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¿El tema? Sexo

SEXUALIDAD

¿El tema? Sexo

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Psicólogo Sexólogo Silvestre Faya

Si alguna vez le ha tocado convivir con una persona que no habla más que de sexo, coincidirá en que puede ser bastante fastidioso. Y tal vez se haya preguntado a qué se debe esa tendencia; de ser así, este artículo le resultará de utilidad.

A la mayoría le resulta molesto aguantar la ‘logorrea sexual’, definiéndose ésta como la locuacidad exagerada y el flujo verbal inagotable sobre temas vinculados al sexo. Es realmente incómodo sonreír cuando se sienten ganas de pedir silencio a quien por todo y por nada, obliga a los demás a escuchar y participar de sus opiniones sobre toda clase de asuntos eróticos.

Debemos decir que el siglo XXI recibió con júbilo grandes cambios gestados en la centuria anterior. Así, el descubrimiento del sildenafil, mejor conocido como Viagra, demostró que muchas parejas sufrían en silencio la impotencia o disfunción eréctil. Por otro lado, gracias a la labor de los sexólogos Masters y Johnson, la mujer aceptó que experimentaba placer y podía llegar a ser multiorgásmica. Afortunadamente desde hace tiempo una avalancha de información sexual nos invade de manera cotidiana a través de los medios cibernéticos. Esto ha contribuido a que muchos tengan más bases para ejercer mejor su sexualidad. Por otro lado, es materialmente imposible procesar tal cantidad de datos sobre experiencias, descubrimientos, investigaciones físicas, sociales y de alcoba, que muestran aspectos diversos del goce carnal; sin embargo ello no es pretexto para que algunos quieran imponer a la gente que está alrededor suyo el sexo como algo monotemático.

¡TÓMENME EN CUENTA!

Existe un dicho que expresa que “quien presume de algo, habla de lo que carece”. Es válido aplicarlo al tema del disfrute sexual. Hombres y mujeres que constantemente recurren al doble sentido para exhibir la falta de inteligencia o chispa verbal sexual de los demás, son un claro ejemplo de esta conducta. También quienes platican abiertamente de sus supuestas hazañas y exponen a sus parejas sin ningún recato.

El sujeto que con frecuencia recurre a revelar las intimidades propias o ajenas, está pidiendo ser tomado en cuenta, dándose importancia como ‘conocedor’ de los secretos y argucias del sexo.

No todo aquel que charla del sexo es un conversador incómodo. Quien respeta los espacios ajenos invita a la conversación sin imponerla. Hay que contextualizar; en términos generales, los adolescentes y los viejos tienen mucho en común en la conversación sobre el tema. Los primeros sienten preocupación de no dar la medida al momento de realizar su primera experiencia, y los ancianos viven de glorias o frustraciones pasadas. Así, ambos grupos pueden tender a hablar mucho del erotismo pues usan la fantasía como un mecanismo compensador.

Sin embargo, el adulto que constantemente dirige su conversación hacia cuestiones sexuales pone en evidencia su insatisfacción física y la proyecta en los demás haciéndoles el blanco de comentarios incómodos, preguntas fuera de lugar o incluso proposiciones sexuales.

La razón emocional para mantener el sexo como único contenido de conversación alude a la frustración real que la persona siente en ese aspecto de su vida; puede que incluso llegue a contar con una o varias parejas sin que ninguna le brinde una relación física ni sentimental a plenitud.

Quien necesita tocar constantemente temas de corte erótico es como el niño que se pone frente a la vitrina de los juguetes pero no trae dinero para comprarlos. Su falta de desarrollo lo obliga a depender de sus padres para obtenerlos; de la misma manera, el platicador sexual necesita al auditorio para excitarse al ver sus caras de azoro, enojo, exaltación o franco rechazo. Es una conducta exhibicionista, sólo que la víctima es sorprendida de manera verbal.

DE CONVERSADOR A ACOSADOR

Una delgada línea separa a quienes hablan constantemente sobre sexo y a los acosadores.

Los primeros tienen una falta de tacto social como parte de su temperamento y carácter. Experimentan el deseo de abordar el tema y no toman en cuenta la reacción de los demás, únicamente se sienten complacidos al exponer cuestiones eróticas, decir albures, frases de doble sentido, etcétera. Su falta de atención y cuidado social los hace quedarse solos física o mentalmente, si los demás desdeñan su plática y los dejan expresarse pero no prestan oídos a su palabrería.

Por su parte el acosador sexual-verbal-patológico no sólo conversa compulsivamente sobre su tema favorito sin que exista poder humano que lo detenga: si no habla sobre sexo tiende a experimentar nerviosismo, ansiedad o coraje.

Aquí es preciso aclarar que se considera acoso cualquier comentario, gesto, acto o atención de carácter sexual cuyo objetivo sea hacer daño, ofender o intimidar a alguien sobre su aspecto u orientación sexual, así como la difusión de rumores.

Los que llegan a convertirse en acosadores verbales patológicos viven en un constante espionaje a las acciones y reacciones de los otros, a fin de exaltar el aspecto erótico que, según ellos, los demás encubren. Disfrutan haciendo sentir mal a quien exhiben y de esa manera recubren su aburrida vida íntima.

CORTANDO LA ACTITUD

Es preciso mencionar que si bien esta actitud predomina en los hombres, algunas mujeres llegan a desarrollarla. Quien logra identificar en sí mismo este rasgo incómodo de conducta, puede acudir a valoración psicosexual y recibir asesoría y terapia psicológica. Reconociendo la manera inmadura de gozar con el atropello verbal sexual del que hace víctimas a los demás y admitiendo que tiene necesidad de aprobación externa, se le encauzará a ser su propia fuente de apoyo psicológico, para posteriormente tomar el aspecto erótico como uno de los pilares de la vida en pareja.

La mayoría de quienes se convierten en acosadores verbales no buscan ayuda psicológica por considerarla innecesaria. Las personas que se ven obligadas a escucharlas tienden a evitar su compañía, prestan oídos sordos a sus propuestas o tienen enfrentamientos de menor a mayor violencia. No obstante, con el concepto legal de acoso, los platicadores sexuales han visto severamente disminuido su territorio.

La inmadurez obliga al acosador a recurrir a esta maniobra de imponerse con el tema del sexo. Su actividad carnal es inadecuada e insatisfactoria; así, siempre está buscando nuevas ‘víctimas’ de sus dardos verbales para mantenerse excitado y lucha con la sensación de sentirse terriblemente solo. Además, por ser un trastorno del carácter, quien lo padece puede considerar que si deja esta conducta dejará de ser él mismo y por ello evita reencauzarse de una manera apropiada. Es así que algunos pueden durar periodos prolongados bajo tratamiento psicológico y sólo modifican parcialmente su actitud.

Comúnmente quienes padecen legorrea sexual no detectan que su conversación puede resulta incómoda para los demás, y más que eso, agotadora. Por eso es probable que no entiendan por qué van excluyéndolos de los círculos que frecuentan, tanto en el trabajo como fuera de él, ya que en definitiva sus colegas y conocidos irán buscando la manera de dejarlos fuera de todo tipo de reuniones, con tal de evitarse la ‘flojera’ de escucharlos con su inagotable discurso.

www.sexologosilvestrefaya.com

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