El Síndrome de Esquilo
Comienza septiembre y se cumplen cuarenta años del golpe de Estado que, el 11 de septiembre de 1973, derrocó en Chile al presidente Salvador Allende para imponer una dictadura que costó la vida de miles de ciudadanos. Pocos días después de aquel ataque, afectado por las convulsiones que sacudían a su país, murió Pablo Neruda.
Es bien conocida la faceta de don Pablo como escritor. Basta que su nombre se mencione para que alguien salte con sus versos más famosos: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche…" o "Me gustas cuando callas porque estás como ausente…" o también "Sucede que me canso de ser hombre…".
Menos recordada, aunque de importancia vital, es su labor como político y diplomático. Su historia personal, entrelazada con la del siglo XX, da una idea precisa de cómo veía el mundo el Premio Nobel de Literatura 1971. Neruda vivía atento a su tiempo, del que fue un cronista invaluable: como miembro del servicio diplomático de su país, le tocó conocer en la India a un joven Gandhi que comenzaba con sus luchas. Le tocó vivir también la guerra civil española y convivir muy cercanamente con poetas como Miguel Hernández, Rafael Alberti y Federico García Lorca. Vivió de primera mano anécdotas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial, durante la revolución china o en la desaparecida Unión Soviética.
Afilada por todas estas experiencias, la pluma de Neruda no sólo forjó versos. También escribió decenas de cartas y documentos, por ejemplo el "Yo acuso" un texto que el poeta leyó en el parlamento cuando era Senador de la República de Chile, recriminando al entonces presidente, Gabriel González Videla, haberse alejado del pueblo para servir a otros intereses. Debido a sus convicciones políticas, Neruda fue perseguido en su propio país y tuvo que salir de incógnito, cruzando la cordillera por la región austral. Quien lee los discursos políticos puede advertir claramente que conviven en ellas el servidor público y el escritor, pues al tiempo que argumenta e invoca la ley, invoca el espíritu de Víctor Hugo y cita a Giordano Bruno.
Pero quizá menos conocido que el poeta y el político, es el genial humorista que Neruda fue. Por ejemplo, en su casa de Valparaíso aún recuerdan las sesiones de un misterioso grupo, llamado el club de la bota. La actividad principal de ese grupo era beber cerveza de una jarra que tenía, precisamente, forma de bota. Neruda bautizó a los miembros del club como "botarates". La prueba para ingresar al club era dibujar, con los ojos cerrados, un cochinito en una servilleta.
En 1933 el PEN Club argentino organizó un homenaje a dos poetas: Federico García Lorca y Pablo Neruda. En sus memorias, Neruda recuerda divertido la confusión de los asistentes al banquete al ver que, cada uno en una punta de la mesa, se levantaban para recitar alternadamente las frases de un discurso, haciendo pensar a sus amigos que cada uno estaba interrumpiendo al otro, cuando en realidad se trataba de una travesura literaria más de los poetas.
Cierro esta evocación con fragmentos de un poema en que Neruda se describía: "Por mi parte, soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza, creciente de abdomen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez (…) investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras, incansable en los bosques, lentísimo de contestaciones, ocurrente años después, vulgar durante todo el año, resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito, tigre para dormir, sosegado en la alegría, inspector del cielo nocturno, trabajador invisible, desordenado, persistente, valiente por necesidad, cobarde sin pecado, soñoliento de vocación, amable de mujeres, activo por padecimiento, poeta por maldición y tonto de capirote".
Twitter: @vicente_alfonso