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Embarazo y estrés: mala mezcla

SALUD

Embarazo y estrés: mala mezcla

Embarazo y estrés: mala mezcla

Edith González

Se sabe que dependiendo de la intensidad, el estrés puede causar ciertos daños al organismo. Esto es algo que en especial deben tener presente las mujeres embarazadas, quienes al someterse a la tensión no sólo comprometen su bienestar sino también el de su hijo.

Todo embarazo conlleva en sí mismo un cierto grado de estrés. Resulta natural que alguien gestante sienta temores con respecto a su hijo. Entre las inquietudes más frecuentes que en dado momento surgen figuran si el bebé nacerá sano o con malformaciones, alguna discapacidad o enfermedad; si el embarazo se llevará a término sin complicaciones o vendrá un parto prematuro o un aborto; incluso el simple hecho de saber si será niño o niña llega a ocasionar angustia para algunas futuras madres.

Los cambios que se van a enfrentar durante la gestación y después del alumbramiento, son otras preocupaciones comunes. Si a esto se le agregan las dinámicas laborales, de pareja, social y familiar, y hasta la económica, que de manera cotidiana suelen traer consigo su carga de nerviosismo, la salud de la mujer y su hijo podrían verse seriamente comprometidas.

CONECTADOS

Entre las afectaciones a la salud de alguien gestante ocasionadas por periodos de tensión se encuentran el aumento de la presión arterial y el de la glucosa, aspectos que deterioran su bienestar (y más si ya con anterioridad al embarazo habían antecedentes de hipertensión o diabetes).

El estrés de la madre no es en sí mismo causante de malformaciones en el feto; pero si el estado de intranquilidad se vuelve algo recurrente, sí traerá repercusiones a su desarrollo. El producto puede sufrir un retraso en el crecimiento y presentar bajo peso al nacer, lo que trae consigo el riesgo de que nazca con alguna enfermedad.

Y es que durante los momentos de incertidumbre el organismo libera las catecolaminas (hormonas secretadas por las glándulas suprarrenales, que se encuentran en los riñones). Cuando éstas se generan, aumenta la frecuencia del corazón y por ende la presión arterial. Ello sucede debido a que el cuerpo se prepara para reaccionar ante una adversidad. Así, las hormonas causan una reducción del flujo sanguíneo que pasa al bebé, lo cual a la vez merma la elaboración del líquido amniótico y por ende afecta las dimensiones de la placenta. “Si la placenta es pequeña o el líquido no se produce adecuadamente, repercute en el tamaño del bebé, es decir disminuye su crecimiento y llega a tener como consecuencia enfermedades en el recién nacido, o incluso puede propiciar su fallecimiento debido al bajo peso. Lo cual es lamentable, porque usualmente el estrés se puede evitar”, explica la Ginecóloga María de la Paz Hernández.

La especialista agrega que es por vía de la sangre que el feto recibe diferentes sustancias generadas a partir de las emociones, de ahí que sea tan importante disfrutar del embarazo. No es que el bebé entienda el estado anímico de su madre, él no identifica si llora o por qué está angustiada, pero sí siente toda la cascada de sustancias químicas que emergen del cerebro materno cuando ella experimenta cualquier emoción.

¿MÁS ESTRÉS?

El estrés se puede maximizar durante la gestación debido al cambio en la producción hormonal que sufre el cuerpo femenino, y cuya función es precisamente el buen desarrollo del bebé. A través de esa elaboración de hormonas las mujeres se vuelven más sensibles, de ahí que muchas lloren con frecuencia por temas que en otras circunstancias no les afectarían; igualmente se muestran más irritables y desde luego, propensas a tensarse.

No hay una etapa en el embarazo que vulnere más que otra a la mujer frente al estrés; la presencia de éste depende de las situaciones que atraviesa cotidianamente. Es decir, si surgen circunstancias que puedan ocasionar gran tensión (por ejemplo una pérdida importante) es cuando deberá tenerse mayor cuidado sin importar si tiene 12 ó 30 semanas.

PARA DARLE SALIDA

Existen diferentes técnicas que ayudan a la embarazada a enfrentar los periodos de estrés, como el yoga, que enseña a respirar profunda y tranquilamente y a relajarse; la risoterapia, que favorece las emociones positivas como la alegría, el gozo, el entusiasmo, la motivación; o bien los cursos de psicoprofilaxis en donde se da a la madre una preparación tanto física como emocional para la llegada del bebé. Todo ello contribuye a la desaparición del estrés y la ansiedad.

No todas esas técnicas están al alcance de cualquiera, pero existen opciones muy sencillas, como caminar diariamente durante 30 minutos en una plaza o lugar en el que la gestante se sienta más relajada, ver una película o programa de comedia, inhalar y exhalar de manera pausada, escuchar música.

Es asimismo recomendable establecer tiempos diarios para el descanso, además de incorporar una alimentación más saludable, la cual contribuirá a la mejora del estado emocional y de la salud en general.

LO MEJOR: TRANQUILA HASTA EL FINAL

El alumbramiento es otra etapa de tensión para la mujer (sea primeriza o no, pues cada embarazo es diferente). El temor a perder la vida durante el parto o a que el bebé no nazca vivo son algunas de las angustias que se pueden presentar y en nada ayudan al proceso, sino que lo dificultan.

Se estima que en la actualidad esta clase de preocupación podría ser fomentada por el exceso de información que abunda en Internet sobre el embarazo y el parto, por ello, lo recomendable es que si la futura mamá quiere documentarse en tales temas lo haga con fuentes especializadas, en sitios web acreditados, o mejor aún: planteando sus inquietudes al especialista para que éste las disipe de forma personalizada.

En el mismo contexto ayuda recordar que con el embarazo el cuerpo se prepara para dar vida y por lo tanto debe tenerse presente que en el parto todo sucederá de manera natural: “El cuerpo pone los dolores, dan ganas de pujar y todo fluye; la mujer es sólo un conducto, no hay de qué preocuparse”, afirma la Doctora Hernández.

Igualmente, indica que son pocos los casos en los que por temor o estrés la mujer llega a dificultar el alumbramiento, no obstante sí puede suceder. Por eso la recomendación es evitar los periodos de tensión. Y si resultan inevitables, hará falta aprender a manejarlos con las terapias ya mencionadas.

En la última fase hay otro miedo usual en numerosas mujeres: que luego del parto no sientan el llamado instinto materno. Al respecto, la entrevistada comparte que durante dicho proceso se libera la oxitocina, conocida como “la hormona del amor” (secretada en el cerebro de la madre durante la gestación), la cual fomenta el vínculo afectivo entre mamá y bebé. Es por eso que después del parto la madre, aunque agotada, se muestra siempre al pendiente de las necesidades de su recién nacido. Cabe mencionar que además esta hormona juega un papel fundamental al momento del nacimiento, pues ayuda a estimular las contracciones del útero y a su dilatación.

La recomendación es, entonces, tratar de disfrutar el embarazo en cada una de sus fases, sin intranquilizarse por todos esos temores que seguramente no llegarán a concretarse. Ante cualquier inquietud, lo mejor es acudir al médico, ya que él podrá disipar las dudas que surjan en la futura mamá y con ello evitarle dosis innecesarias de estrés.

Correo-e: egonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

Fuente: Ginecóloga María de la Paz Hernández.

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