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El Síndrome de Esquilo

CINCUENTA AñOS TRAS LA MAGA

El Síndrome de Esquilo

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VICENTE ALFONSO

"Si no hubiera escrito Rayuela, probablemente me habría tirado al Sena", declaró alguna vez Julio Cortázar acerca de su más célebre novela, esa misma que esta semana cumple 50 años de haber sido editada por primera vez. A medio siglo Rayuela sigue ganando lectores día con día.

Hoy quisiera recordar uno de sus personajes más entrañables, esa loca formidable con quien todos hemos creído encontrarnos alguna vez: La Maga, esa mujer de veintitantos años, de cara fina y translúcida piel, que usaba medias negras, zapatos colorados y fumaba Gitanes.

¿Existió La Maga? En cierto modo, sí: se llamaba Edith Aron y Cortázar la conoció trece años antes de publicar Rayuela, cuando en enero de 1950 se embarcó en una nave italiana. Ella era diez años menor que él, y se vieron por primera vez mientras, en alta mar, él tocaba tangos al piano. La versión de ella es la siguiente: "Yo estaba en tercera clase, no pasaba nada demasiado interesante y de pronto vi a un muchacho tocar tangos en el piano. Una chica italiana con la que compartía la cabina me dijo que me miraba y que, como era tan lindo, por qué no iba a invitarlo a nuestra mesa. Pero estábamos sentadas con gente muy rara, el mozo era muy viejo y no me animé".

Si bien el encuentro no se dio en alta mar, pues no pasaron de saludarse en la cubierta, el azar se encargaría de juntar a los personajes en París. Se encontrarían sin proponérselo: primero en una librería del Boulevard Saint Germain, luego en la fila del cine para ver La Pasión de Juana de Arco y finalmente en los Jardines de Luxemburgo. Al fin él se animó y la invitó a tomar algo. Cuenta la leyenda que también le leyó un poema. Pasaron más de diez años para que Cortázar la bautizara como "Maga", pero dentro de él, la batalla estaba ya perdida.

En realidad poco importa si la Maga existió o no. Lo realmente importante es que existe el personaje, porque existe una novela donde podemos encontrarnos con ella.

Han sido muchos, muchísimos, los festejos por el medio siglo de Rayuela: reediciones del libro, lecturas públicas, exposiciones, mesas de análisis. Aquí en La Laguna, una de las actividades más certeras tuvo lugar hace unos días: conspiradores agrupados en torno al fantasma del cronopio mayor, varios jóvenes se reunieron en un café para lanzar un fanzine titulado Rayuelitita, de la pluma del joven autor Édgar González, alias Lacolz.

Rayuelitita es un eco en papel de la novela de Cortázar, pero ingeniosamente reelaborado: en vez de La Maga, el personaje femenino es La Mague, y en lugar de Oliveira vemos a Julito castigado, rayando con tiza el piso del colegio. Publicado por Amanuense Editorial y La Tolvanera Cartonera, el pequeño impreso fue lanzado en una presentación donde hicieron presencia, además, el Grupo Mezquite Danza Contemporánea (con una estupenda interpretación dancística del capítulo 41 de Rayuela a cargo de Sara Ovalle y Mario Gómez, tablón incluido) y el taller El Chanate con sus grabados.

Quienes estuvimos allí, recordamos el detalle: a media presentación un vendedor de flores entró en el café: no recuerdo quién estaba hablando en la mesa, el caso es que de pronto el café entero se quedó callado, presenciando cómo un vendedor alto, un tipo con aspecto de un poco infantil a pesar de su barba cerrada, le entregaba una flor a Lacolz. Fue un instante apenas, pero más tarde, cuando brindábamos por ese primer número de La Tolvanera Cartonera, me animé a preguntarle a quien estaba a un lado mío: ¿A ti no te parece que está mucho más flaco? "Un poco", dijo, "uno va cambiando…".

Twitter: @vicente_alfonso

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