Desde niños.La mayor parte de los fumadores empiezan a fumar antes de los 16 años, revela una encuesta.
Tener padres, familiares y maestros fumadores, que puedan comprar cigarros sueltos en puestos de la esquina y cerca de sus escuelas, las ofertas en las tiendas de conveniencia, la publicidad y la presión social de sus amigos son algunas de las causas por las que cada vez más niños y adolescentes comienzan a fumar, aseguró Guadalupe Ponciano Rodríguez, directora general de la Clínica contra el Tabaquismo de la UNAM.
A propósito del Día Mundial sin Tabaco, la especialista de la Facultad de Medicina explicó que el inicio en el consumo del tabaco en los menores es multifactorial.
"Una de las influencias es tener papás fumadores. Los niños piensan que fumar no puede ser tan dañino si lo hacen los padres. Eso hace que tengan a la mano cigarrillos, ni siquiera los tienen que comprar. Igual, si los maestros fuman y los chavos los admiran, eso impacta; igual que en las películas, son modelos a seguir", dijo.
Según la Encuesta Nacional de Adicciones 2011, casi la mitad de los fumadores en México iniciaron el consumo antes de los 16 años. No obstante, la Secretaría de Salud del DF y la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) tiene registros de que ahora inician entre los 10 y 12 años, en particular las niñas.
La investigadora universitaria reconoció que influye mucho que los padres de familia los manden a comprar las cajetillas a la tienda y peor aún, que en éstas les vendan a los menores aun cuando es un delito.
"Se debería hacer una campaña donde se digan las implicaciones que provoca que tu como adulto mandes a los niños a comprar cigarros o cerveza, porque esa es una de las formas más accesibles", consideró.
"NO A LA VENTA DE TABACOS SUELTOS"
Rafael Camacho Solís, director del Instituto para la Prevención de las Adicciones en el DF (IAPA), propuso confiscar la mercancía y detener a quienes vendan cigarros sueltos en tienditas y puestos de las esquinas para combatir la adicción al tabaco en niños y adolescentes.
"Se podría facultar prácticamente a cualquier policía para que, si ve que alguien infraganti está vendiendo cigarros a menores de edad o alcohol, se le puedan recoger todos esos materiales y que sea la autoridad sanitaria la que aplique las sanciones", dijo en entrevista.
Una cajetilla de cigarros cuesta entre 40 y 50 pesos. Normalmente contiene 20 piezas y si se venden sueltos suelen costar cuatro pesos. La ganancia de los vendedores puede ser hasta el doble.
Ante esta situación, Rafael Camacho, director del IAPA, consideró que no es necesario que intervenga el Gobierno federal o el Instituto de Verificación del DF en los establecimientos que violan la ley.
"Ahí está la policía y es preventiva. Hay que hacer esa intervención que evite que se hagan estas faltas administrativas y que pueden convertirse en delito", dijo.
Agregó que los padres de familia también podrían denunciar la venta de alcohol y de inhalantes a menores para que se apliquen las sanciones correspondientes. "Después de que multes a varios establecimientos que están vendiendo cigarros a menores van a aprender que no vale la pena". Consideró que "llevamos 30 años de que no podemos acabar de cumplir una ley".
"AÚN NO QUIERO DEJARLO"
Lula lleva más de diez años fumando. Empezó a los 13 en la secundaria, pero lo dejó porque sus amigos le decían que no sabía fumar. "Mi papá fue fumador compulsivo hasta los últimos días de su vida. Mi mamá, es fumadora social", dice.
Recuerda una frase que su madre le decía: "Ten vicios cuando te los puedas pagar", y como entonces ya trabajaba, retomó el gusto por el tabaco". Tenía 18 años.
Al día, dice, se acaba una cajetilla, aunque a veces se fuma un cigarro y lo evita cuando hay niños alrededor o personas enfermas.
Dos veces ha pensado en parar. La primera lo logró un par de semanas cuando quiso desintoxicarse para embarazarse, pero se arrepintió. La segunda, porque tuvo una pareja que no fumaba, pero la relación terminó y ella regresó a la nicotina. "Soy fumadora en potencia. Me relaja, me gusta su sabor, lo disfruto mucho".
Asegura que el día que decida dejar de fumar será por apariencia, pues sus dientes están amarillos y su encía se obscurece.
A sus 36 años, dice estar consciente del daño que el tabaco provoca en su salud. "En algún momento lo tendré que dejar porque me hace mal, pero se requiere decisión, y la neta es que aún no tengo ganas de dejarlo".
"LO DEJÉ Y HOY MI VIDA ES UNA MARAVILLA"
De un día para otro, Víctor Castañeda dejó de fumar. "Un día por la mañana me levanté, compré una cajetilla y un encendedor como siempre, los abrí y los tuve ahí en mi casa".
Sin contarle a nadie, decidió "que la mejor manera de dejar de fumar era con fuerza de voluntad. Ví que si podía aguantarme las ganas no por no tener cigarros, sino por aguantarme, podría hacerlo". Y lo hizo.
Atrás dejó 12 años de fumarse una cajetilla y media de cigarros al día. "Ya tenía voz como de Arjona. A mí me gusta cantar y cuando cantaba, el aliento me sabía a tabaco. Me dio mucho coraje conmigo mismo, impotencia y tristeza por el daño que me estaba causando yo solo".
El proceso fue difícil. Sentía ansiedad, desesperación. "Sí me hacía falta el cigarro, porque sí me hacía falta. A veces no sabía ni cómo sentarme sin un cigarro en la mano, ya era parte de mí".
El primer año fue el más difícil. "Alguna vez leí que el período de antojo de un cigarro dura de cinco a diez minutos. Yo no me hice de chicles antitabacos ni dulces. Me hacía de alguna actividad, leer algo, escuchar música, cualquier cosa que me distrajera".
El proceso no fue fácil. "Fue una pesadilla, pero gradualmente se me quitaron las ganas de fumar. El antojo ya lo superé, puedo estar con un fumador y cuando me invitan, puedo decir 'no, gracias'".
Su ejemplo motivó a su padre y su hermana a dejar el cigarro, cada uno con su propio método, pero lo lograron. Con voz serena, asegura: "Estoy convencido de que 80% es fuerza de voluntad y que otro 20% lo asimila el cuerpo".
A sus 35 años, dice: "Ya no me enfermo como antes. Contar con salud es invaluable, respiro diferente, inhalo y sí lleno mis pulmones, puedo correr y no estar como perro con la respiración agotada. Tengo libertad de estar donde quiera sin que me digan que me salga, disfruto y no le molesto a nadie. Si estoy en un lugar donde no se puede fumar les pido que apaguen su cigarro".
"ESTO ES UNA LUCHA DE TODA LA VIDA"
Teresa tiene 42 años y casi la mitad de ellos los ha vivido acompañada del cigarro. Comenzó a fumar a los 18 años. "Estaba en la preparatoria, era una cuestión de grupo, como los demás fumaban yo empecé con un cigarro, aunque ni le sabía dar el golpe, pero definitivamente fue por la aceptación de grupo en la adolescencia, por imitación, es lo más común", dice.
Cuenta que en su casa no tenía mucha influencia por el cigarro, pues sólo su abuelo fumaba, pero "rápido me dí cuenta de que no era benefico para mi salud, aunque no tenía plena consciencia de lo que hacía".
Su trabajo como profesora universitaria la llevó a conocer a profundidad los efectos de la nicotina en la salud. "Yo he llegado al grado de sentir que transpiro nicotina", dice.
Por eso varias veces ha intentado dejar esto que ya reconoce como una adicción. Una de esas ocasiones fue porque se embarazó, pero después de algún tiempo, recayó.
En busca de ayuda profesional, ha acudido a diversas clínicas especializadas contra el tabaquismo, lo mismo públicas que privadas, una de ellas es la del Instituto Nacional de Cancerología. "He tenido varios intentos. He probado desde la fuerza de voluntad, las pipetas que suministran nicotina, los cigarros electrónicos, he estado en tratamientos integrales de diversos tipos en clínicas especializadas", pero va y viene.