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El Síndrome de Esquilo

DISCULPEN LAS MOLESTIAS

El Síndrome de Esquilo

El Síndrome de Esquilo

VICENTE ALFONSO

Uno de mis rituales secretos es leer, cada octubre, una novela que en su momento fue prohibida, un libro incómodo y polémico que en su momento fue motivo de escándalo para la izquierda mexicana y que provocó que su autor fuera regañado por Pablo Neruda e incluso expulsado del partido comunista mexicano. Una novela que fue publicada por primera vez en 1949 sólo para ser retirada de circulación en junio del año siguiente, al mismo tiempo que se cancelaban las funciones de su adaptación al teatro. Habrían de pasar diecisiete años para que la novela volviera a circular. Me refiero, ya alguno entre mis tres lectores lo habrá imaginado, a Los Días Terrenales, de José Revueltas.

Antes de hurgar en las páginas de este libro prohibido quizá convenga recordar algunas pistas biográficas de don Pepe: que nació en Durango el 20 de noviembre de 1914, que la primera vez que pisó la cárcel tenía apenas 15 años, y fue acusado de rebelión, sedición y motín por tomar parte en una protesta en el Zócalo capitalino, que en 1932 fue enviado a las Islas Marías, prisión que se convertirá en escenario de Los Muros de Agua, una de sus novelas más célebres, que volvió a pisar la cárcel en 1968 por formar parte del movimiento estudiantil que desembocó en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, y que con el paso de los años se convirtió en un personaje tan incómodo para la izquierda como para la derecha por expresar sus convicciones y fomentar, desde su obra literaria y periodística, el pensamiento crítico.

Eso nos lleva de regreso a Los Días Terrenales. ¿Qué hay en esa novela que detonó semejantes reacciones? ¿Por qué lo criticaron tanto quienes en otro momento fueron sus compañeros de lucha? El pecado de don José fue decir algo que muchos pensaban, aunque quizá no se atrevían a expresar. Contada en unas cuantas frases, la novela aborda las diferencias entre dos revolucionarios: Fidel Serrano, combatiente ortodoxo, que aplica con los ojos cerrados las fórmulas que le dictan sus superiores jerárquicos, y Gregorio Saldívar, un exestudiante de pintura que razona, medita y cuestiona lo que le rodea. Fidel, que en la novela es descrito como "una máquina de creer", es un hombre que sigue órdenes a tal grado que deja morir de hambre a su pequeña hija porque así lo exige la lucha, Gregorio es un hombre que se atreve a expresar sus dudas, que se atreve a sentir, un hombre que se pregunta si, obcecada en conseguir sus metas, la izquierda no estará tan alejada del pueblo como la derecha.

Mi parte favorita en la novela es la conversación que sostienen los dos revolucionarios en un café de chinos. Se trata de un diálogo sin desperdicios. En el punto más alto, Gregorio le dice a Fidel: "El hombre es la materia que piensa, la materia consciente de que existe". A partir de allí, las ideas del estudiante se desbarrancan por reflexiones que se acercan mucho al existencialismo. Dudas que ningún ser humano debería dejar pasar: ¿en verdad tenemos una misión en la vida? ¿sirve de algo perseguir ideales como la justicia, la verdad, la libertad? ¿O somos un destello de conciencia condenado a apagarse en la noche, en el tiempo?

Así, puede decirse que Los Días Terrenales cuestionó, en su momento, a quienes recibían y acataban recetas sin pasarlas por ningún filtro, ni siquiera el de su propio criterio. Aún hoy, sigue siendo un libro incómodo. Porque le tunde a la izquierda ciega, sí, pero cuestiona también a las beatas que repiten las mismas oraciones una y otra vez sin molestarse en ver la pobreza que las rodea, critica a quienes exigen un cambio en la realidad de su país, pero no mueven un dedo para romper las inercias de corrupción e ignorancia, molesta además a los integrantes de la clase media que sienten que nunca les llegará el agua al cuello. Hoy, Los Días Terrenales ha vuelto a ser leído como la gran novela que es. Lo mejor de todo es que seguramente sigue incomodando como deben hacerlo las mejores letras: cuestionando, preguntando, analizando todo desde una perspectiva crítica. Tengo mi ejemplar sobre el escritorio, muy cerca de la máquina. Desde la cuarta de forros, don José Revueltas sonríe, como diciendo: si algo aquí les incomoda, disculpen las molestias.

Twitter: @vicente_alfonso

Visita mi sitio: http://www.elsindromedesquilo.blogspot.com

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