ACTITUD DE SERVICIO. La madre Jovita Toxqui atiende personalmente a lo enfermos del asilo de ancianos.
Piedad Jovita Toxqui, madre superiora del asilo de Ancianos Dr. Samuel Silva de Torreón, se levanta las mangas y se prepara para hacer un recorrido por todo el lugar, pronto será la hora de la merienda de Nochebuena y debe asegurarse de que todos los adultos mayores se encuentren bien.
La monja va vestida totalmente de blanco, no supera el 1.70 de estatura pero su voz y presencia demandan atención de parte de todos los que la rodean, con esa misma energía inicia su caminar por cada una de las secciones que componen el asilo.
"Son muy pocos los ancianitos que tienen familia y que dejan las instalaciones para pasar estar fiestas con ellos, el ochenta por ciento se tiene que quedar aquí, haciéndose compañía unos a otros y tratando de no estar tristes por su soledad… nuestro trabajo es tratarlos bien, que se despejen un poco de sus asuntos emocionales y se pongan contentos", dice la religiosa.
A unos metros de la entrada hace su primera escala en los dormitorios de hombres, la mayor parte de las camas se observa desocupada, casi todos los ancianos se han levantado ya de sus sitios y caminan lentamente por un pasillo, en espera de que se les sirva su merienda.
Conforme se acerca al sitio donde entregará la merienda se va haciendo más clara una música de fondo navideña, las luces de adornos indican el camino.
Dos minutos después llega al sitio, el comedor de los hombres, una sala bien iluminada con sillas y mesas que ya tiene algunos comensales esperando su plato.
Algunos se saludan emotivamente y hasta se desean feliz Navidad, otros llegan tranquilamente hasta su sitio con andador, bastón o ayuda de sillas de ruedas.
"¿Cómo están?, ¡buenas noches señores!" dice Jovita Toxqui al entrar al comedor, en cuestión de segundos recibe una respuesta general con saludos y sonrisas.
La misma madre superiora ayuda entonces a sus compañeras a servir los platos; papas fritas, algunos caramelos y té caliente forman parte de menú para la ocasión.
"Estamos solos, pero lo bueno es que nos mantienen ocupados con posadas y fiestas. No parece que estamos en un asilo", asegura María Rosa Sánchez, quien ya pasa de los 80 años y sigue sonriendo.
"Hay que recordarle a la gente que estas fechas son para valorar a la familia, el esfuerzo que hacemos aquí es para que los ancianitos se sigan sintiendo en familia, que vean que aquí también hay Navidad".