientemente tomaba de Pemex hasta llegar a significar el 40 % de sus ingresos fiscales. La empresa quedó cada vez más rezagada respecto de las de otros países petroleros.

No hay excusas. Sólo nuestra ideosincrasia explica la tolerancia y paciencia. Cuestión de mentalidad. El pueblo mexicano no se rinde ante nadie salvo ante sí mismo. Suspicaz por naturaleza, prefiere seguir de frente, solo, con sus propios designios, antes que de aprender de otros, aun cuando ello signifique el desastre. Esta fue la suerte el petróleo en México. Antes de disciplinar la corrupción interna que lo carcomía se cegó dentro de un engañoso mito.

Los escenarios han cambiado y se han pueblan de contradicciones que plantean críticos dilemas. Las perspectivas de la autosuficiencia de los Estados Unidos, nuestro mejor cliente, la demanda asiática incalculable por el momento, los usos no convencionales, el previsible agotamiento del petróleo fácil y las interrogantes sobre las de extracción difícil. Ante ellos ni Pemex ni ninguna otra gran empresa tiene nítidas respuestas. El futuro se acomete con arrojo, técnica y dinero.

Hay que tomar en cuenta, empero, que al contrario de tanto ruido que la Reforma Energética nos ha merecido en todos sentidos, en último término la esencia de la discusión no tiene tanta trascendencia como parece. El petróleo puede aportar una parte importante en la recaudación del Gobierno, pero no a la economía nacional. En efecto, la producción petrolera significa sólo una parte menor del PNB. La exportación de petróleo no fue sino el 16 % de la exportación total en 2011.

Poniendo las cosas en su lugar, el petróleo ha dejado de ser el elemento central del desarrollo nacional. Es importante, pero no puede decirse que del petróleo dependa el futuro del país. Éste recae en la diversidad de productos y actividades economías a las que el pueblo se dedica. La más importante es, desde luego la actividad primaria que ofrece las materias primas para la industria que las recibe transforma y vende.

Las reformas que se han aprobado en el Congreso en estos días deben completarse con las leyes que las implementen. Tardarán en aparecer. Los efectos tangibles de las reformas, ya se está reconociendo más ampliamente tardarán aún más. El aumento de producción, la reducción de costos en la energía eléctrica, la creación de más empleos formales y en general los beneficios de las nuevas estructuras como resultado de mayores inversiones que, sólo en petróleo Pemex calcula en 60,000 millones de dólares en los próximos 10 años, serán efectos que vendrán a su tiempo.

Mientras tanto, el ritmo económico del país se verá impulsado por la suma de las actividades, afortunadamente mucho más diversificadas que cuando en 1938 nuestra carta principal era la extracción del petróleo.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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