Karoline Günderrode
Por sobredosis, arrojándose a un río con los bolsillos llenos de piedras, buscando sus fantasmas mar adentro, o alojando un mortal proyectil en su corazón, el suicidio en la literatura, parece convertirse en un acto estético que va más allá de las fronteras, los estilos y los géneros.
Algunos expertos como José Luis Gallero creen que el primer suicidio célebre de la poesía fue el de Safo de Lesbos, uno de los nueve poetas líricos de Grecia, aunque no está comprobado, hay quienes dan credibilidad a la leyenda que cuenta que la poetiza se arrojó al mar, apoyados en la ilustración "Safo saltando al mar desde el promontorio leucadio", de Théodore Chassériau, en 1840.
La joven poeta Karoline Friederike, quien estudió filosofía, letras, historia y arte, enterró un cuchillo en su corazón y se lanzó al Rhin el 26 de julio de 1806. En mayo de 1986 el poeta colombiano José Asunción Silva se disparó en el corazón luego de haber hecho que su médico le dibujara un mapa exacto sobre la camisa blanca, ubicando el corazón.
El poeta, escritor y boxeador Arthur Cravan, cuyo verdadero nombre era Fabien Avenarius Lloyd, hijo de Otho Holland Lloyd y sobrino de Oscar Wilde, desapareció en 1919 en una bahía del Golfo de México. Son muchos los autores que han intentado relacionar el suicidio de los poetas con su propia obra, sin embargo no se pueden determinar coincidencias ya que la muerte es un tema recurrente como tópico dentro de la misma poesía.
Inolvidable el poeta surrealista francés, Jacques Rigaut, autor de la "Agencia General del Suicidio", para quien la vida no era más que el periodo de preparación para el acto supremo de suicidarse, terminó con su vida en 1929, cuando se disparó un tiro en el corazón.
"En la borda, el sabor a salitre / me llama a ser océano. / Valoro la distancia / y alzo el vuelo", es un verso del poeta estadounidense Harold Hart, un anticipo a su muerte, que sucedió el 27 de abril de 1932, cuando se arrojó al Atlántico desde la cubierta del buque Orizaba en el Golfo de México.
En la literatura latinoamericana son inolvidables los nombres de Alejandra Pizarnik, quien muere de sobredosis de seconal en un permiso de su centro psiquiátrico, el de Alfonsina Storni quien se interna despacio en las aguas del Atlántico en Mar del Plata, o Leopoldo Lugones quien después de quemar sus libros ingiere un té de cicuta recordando a Sócrates.
Algunos suicidios parecen ser el verso final en la vida de los poetas, pero otros son aterradores, nostálgicos y evocan desesperación, como el de Sylvia Plath, quien abrió la llave del gas y metió la cabeza en el horno, en febrero de 1963. O el de Gabriel Ferrater quien además de ingerir una alta dosis de barbitúricos, se ata una bolsa de plástico en la cabeza.
Cortesía
La muerte como salida
Después del avance de su cáncer, el poeta, ensayista y diplomático mexicano, Jaime Torres Bodet, escribió "Un algo celular me crece adentro / que me hace pensar / más en mi mismo", una sentencia que lo llevó a dispararse mayo de 1974.
Después recibir sentencia por haber degollado a su esposa, el poeta el poeta José Ignacio Fuentes, se colgó con su cinturón en la cárcel de Basauri, y escribió: "No tengo más que hacer que fumar hasta la muerte. / Yo fumo y sueño. / Quién sabe si algún día veré un río / o la garra piadosa de una soga".
En mayo de 1990 José A. Acillona se produjo una herida en la garganta con el envase de alimento en lata, murió en 1990 en el hospital psiquiátrico de Oña, donde se encontraba internado desde hacia varios meses.
Escritores inmortales por su obra
Entre la lista de poetas que se han quitado la vida están: ⇒ Ángel Ganivet en el río Duina en 1898.
⇒ Georg Trakl, sobredosis de cocaína en 1914.
⇒ Kostas Kariotakis muere ahogado en 1928.
⇒ Cesare Pavese con somníferos en 1950.
⇒ Carlos Obregón por barbitúricos en 1963.
⇒ Virginia Woolf, en el río Ouse en 1941.