El Presidente de la República Enrique Peña Nieto termina su primer año de gestión en su menguada condición de no tener un foro institucional dónde presentar su Informe. Originalmente escogido el Campo Marte de los militares y obligado a cancelar un viaje internacional, por motivos domésticos, ahora Los Pinos será el escenario de un encapsulado acto del Presidente ayuda de la solemnidad tradicional.
El prolongado proceso que comenzó hace doce años con la infausta decisión revanchista de la oposición de autoflagelación al cerrar las puertas del Congreso al titular del poder Ejecutivo, llega ahora coincidentemente, con las incontroladas movilizaciones de una pequeña proporción rijosa del magisterio, llega hasta el inimaginable extremo que se nos anunció el jueves de esta semana y que presenciaremos el próximo lunes 2: el Primer Informe de la presidencia del reingresado PRI, que escoge el único reducto seguro, la recién habilitada residencia oficial de Los Pinos, ni siquiera en el vestíbulo del Palacio Legislativo, que se le ofrece a una presidencia itinerante, esta vez en el Siglo XXI.
El triste espectáculo del vaso y cuchara domésticos sustitutos de símbolos ceremoniales más dignos como es la campana de plata utilizada por el Presidente de la Cámara de Diputados, con que abrió la sesión del Congreso en un improvisado recinto bancario acondicionado dentro de un ferial, fue símbolo de la humillación que debió sufrir el gobierno en las últimas semanas ante la mirada azorada de una ciudadanía desamparada y decepcionada de las menguadas instituciones nacionales.
Las movilizaciones que han paralizado buena parte de la vida de la capital y que han llegado con su incontrolada audacia no son, el primer asomo de un inmenso complot, ya no internacional, sino ni siquiera doméstico, que desemboque en un vasto cambio de nuestro régimen político. Expresiones sólo de una honda inconformidad de vastos sectores, tienen la limitada agenda, aunque algunos le asignan una mayor importancia, de reivindicar agravios y abandonos seculares. Carentes, empero, de apoyos sindicales de significación, ni mucho menos de las clases medias del país a las que se han profesado ajenos en concepción y práctica, los grupos manejados por la Coordinadora podrán seguir manteniendo la estridencia de sus marchas y plantones por todo el tiempo que la autoridad lo permita, hasta que el cobarde quiera, como reza un conocido dicho popular sobre la suerte del valentón. Ese momento, lo sabemos todos, se dará el próximo 16 de septiembre con el insustituible desfile militar por el Zócalo capitalino.
Todo el capítulo que estamos viviendo no pasará de ser una tormenta necesariamente transitoria que el tiempo, que todo lo cura, habrá de resolver por inanición presupuestal de los organizadores. Ni siquiera la interrupción del proceso legislativo que está retrasando la aprobación de la legislación instrumentadora educativa o la discusión de las ansiadas reformas energética y la fiscal, ha de acercar las metas que se asignan los maestros de la CNTE.
Visto lo anterior, y sumándonos a la pléyade de comentaristas que ofrecen doctos consejos a un Presidente que luce atribulado y débil, concluimos que no hay más camino para el gobierno federal sino el de ejercer un férreo control de las manifestaciones callejeras más destructivas y encausar los necesarios procesos penales hacia jueces firmes y valientes. La acción policial tiene que esperar hasta que quede integrada la anunciada "gendarmería" que ahora se le reduce a magros 5 mil elementos cuando su dimensión había sido originalmente planeada de 35,000 elementos para fines de este año y hora ahora demorada hasta dentro de año y medio.
Las maquinaciones de la CNTE no son a nivel nacional, están concentradas en determinadas regiones del país y del D.F. Son la prueba más fehaciente de la impreparación en que aún se encuentra la Nación para resolver sus problemas de desarrollo. Son el reto más importante de la todavía naciente Presidencia. Regresado el PRI a Palacio Nacional y a Los Pinos con el pretencioso estandarte ostentando en el lema de campaña de la competencia política, ahora la Presidencia ha venido a sufrir las humillaciones de un Informe en casa y un Congreso llamado a sesionar con una campana de vaso y cuchara.
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