Empleo precario, un riesgo latente
La realidad del mercado de trabajo en México es de elevada precariedad. Sesenta de cada 100 trabajadores laboran informalmente sin recibir prestaciones sociales, tanto en el sector no registrado como en empresas formalmente establecidas y hasta en el gobierno.
El resultado de este precario estatus laboral es un círculo vicioso entre escasa productividad laboral, limitado crecimiento económico, bajos salarios y un débil mercado interno.
En el futuro, esta problemática podría implicar la profundización de la pobreza y un problema serio de finanzas públicas, dado el envejecimiento de la numerosa población ocupada que hoy no cuenta con aportaciones para el retiro, ni con ahorros sustanciales para dejar de laborar.
Luis Alberto es un joven de 24 años que labora como programador en una empresa bajo la figura legal de persona física con actividad empresarial. Recibe bonos y aguinaldo y paga de su cartera un seguro médico de gastos mayores, pero no cuenta los requerimientos de protección social mínimos establecidos en la Ley Federal del Trabajo.
Actualmente, Luis no ve la relevancia de tener un empleo que le proporcione seguridad social, ni fondos de ahorro para el retiro ni para la vivienda.
Los empleos que no otorgan seguridad social, dejan al trabajador desprotegido; no sólo porque no accede a lo más básico de esta protección, sino porque además no cotiza en un fondo de pensión; "y en caso de una contingencia, ésta recae sobre la persona, que no tiene como amortiguar o repartir el riesgo", expuso Rodrigo Negrete Prieto, investigador de la dirección general de integración, análisis e investigación del Inegi.
En la nueva metodología del Inegi se reconoce que la informalidad laboral se ha extendido a todo espectro de la economía y a todo tipo de unidades económicas.
El grupo de población más afectado por la falta de prestaciones son los jóvenes que se incorporan como primer empleo al mercado laboral informal, sin considerar que la falta de prestaciones sociales podría ser un problema a futuro.
La reforma laboral busca incorporar a estos grupos de población a actividades formales.
Negrete explicó que muchas personas inician su trayectoria laboral en la informalidad por diversas razones, entre ellas, la necesidad de trabajar medio tiempo mientras estudian o por la poca preparación.
Explicó que en el caso del mercado laboral no calificado, mucha gente inicia su trayectoria laboral en la informalidad y en la cumbre de su plenitud física -entre los 24 a 50 años-, la probabilidad de insertarse en el mercado formal aumenta, pero en el último tramo de vida laboral, regresan de nuevo a la informalidad.
Trabajar en empleos informales en esta última etapa de la vida laboral representa un gran problema, pues ya no se cuenta con el vigor físico que los trabajos no calificados requieren.
El corto paso por la formalidad de la población no calificada en México hace que coticen pocos años en la seguridad social y en los sistemas de pensiones.
Con la figura actual del trabajo de medio tiempo o a prueba, se apuesta a que las personas inicien su vida laboral en el sector formal, dijo el funcionario del Inegi.
"Sin embargo, eso no quiere decir que toda la informalidad va a responder a la reforma laboral; pues hay una que es estructural como en la agricultura campesina de subsistencia, que difícilmente responderá de manera distinta a como lo ha hecho en décadas".
Pablo Noreña, socio a cargo de capital humano y obligaciones estatales de KPMG, dijo que la reforma laboral además de incorporar a la población al mercado laboral formal, pretende reducir los esquemas de contratación simulada, donde no se paga la seguridad social.
Comentó que uno de los aspectos en los que se debe seguir trabajando es en vincular los salarios a la calificación y a las competencias adquiridas y crear consensos para medir e incrementar la productividad de la fuerza laboral para que México sea atractivo a las inversiones y pueda reposicionarse en el mundo.
Otro aspecto que sigue en el tintero, es el tema relacionado con el derecho universal a la salud y a la pensión a partir de los 65 años, que consideró podrían financiarse con impuestos al consumo.
LOS RETOS
Las políticas públicas orientadas al otorgamiento de apoyos a la población desempleada y subempleada en el país, han tenido un efecto positivo en los mercados de trabajo mejor estructurados como Jalisco, Nuevo León, el Estado de México y el Distrito Federal, que presentaron mayores tasas de colocación vía el SNE, respecto al total nacional y que reportan tasas de ocupación informal inferiores al promedio nacional.
Entre 2000 y noviembre de 2012, el Sistema Nacional de Empleo (SNE) atendió a más de 34 millones de personas, de las cuales logró colocar a 9 millones 553 mil o 27.8% del total atendido.
No obstante, se requieren medidas de política económica que impulsen la actividad económica, ya que el raquítico crecimiento ha traído consigo la creación de empleos de baja calidad y productividad, que pagan reducidos salarios.
Gabriel Pérez del Peral, director de la escuela de economía de la Universidad Panamericana, indicó que para crear un círculo virtuoso entre generación de empleo, educación y empleos bien remunerados, es muy importante lograr incrementos en productividad. "Entendido como la productividad que resulta de la capacitación y de la generación de habilidades", señaló.
Explicó que a mayor productividad, mayor crecimiento económico, pero para ello se requiere de programas educativos bien alineados con las necesidades de crecimiento y de la industria, que contribuye con una tercera parte de la riqueza nacional. Recordó que en 2011, el 80% de las exportaciones de manufacturas de Latinoamérica provino de nuestro país. "Se requiere mano y mente de obra sofisticada para seguir dinamizando nuestras exportaciones", afirmó.
