"No es lo mismo evaluar, que poner un examen"
La temporada de fin de cursos viene asociada al tiempo de evaluaciones, en donde la mayoría de los involucrados en educación nos activamos hacia el logro de las calificaciones: los alumnos se presionan por los exámenes, los trabajos, las presentaciones, los reportes de lectura, las prácticas, etc. Por lo que esta etapa normalmente se convierte en un tiempo de mucho estrés para los estudiantes.
Por otro lado, el profesorado cambia su trabajo docente y se transforma en una función evaluadora en donde es necesario preparar exámenes, elaborarlos, aplicarlos y revisar los resultados; además de supervisar todos aquellos criterios de evaluación que fueros encargados para complementar las calificaciones.
Para los directivos y administradores educativos, en esta época se incrementa el trabajo técnico-administrativo-burocrático, en donde es necesario supervisar, calendarizar, recibir calificaciones, hacer concentraciones, elaborar actas de examen, sacar promedios, etc.
Sin embargo las concepciones con las actualmente debe ser considerada la evaluación, siguen quedando rezagadas, siempre en aras del cumplimiento del trabajo que conlleva el cierre de semestre o del ciclo académico que estemos finalizando y nos referimos a que, lo que seguimos haciendo es calificar, medir, cuantificar, certificar, promover o reprobar, que si bien es cierto forman parte del amplio mundo de la evaluación, distan mucho de la verdadera esencia que el concepto tiene.
La evaluación de los aprendizajes, normalmente ocupa un lugar preponderante en todo el proceso educativo, por lo que es necesario revisarla desde su propio marco conceptual: Etimológicamente evaluar proviene del latín antiguo evaluare que significa dar, determinar o ponderar el valor de algo, es decir "dar valor".
Evaluar significa señalar el valor de algo, estimar o calcular el valor del objeto (o sujeto); apreciar los conocimientos y el rendimiento de los alumnos, por ejemplo.
La evaluación además, es un concepto que debe ser considerado en la actualidad como multirreferencial ya que incluye al alumno, el profesor, su método, la escuela, la familia y la comunidad, al menos. Esto significa que los resultados de la evaluación nos conciernen a todos y no sólo a los estudiantes. Por ello es necesario analizarla desde una perspectiva heurística, es decir desde una postura de búsqueda y descubrimiento constante, permanente.
En la actualidad el concepto de evaluación se ha convertido en algo omnipresente en el ámbito educativo, ya que incluye al menos: El aprendizaje de los alumnos, el desempeño profesional de los docentes, el diseño y el desarrollo curricular, la organización y el funcionamiento institucional, los programas psicopedagógicos, las innovaciones didácticas, la eficiencia terminal, el rendimiento escolar, los planes de desarrollo institucional, el programa institucional de Tutorías Académicas, los proyectos de investigación (disciplinaria y educativa), el seguimiento de egresados, los programas de vinculación, extensión y servicio social y los sistemas educativos en su conjunto. sólo por mencionar los aspectos más importantes. Aquí cabría preguntarnos entonces, ¿Por qué la utilizamos sólo para calificar a los alumnos?
De la misma manera a la evaluación se le considera administrativa u organizacionalmente y desde lo institucional inicia con la definición de los objetivos que se pretenden lograr o alcanzar en los alumnos, lo que posteriormente nos servirá para: Planear, instrumentar, interpretar, dar seguimiento y controlar lo planeado, además de replantear, afinar, modificar o enriquecer lo que hemos objetivado.
Para la mayoría de los profesores evaluar significa: hacer pruebas, aplicar exámenes, revisar resultados y adjudicar calificaciones, cuando lo que están haciendo es solamente medir el aprovechamiento escolar.
La calificación adjudicada por medición, aun cuando se dé con absoluta justicia, sólo indica cuánto sabe el alumno, pero nos deja totalmente ignorantes de qué sabe, qué no sabe, cómo lo sabe, gracias a qué sabe lo que sabe y qué utilidad le encuentra a lo que sabe. De aquí que la calificación sirva tan poco en el proceso educativo y sea tan estéril para orientar el Proceso Enseñanza-Aprendizaje (PEA).
Evaluar significa entonces Analizar (junto con los alumnos) los resultados obtenidos de la aplicación de diferentes instrumentos de evaluación, que nos permitan operativizar el PEA con criterios de calidad, con indicadores, reguladores, errores, aciertos, juicios, operaciones, valoraciones, etc.
Si definimos a la evaluación como: "El conjunto de operaciones que tienen por objeto determinar y valorar los logros alcanzados por los alumnos con respecto a los objetivos planteados en el curriculum" (Carreño Huerta, 1977). Implícitamente, sin objetivos específicos de aprendizaje, no es posible evaluar, por falta de puntos de referencia para manejar el criterio de logro.
Evaluar es entonces un paradigma muy amplio, es participar en la construcción de un conocimiento axiológico, interpretando información, estableciendo visiones no simplificadas de la realidad y facilitando la generación de una verdadera cultura evaluativa.
Construir una cultura evaluativa implica incorporarla como una práctica cotidiana que realizan todos y que afecta a las instituciones en su conjunto, ya no para sancionar y controlar, sino para mejorar y potenciar el desarrollo de todos y cada uno de sus elementos.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com